Por Roberto F. Bertossi
La lectura del artículo 38 de nuestra Constitución Nacional (CN) o la consulta de la ley 23.298 (Estatuto de los partidos políticos), será la mejor introducción para el asunto de que se trata.
Articulo 38 de la Constitución Nacional: Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático. Su creación y el ejercicio de sus actividades “son libres dentro del respeto a esta Constitución”, la que “garantiza” su organización y funcionamiento democráticos, la “representación de las minorías”, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas. El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes. Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destinos de sus fondos y patrimonio”
Hablar de cinismo político es hacer referencia a la impudencia, la obscenidad descarada y la falta de vergüenza de los partidos políticos a la hora de mentir a toda la ciudadanía o defender acciones que son condenables.
Obviamente que todo eso como la gravísima crisis que sufrimos fue producida por la ineptitud y la deshonestidad de políticos y legisladores por todos conocidos, muchos de los cuales hoy se reproducen en deja vu en las marquesinas de las nuevas ofertas electorales, (no es casualidad la inexistencia de estadistas entre nosotros en los últimos 30 años).
Ello es aún, irracionalmente posible, dada la vigencia de la ley 23.298 o estatuto de los partidos políticos que en su artículo 2 señala: "les incumbe en forma exclusiva la nominación de candidatos para cargos electivos". Traducido en criollo, los viejos partidos con sus viejos aparatos detentan el monopolio de las candidaturas, impidiendo la aparición, proyección y consolidación de nuevos candidatos fuera del alcance de vetustos y mañosos esquemas bipartidistas, agotados.
La peor convergencia tácita de los partidos políticos en general, sabe que el surgimiento de nuevos políticos que aglutinen y canalicen positiva e innovativamente tanto caudal electoral defraudado e indignado, será su certificado de defunción político.
Nada más para explicar y predecir el porqué “los mismos de siempre” se aferran sin ahorrar imposturas ni cangurismos a una norma, la que ya sin poder “esconder” su exigua representatividad, los conserva como camino obligatorio y peaje forzoso de la voluntad popular…
Un paroxismo de tanto cinismo es… ¿cómo se concilia el derecho a elegir y a ser elegido con esto de que los jóvenes pueden votar desde sus 16 años pero, no pueden ser electos para nada…?
Así las cosas, no es necesario reinterpretar la Asamblea General del año XIII para abrogar definitivamente tanto cinismo y apostasías políticas, tantos nepotismos y enriquecimientos ilícitos con el hambre, el analfabetismo y la denigración de la gente.
Son urgentes e imprescindibles nuevas herramientas electorales para asegurar que todos los cargos electivos deben estar al servicio de la gente común (personas físicas, ciudadanos, contribuyentes, usuarios, consumidores) que vota y tiene su derecho a postularse.
Sólo
así podremos ir recuperando la razón, la justificación y la convicción ciudadana
con la obligación del voto lo que, simultáneamente, mejorará cantidad y calidad
democrática con alternancias nuevas, probadamente capaces, honestas y
entusiastas que logren sin liderazgos mesiánicos, recuperar mancomunadamente la
política, una política suplida hace años
por demasiada politiquería la que siempre recluta, manipula, divide, desanima, enfrenta
y empobrece.
Entonces y
finalmente, para refutar amablemente a Borges que equiparó mordazmente a la
democracia como: “una superstición muy difundida, un abuso de la estadística”, no ignoremos a Roosevelt cuando nos previno
que: “una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o
democracia”.
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