Por Blanca M. Stoffel
Roto el equilibrio social, es sumamente difícil aplicar una pedagogía educativa que permita destruir errores muy extendidos en la sociedad contemporánea, consumida por actos y apetitos completamente patológicos que destruyen el delicado equilibrio social.
Orientaciones trascendentales podrían mejorar ampliamente dictando reglas sobre la templanza y el dominio sobre el sistema nervioso. Como diría Jaime Balmes: “discordia de las inteligencias”, “separación de voluntades” y “confusión de leyes”. ¿Cómo encontrar un justo medio en el cual será bien recibido en todos lados? Las palabras, el sentido común colocado en su justo medio ayudarían a interpretar las cosas en su justa medida, sin arbitrarias medidas, con su verdad natural sencilla y transparente.
Pensemos un poco: ¿qué buscan los chicos, los adolescentes? Hacer cosas espectaculares, grandiosas, diferentes, teatrales. De esta manera ¿hacerse notar?, ¿provocar a la sociedad? ¿demostrar su poder? Y los padres, al consentir y apoyar estas actitudes y este accionar ¿creen estar ayudando a sus hijos enseñándoles a hacer lo correcto? ¿Dándoles dinero para las bombas o lo que es aún peor para el vino, consintiendo con sus ocurrencias? ¿Dónde quedó el sentido común, la sensatez, el orden y la disciplina con que nos educaron a nosotros? O es que pasó de moda, es viejo, anticuado, ya no se usa más. Hay que modernizarse y esto significa -al parecer- violar todas las reglas. Hacer todo lo que se me da la gana, porque a mí no me importan las reglas, ni las normas, ni los consejos. Yo quiero vivir mi vida.
¿Dónde quedó el juicio, la madurez, la cordura? Hablo de los mayores. A los menores se les puede perdonar cierta exaltación y entusiasmo, natural acaloramiento con las novedades, pero los mayores ¿Acaso perdieron el juicio? Porque una cosa es ser desprendido y generoso con los hijos y otra muy diferente apoyar actitudes reñidas con el sentido común y la educación.
Todo empezó hace ya bastante tiempo cuando las autoridades pensaron que era necesario retirar la disciplina de las escuelas y eliminaron por ejemplo las amonestaciones, las suspensiones y se llegó hasta el extremo de que un docente no podía separar a dos alumnos peleándose en el patio, porque el hecho de tomarlo del brazo ya implicaba un “abuso” sobre su persona.
Con este ridículo y desafortunado criterio fueron cambiando las cosas hasta el punto de que hoy ningún maestro o profesor se atreva a terminar con una pelea de jóvenes.
Sin embargo hoy, el Ministro de Educación de la Nación ha manifestado que si hay adultos y observan que hay alumnos disputando en el aula o en el patio de la escuela deben intervenir para detenerlos.
Observamos en nuestra ciudad hechos como los de esta semana en los que una alumna agredió a un miembro de la policía local que estaba cumpliendo con su deber. En otras ocasiones hemos visto a padres agrediendo físicamente a maestros haciéndose eco del informe de sus hijos, sin intentar averiguar primero y razonablemente cuáles eran las razones de su actitud.
Es imprescindible contemporizar y transigir que a veces no son demasiado difíciles de encontrar, si hay voluntad de ambas partes de encontrar soluciones satisfactorias.
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