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Notas de Opinión Domingo 23 de Junio de 2013

Batallas que vienen

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Roberto Actis

Por Roberto Actis

No hay caso, la interpretación del "modelo" es única e inalterable, sin admitir desviaciones de ninguna naturaleza. Todo se sostiene en que el 54% de los votos habilita a trasponer todos los umbrales. Se controla el Congreso merced a las mayorías de ambas cámaras -donde los del palo y los que adhieren no dicen siquiera esta boca es mía, dependiente con exclusividad de los órdenes de la Presidenta-, se está en ese mismo intento para silenciar a la prensa mediante una Ley de Medios y control del papel para diarios, y ahora en uno de los momentos de mayor confrontación con la Justicia, el tercero de los poderes que se intentó hacer añicos con la reforma, bajo el engañoso manto de la "democratización".

Se dice una cosa, adornada de espejitos de colores, pero luego la realidad muestra un escenario absolutamente distinto. El avance sobre los medios es el ejemplo más contundente, logrado sólo a medias por el freno que le puso la justicia a algunos de los articulados. En lo que se pudo avanzar los resultados están a la vista: desarticular los grupos monopólicos críticos para conformar el grupo monopólico oficialista de propaganda. Claro, hubo un detalle que no se tuvo en cuenta: a los lectores, los oyentes y televidentes no se los puede arriar como ovejas. Eligen, seleccionan, y ese es el mejor y único control que se puede imponer sobre la prensa. Sobre todo, para que siga siendo libre.

Sin audiencia, no hay medio que resista. Sin embargo se insiste con una batería que hoy agrupa a más de las dos terceras partes de los medios del país, con un gasto colosal que se paga con dineros públicos, aunque quienes los lean, escuchen o vean, sean pocos. 

Con la justicia ocurre otro tanto, da la impresión que se buscan objetivos que luego permiten victimizarse, tal vez sea una estrategia para las elecciones que vienen. Todo cabe en el muestrario de sorpresas que nos proporciona este escenario. O quizás sea inhabilidad pura. La reforma judicial pasó como por un tubo por las controladas cámaras legislativas, pero se sabía que tendría un tremendo tropiezo en la Corte Suprema, por un detalle tan simple como la inconstitucionalidad. Todo el abanico judicial y de especialistas había anticipado este desenlace, salvo, claro está, algunas excepciones como las de los más conspicuos del equipo de aplaudidores, los ocupantes de cargos y recibidores de prebendas que están para eso, algún representante de la confusa intelectualidad de Carta Abierta, y entre muchos otros, el polémico integrante del máximo tribunal Eugenio Zaffaroni. Su posición no extraña, es más, tiene todo el derecho de hacerlo. Pero, como él seguramente debe saber que se trata de algo inconstitucional -y que por eso mismo lo defendió otras veces, antes de producirse esta situación- no le será muy cómodo que digamos sentarse frente a sus pares. Cierto pedregullo hay que tener en el rostro para este tipo de cosas.

Esta Corte, aun cuando se haya dicho vale recordarlo, fue uno de los grandes logros que mostraba el kirchnerismo. Pero sólo cuando le fallaba a favor del gobierno, con estas decisiones ahora se transformó como por arte de magia en golpista, menemista, destituyente y toda esa batería que sale a reducir frente a cada fracaso, llegándose hasta acusar a Ricardo Lorenzetti, nuestro coterráneo, de tener intenciones presidenciales. Es preocupante que la presidenta Cristina Fernández haya dado indicios muy claros de redoblar la apuesta, una metodología para enfrentar la adversidad. Sus dichos en Córdoba convocando a los militantes "a prepararse para la próxima batalla", y que "más temprano o más tarde" se podrá votar a los miembros de la Magistratura, indican contundentemente esa postura, pero como estamos frente a un acto de inconstitucionalidad que resulta irreversible desde esa postura, queda flotando el interrogante sobre cómo se intentará alcanzar esos objetivos.

Y si habían preocupado las expresiones en la Docta, directamente en Rosario fueron de barricada, impropias de una jefa de Estado, que promueve a ultranza la confrontación, arremetiendo contra lo que se le cruce por delante, aunque sea la ley. 

Viendo que la Presidenta no es de hacer delegaciones de ninguna clase, es altamente improbable que resigne en otro la posibilidad de la candidatura en 2015. Es por eso que tales anuncios, como el de la batalla que se avecina, sea el de lograr, aunque vaya a ser por cuáles formas, la posibilidad de ser candidata. 

Mientras tanto, las industrias sufren cortes de gas, los precios siguen subiendo y dejan a la inflación vivita y coleando, la inseguridad alcanza picos máximos, la educación está en el tobogán a pesar de recibir la mayor partida de recursos de la historia, la importación de energía vacía todas las cajas, el trabajo hace rato que está estancado y en retroceso, y los trenes siguen a la deriva. ¿No sería mejor resolver estos problemas que dar tantas otras batallas?

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