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Notas de Opinión Sábado 28 de Julio de 2018

¿Arte vs. Religión?

Una visión desde el derecho.

Dr. Enrique J. Marchiaro

Por Dr. Enrique J. Marchiaro

¿Puede el arte ofender o incluso herir? Sí. Luego depende de cómo, en qué circunstancia, con qué resguardos y finalmente si el Estado debe promover o no todo tipo de manifestación artística, incluso las que resulten lesivas de sentimientos mayoritarios.

De algún modo, las relaciones entre arte y religión son similares a las que hubo entre ciencia y religión, pues todas remiten a la secularización.

El tema es difícil, porque además en nuestros tiempos de incerteza y sin verdades absolutas, los únicos relatos que han quedado como caminos que pueden llegar a la verdad son la religión y el arte. Todos los demás relatos –la ciencia, la política, las ideologías- han quedado fuera del campo de la verdad.

En una sociedad cada vez más secularizada, el papel de las religiones se redefine, por lo que en el espacio público ninguna confesión ocupa ya vértice alguno respecto de la sociedad. Todas están en absoluta horizontalidad respecto de ciudadanos y Estado. Por supuesto que las religiones -como los demás discursos morales- tienen plena legitimidad para participar de los debates que hacen a los temas públicos- tal como pasa hoy con el aborto o en este caso con una obra teatral que justo tocó esta cuestión.

¿Entonces cómo se equilibra en el espacio público la libertad artística y la libertad religiosa? Es un tema de permanente debate en el mundo. En Argentina -como en cualquier país con una cultura constitucional liberal y democrática- cuando ambos derechos entran en conflicto deben armonizarse, lo que se ha traducido en buenos criterios jurídicos.

Hay dos grandes casos que trataron la tensión entre arte y religión católica: el de León Ferrari (sentencia de Cámara de Buenos Aires) y de La última tentación de Cristo (sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos). Ambas sentencias dejan muy claro que la libertad religiosa no se ve afectada por obras que la ataquen sino que solo se afecta la libertad religiosa cuando no se permite su ejercicio. Desde ya estas obras deben promocionarse aclarando que su contenido puede afectar o herir la fe religiosa o moral.

Y esto es así porque el precio que paga la libertad de expresión es el de soportar errores, agresiones y aún ataques, porque es un precio más bajo que el de la censura o la autocensura. Demasiada experiencia histórica avala este supuesto como para profundizarlo.

El arte y la religión en el espacio público se ejercen además bajo la cláusula de la libertad de expresión, la cual es un “derecho preferido o estratégico” porque es una condición para el desarrollo de una sociedad democrática. Por ende su tutela es preferente y de allí que en el derecho argentino “no hay censura previa”.

Así parece muy difícil que el Concejo Municipal o la Intendencia el día de mañana digan no a obras de este tipo en el festival nacional de teatro, porque ello implica ir sobre “el contenido” de una obra. Es como si el Fondo Editorial Municipal llama a concurso y el comité evaluador opte por una novela que no satisface el gusto popular o bien satirice o se burle de los inmigrantes. ¿No la publicarán después? ¿Cambiarán el reglamento para que no haya posibilidad de obras ofensivas? ¿O deberán confiar en el criterio de los jurados?

Es que hay una diferencia entre teatro municipal puro y un festival nacional. Si fuesen solo obras a elección de la Municipalidad allí sí se elegirá tal o cual perfil, pues ello es parte de las prioridades. Pero una vez que se convoca a un concurso el mismo no permite avanzar sobre los contenidos. Este es el tema que no se comprende muy bien, confieso que a mí me costó entenderlo. Por ello me sorprenden algunas sugerencias sobre la forma de seleccionar las obras, no así el repudio de la comunidad católica y del mismo Obispado que fue equilibrado en el planteo.

La sociedad está suficientemente madura como para no tener ningún tutelaje moral. La ofensa a unos muchos no puede privar al resto de ver determinada obra.

Abrirse a un espacio nacional en cualquier materia implica precisamente que los criterios de elección no son locales sino nacionales. Y nuestro teatro nacional opta muchas veces por este tipo de obras, así como también nuestra literatura, cine y demás manifestaciones que me parece reflejan un “malestar de la cultura” que ofende, pero también ayuda a pensar.

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