Por Roberto Grao Gracia (España)
Sabido es que la economía tiene por objeto desarrollar todo tipo de métodos y actividades con vistas a satisfacer las necesidades humanas materiales del mejor modo posible. Ahora bien, el ser humano no sólo es un ser de necesidades materiales: alimento, vestido, hogar, sanidad, etc. sino también es un ser de deseos que aspira constantemente a mejores alimentos, mejores vestidos, mejores condiciones del hogar y mejor salud, con aspiraciones siempre renovadas de alcanzar mejores condiciones de vida en general.
Nuestros antepasados tenían nuestras mismas o parecidas necesidades y deseos pero, o bien se conformaban con sus formas de vida más o menos primitivas en cuanto a comodidades y servicios, o bien se instalaban en lo que se puede denominar la economía conservadora, es decir, primero trabajar, luego ahorrar y finalmente disfrutar, comprando los bienes materiales que necesitaban o les apetecían y estaban a su alcance. Con esta filosofía económica, no se equivocaban nunca, no se veían jamás atrapados por sus propias decisiones económicas, no solían deber nada a nadie porque se abstenían de comprar a crédito y de este modo tan sólo podían temer la falta de trabajo y por tanto de ingresos y la venida de una enfermedad larga o grave.
Luego vino, con el desarrollo de nuevos bienes que hacen la vida más activa y placentera, como los automóviles, electrodomésticos, aviones, etc. lo que se puede llamar economía progresista, basada en la compra a crédito, con lo que se invierte la forma de vida económica de los individuos y se pasa a primero disfrutar y luego trabajar y pagar, mientras se puede. A este nuevo planteamiento contribuyó lo que se ha venido a denominar jactanciosamente el Estado del bienestar, consistente en que el Estado garantiza a las personas la sanidad, la ayuda en caso de desempleo y la pensión o ayuda económica para el caso de jubilación.
Pero hete aquí que, no todos los políticos que administran los ingentes caudales públicos que se necesitan para hacer frente a esas obligaciones asumidas por el Estado de lo que se llama Seguridad social, son competentes, honrados y ecuánimes y muchos de ellos –demasiados según algunos- deciden abusar de sus cargos para enriquecerse faltando a la justicia, o los utilizan para derrochar o dilapidar esos mismos caudales con fines políticos ideológicos de forma sectaria, entre sus simpatizantes y amigos.
A partir de aquí el ciudadano corriente se encuentra atrapado por las deudas y en manos de demasiados políticos corruptos o codiciosos. Un día se decidió a endeudarse movido cada vez más por la publicidad y el consumismo y a disfrutar de los bienes y luego trabajar. Llega otro día en que el ciclo se rompe, el trabajo se acaba y nadie puede pagar a nadie, (salvo los funcionarios y las personas adineradas) empezando por la propia Administración como ocurre en España.
En esas estamos en la UE, y los políticos europeos, que se equivocaron al implantar el euro como moneda única para todos los miembros, sin establecer primero la necesaria armonización y regulación económica y fiscal para todos, sólo se les ocurre que los países que han engañado o administrado mal sus cuentas públicas, el facilitarles el camino de lograr más y más deudas para hacer frente a las contraídas por el despilfarro acumulado, en una escalada en la que no se le ve el final.
A modo de conclusión de estas sencillas y elementales reflexiones, me parece que los ciudadanos corrientes tenemos dos opciones: o bien volvemos a la economía conservadora en alguna medida y evitamos en el futuro situaciones dramáticas como las actuales, o bien exigimos políticos competentes, íntegros y honrados que persigan ante todo el bien común y que no mientan y nos engañen con sus palabras. Como siempre que se piensa en los seres humanos, la moral, tanto pública como privada, es lo primero que debe prevalecer en las relaciones humanas y, dentro de esa moral individual y colectiva, la justicia, la confianza y la honradez intelectual y práctica.
(*) Foro Independiente de Opinión (España).
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