Por Roberto Actis
A pesar de todas las nuevas consecuencias negativas que provoca, que por otra parte abundan en este tiempo, la cuestión de los fondos buitre no le cae tan mal que digamos al gobierno, al menos a la presidenta Cristina Fernández, quien encontró así un nuevo objetivo para su lucha épica, que de paso al contrario de casi todas las demás, le suma respaldo, recomponiendo en parte una imagen que estaba por el piso, tras el despilfarro que comenzó a hacer desde aquel contundente triunfo electoral con el 54%, que la obnubiló al extremo de aquella desafortunada expresión "vamos por todo", que en realidad fue algo así como el detonante para iniciar un vertiginoso descenso por el tobogán del descrédito.
Justamente, este fallo del tremulante juez Griesa, cada vez más cercado por las sospechas sobre sus certezas jurídicas, no hizo otra cosa que volcar gran parte de la opinión pública mundial en favor de la Argentina, recolectando aquí adentro un apoyo como hacía rato no lograba el kirchnerismo, salvo el coro de aplaudidores de la Rosada; los bulliciosos, entusiastas y casi siempre bien remunerados jóvenes maravillosos del Patio de las Palmeras; o los espontáneos cubre espacios de actos al aire libre, para lo cual se fletan colectivos desde la mayoría de organizaciones sindicales y políticas, a cambio de una devolución mucho más módica que los dos grupos anteriores: habitualmente una vianda y un par de billetes de 100, comprobable más de una vez por delegaciones enviadas desde Rafaela. En este caso de los buitres fue diferente, al aparato permanente de publicidad y apoyo, se suman respaldos más espontáneos y de ciertos sectores que hasta ayer nomás eran impensados. Tanto fue así que la imagen positiva de la presidenta creció varios puntos.
¿Quién puede negarse a la consigna patria o buitres? Es un imán para atraer voluntades y ganar aplausos, aunque los problemas judiciales continuarán inmodificables, y como parece ser decisión tomada, se terminará pagando como se hizo con el Ciadi, el Club de París o Repsol, a quienes además se les retribuyó con más de lo que pedían. Más que pagadores seriales, nos correspondería otro calificativo. Es muy probable entonces que con los buitre se termine cerrando de la misma manera, incluso con la aclaración que al fin de cuentas estos pagos son hacia adelante, muy hacia adelante. Lo que se dice brasas que caerán en manos de futuros gobiernos.
Es verdad que lo de los fondos buitre es un problema y que puede tener impacto sobre la economía doméstica, pero ¿es en realidad el núcleo de la cuestión? Por supuesto que no, las condiciones de nuestra economía venían maltrechas desde mucho antes de este nuevo problema, que al fin de cuentas es solo una mancha más en la piel del tigre. Hoy tenemos inflación, pérdida de empleo, caída de producción en casi todos los sectores salvo el campo, fuerte baja del poder adquisitivo del salario. Si fuese una tómbola cantaríamos cartón lleno. Y por si faltara algo para unir todos esos elementos adversos, ahí tenemos a la inseguridad que golpea en casi todas las puertas.
¿Qué hace el gobierno frente a este panorama? Poco y nada. Un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino no se anda con vueltas al momento de decir las cosas, como corresponde por otra parte, advirtiendo que el estancamiento de la economía argentina se debe "a la irracional expansión del gasto público", incurriéndose en un error de diagnóstico tratando de buscar causas en factores externos. Lo de siempre en esta docena de años: cuando algo anda mal es el mundo que está contra la Argentina.
Existen datos que son muy simples y lineales, que ayudan a comprender sin demasiadas explicaciones cuál es la realidad. Hoy el país tiene presión tributaria récord, parecida o aún por encima de algunos países desarrollados que a cambio ofrecen servicios y prestaciones muy superiores a las nuestras, pero así y todo los recursos nunca alcanzan. Estamos en déficit permanente desde hace dos años. La explicación es sencilla: el gasto público se ha transformado en un verdadero despilfarro, un enorme colador cuyos agujeros son imposible de tapar.
Cómo será la cosa que el aparato público es el único creador de empleo en el último año y medio. La avalancha de familiares, allegados propios y de los parientes, amigos, punteros y hasta barras brava, que han ingresado en el gobierno de todos los niveles y en sus empresas dependientes, es realmente espectacular, como nunca antes había ocurrido. Y no es gente que pinta cordones, sirve café o simplemente calienta sillas en una oficina, pues aun cuando también los hay de este escalafón, los acomodados en serio van a puestos clave, casi siempre con algún estrafalario cargo, con remuneraciones que están a salvo de los efectos inflacionarios y las subas de tarifas.
No es lo que desequilibra, pero empuja hacia el fondo. Al fin de cuentas si hace cuatro años vendíamos energía por 4.000 millones de dólares al año y ahora debemos importar por 15.000 millones, o si al Club de París se le debían 6.000 millones y se terminó pagando 9.000, si la petrolera nos iba a pagar a nosotros y terminamos desembolsillando 6.000 millones de dólares, o si la recuperada Aerolíneas pierde más de 2 millones de dólares diarios, son apenas algunos casos difíciles de explicar con los fondos buitre.
Pero un día como el de hoy, mucho mejor pensemos en San Martín. Quien le dice que alguna vez su conducta ilumine el sendero por el cual transitan nuestros gobernantes. Aunque sea un poco, al fin de cuentas no somos tan exigentes ni pretenciosos.
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