Por Roberto F. Bertossi
Sábato, quien frecuentaba como pocos un sentimiento de patria, apabullado por el asco de tanta corrupción e impunidad pero con el coraje cívico y el compromiso civil que lo caracterizaba y destacaba, visualizó y nos dejó escrito: “La degradación de los tribunales y el descreimiento en la justicia provocan la sensación de que la democracia es un sistema incapaz de investigar y condenar a los culpables, como si resultara un caldo de cultivo favorable a la corrupción, cuando, en realidad, lo que ocurre es que en ningún otro sistema es posible denunciarla. (La resistencia, Pág. 101, Editorial Seix Barral; Junio de 2000).
Si "la lección del ejemplo gana a todas en elocuencia" ¿cómo evaluar, explicar y proyectar la suerte de esta Patria que nos duele, de esta Democracia en construcción cuando demasiados legisladores están de campaña sin licencias ni mermas en sus haberes-dietas con un Congreso cuasi paralizado; con la inaudita impotencia de nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación? y así entonces, hemos de decir, mal que nos pese: "con una República que cruje".
Más grave todavía será conocer cuántos precandidatos y/o candidatos actuales se valieron y aprovecharon de una
justicia lenta, propia de tribunales en los cuales “castas con fueros y privilegios” en virtud de singulares reglas procesales de comparecencia, prescripción, perención y/o caducidad, acaban conformando en realidad un foro de impunidad penal-electoral-patrimonial para toda irresponsabilidad político-administrativa, ejecutiva y legislativa anterior, desde 1983 a la fecha.
Repugna y se hace acreedor a todo reproche cualquier foro privilegiado. "Todos saben quiénes son los que administraron fraudulentamente millones y millones de fondos públicos de la Patria; los que vaciaron y quebraron bancos públicos, privados, y empresas públicas; quienes se quedan con lo sueldos de los maestros, quienes roban a las mutuales o se ponen en el bolsillo el dinero de las licitaciones" (Sábato).
Esta "aristocracia corrupta" es la que viene mutilando el erario público, privando a la ciudadanía existente en los segmentos sociales más vulnerables, de una razonable, regular y posible satisfacción de sus necesidades físicas básicas: nutrición, salud, educación, trabajo, servicios esenciales, vivienda digna, seguridad, jubilaciones y pensiones decorosas.
Sábato ante tanta extravagancia y tanto escándalo no titubeó en advertirnos: “Si nos cruzamos de brazos seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa” añadiendo: `los hombres necesitan que nuestra voz se sume a los reclamos de todos los excluidos, perjudicados y empobrecidos. Él detestaba la resignación que pregonan los conformistas harto satisfechos ya que no son suyas –ni de sus familias y amigos- las privaciones ni tanto sacrificio inútil, estéril e innecesario de la pobretería autóctona y telúrica.
Más temprano, más tarde, tanta impunidad genera desánimos éticos, morales, cívicos y sociales, abriendo las puertas para ideologías contrarias a las virtudes y valores cívico-democráticos, haciendo campo orégano para ventajistas, mezquindades y bajezas inficcionadas: “si otros evaden impuestos, si otros impulsan activamente trabajo indecente, `si otros roban´, “si otros siempre pasan en rojo”, si todos lo hacen … ¿porqué no puedo hacer lo mismo?”.
Ya no se trata entonces sólo de una mera tarea de conservación axiológica sino de mucho más que eso: “Hay que regenerar nuestra Democracia tornándola más vívida y salutífera; debemos reivindicar la República y afianzar nuestra Patria".
Al respecto Sábato nos convocó a resistir: “ …hacer resurgir, hasta con vehemencia, un modo de convivir democrático y de pensar patrióticamente; que respeten hasta las más hondas diferencias ya que la democracia es la sociedad en la cual no sólo es posible sino exigido el ser persona. Frágil y falible, hoy en día ningún otro sistema ha probado otorgar al hombre más justicia social y libertad que la precaria democracia en que vivimos. La democracia no sólo permite la diversidad sino que debiera estimularla y requerirla”.
El lema de Sábato fue “resistir”; su inquietud mayor ¿cómo encarnar esta palabra?
Sábato también supo de "falacias ad hominem” porque sus verdades resultaban irrefutables.
Hoy es reconocido mundial y tardíamente sin excepciones, fue despedido con el aplauso de un pueblo que no se equivoca, profundamente admirado y agradecido no sólo por su liderazgo de la Conadep sino por la filosofía y profundidad de sus palabras siempre "preñadas de humanismo".
Grande y discreto, desde la alta literatura y solidaridad, fue un soldado gigante de la Condición Humana, de la Democracia, de la República, de la Patria; viviendo, diciendo y escribiendo sin fisuras, verdad y verdades que interpelan a todos, que no son clientelares, que no tienen remedio.
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