Por Roberto Actis
Aunque sin siquiera atreverse a mencionar las dos palabras eliminadas del léxico oficialista, como lo son inflación y ajuste, pues disgustan a la presidenta Cristina Fernández ya que contradicen el relato sobre el país maravilloso que fue creado en esta última década, el gobierno estuvo tomando estos últimos días algunas decisiones que van contra sus principios inclusivos más genuinos, y que además, tienen mucho que ver con el ajuste que aunque sin admitirlo se viene haciendo desde la aparición de Coqui Capitanich en la jefatura de Gabinete. Al fin y al cabo, ahora se va confirmando que para eso lo pusieron, para hacerse cargo de la tarea desagradable.
Veamos, aunque los jubilados que perciben la mínima están tocando fondo, se les anunció que este año no se les dará el bono navideño de 1.000 pesos tal como se venía haciendo. También se desalentó para los agentes públicos y se sugirió con firmeza que de igual forma ocurra con los trabajadores privados. Se sabe además que las paritarias que se reabran tendrán un techo. Y completando un escenario definitivamente no deseado, se cobrará el impuesto a las ganancias al medio aguinaldo de fin de año. Cartón lleno.
Si estas son las medidas del gobierno nacional y popular, contradiciendo todos los postulados que vino sosteniendo estos años en cuanto a la equidad distributiva, es que las finanzas deben encontrarse realmente mal. Para decirlo muy gráficamente, se está rascando el fondo de todos los tarros.
Lo que en cambio no se observa, es que para estas medidas orientadas a achicar el gasto, exista una similar voluntad de aplicación en el propio gobierno, donde todo sigue igual a los tiempos en que se tiraba manteca al techo, al menos es lo que cantan los números. Que es casualmente el principal responsable en la generación inflacionaria, partiendo de la vertiginosa emisión monetaria, aunque el ministro Axel Kicillof haya dicho que no es ese el factor determinante, si bien ya hemos visto, tal vez mañana pueda cambiar su forma de pensar.
Alguna vez habrán analizado las razones por las cuales en los años 2003-2006 durante este mismo ciclo de administración kirchnerista no había inflación y la gente no se interesaba por el dólar. ¿Cambió la gente o cambió el gobierno? La respuesta es sencilla, antes se gastaba menos que lo que ingresaba, la emisión estaba bajo control y nuestro peso era más buscado que el dólar, exactamente al revés que ahora, había que salir al mercado para que no cayera demasiado pues se afectaban las exportaciones.
Desde hace varios años, podría decirse desde 2007 en adelante el gasto público fue creciendo sostenidamente, pudiéndose dar como dato que pasó del 27,4% del PBI del año 2001 al 42,5% de este 2013. Este año se estima que las cuentas públicas cerrarán con un déficit superior a los 120.000 millones de pesos, aún habiendo recurrido sistemáticamente a los fondos del Banco Central, de la ANSES y del Banco Nación. Y sólo en esta parte final del año se sumaron partidas por 180.000 millones, agregándose a una partida anterior de mitad de año por 60.000 millones, dando cuenta del descontrol que existe en las cuentas públicas. Incluso, no debería sorprender, que en estas semanas finales del año haya nuevas ampliaciones presupuestarias.
El Estado se ha transformado, desde hace rato, en un verdadero barril sin fondo. A los problemas que están a la vista, no se les encuentra solución, pues se trata de todas pequeñas medidas aisladas, cuando en realidad un verdadero plan para combatir la inflación, debe comenzar por poner en orden la propia casa, en este caso el Estado, que es quien fue aumentando tanto su volumen, metiéndose en absolutamente todo, al extremo de no poder controlar casi nada.
Y si esta situación de desmadre se produce con una presión tributaria con récord histórico, al nivel de los países desarrollados, la complicación adquiere entonces una perspectiva con horizonte más que oscuro.
No se habla de ajuste pero se lo hace, la presidenta Fernández dijo que mientras ella estuviese en ese cargo no se iba a devaluar y se lo está haciendo a razón del 40% anual. A la inflación poco menos se la ignora y se responsabiliza a los empresarios por aumentar los precios. ¿Cómo se responde? Más restricciones, nuevos torniquetes a la economía.
Queda bastante en evidencia que no se busca la solución de los problemas, sino irlos estirando lo necesario para llegar a 2015. Una meta difícil ya que los recursos están agotados y los bolsillos de la gente asfixiados.
Es cierto que 53 millones es una suma que dentro de la montaña de millones que mueve el gasto público, es de escasa significación, pero esa es la plata que destina para filmar las apariciones públicas de la presidenta durante el año. ¿No sería bueno ir bajando algunos ejemplos para que a la gente le resulte más sencillo el esfuerzo?
Todo esto, dentro del nuevo -aunque no tanto- escenario de saqueos. Esta vez generados por delincuentes en lugar de necesitados, lo que no significa que no los haya. Queda en evidencia la falta de eficiencia para manejar la seguridad, en todos los niveles.
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