Por Adrián Gerbaudo
En tan solo 49 días, todos los argentinos deberemos regresar a las escuelas para poner nuevamente nuestro voto en las urnas. Y si bien las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias fueron una encuesta que dejó claramente marcados cuáles serían los probables resultados, lo cierto es que en este país, cualquier cosa puede pasar en menos de dos meses.
Lo que los políticos tienen claro (cualquiera sea su color partidario) es que la seguridad es algo que le importa a la gente. Sin embargo no tienen certezas de cómo se resuelve.
Pero, en épocas electorales ¿a qué jefe de campaña le importa un “cómo se hace”? Eso implicaría dar explicaciones y es justamente lo que se quiere evitar: cuanto menos se hable, cuanto más abstractos sean los contenidos, más población cree que le están diciendo lo que quieren escuchar.
Y en ese contexto, durante los últimos días, se dieron dos anuncios que podrían enmarcarse en este caso: la incorporación de más cámaras de videovigilancia en la ciudad y la salida de los Gendarmes apostados entre Ceres y Totoras, teniendo como base a Rafaela.
La primera se enmarca en una política que adoptó la ciudad, pero que se repite en otras partes del mundo. De hecho, IHS, especializada en consultoría electrónica y de medios y antes IMS Research, ha señalado en un comunicado que el mercado global de cámaras de videovigilancia aplicadas a la seguridad urbana se duplicará en 2017, según los datos recabados en estudios y análisis de mercado. Y el negocio no es pequeño: la compañía estima que moverán más de 3.200 millones de dólares.
Londres es hoy la ciudad con más cámaras de vigilancia urbana del mundo. Un ciudadano común y corriente es filmado unas 300 veces en un día normal. Muchos muestran esto como algo excelente. Sin embargo, las estadísticas indican que no se han disminuido los índices de delincuencia. ¿Por qué? Porque el que ya no tiene nada que perder no le importa ser filmado. Las cámaras, en este sentido, no cumplen su principal objetivo: prevenir.
En la Argentina de hoy, una ciudad monitoreada es vista como segura. Lo “vende” así permanentemente Sergio Massa, Intendente de Tigre. La localidad bonaerense es uno de los modelos a seguir por Rafaela: si hasta se la visitó antes de dar los primeros pasos aquí. Casi no hay discusión sobre si una sociedad monitoreada, controlada, es menos libre y, en definitiva, menos democrática.
En este marco, desde el oficialismo se anunció la compra de otros 12 domos con el dinero que llegó desde la Provincia (que ya había entregado dinero para este objetivo a Rosario y Santa Fe) y, al mismo tiempo, Chany Fontanetto, candidata a concejal por el FPV, anticipó que habrá dinero para otras cámaras en ciclovías, plazas, y en los 14 establecimientos educativos que dan clases en horario nocturno, en donde concurren unos 6.000 estudiantes. Incluso, en un video en Facebook, anuncia que serán un total de 30 en un programa que se aplicaría en varios años.
El dinero invertido en esto es enorme. Y, lejos de ser una inversión puntual, es algo estructural: al igual que la Guardia Urbana, con el paso del tiempo, la demanda será cada mayor.
Pero hay una cuestión contradictoria: al mismo tiempo que esto sucede, se recalca que el tema de la seguridad no le corresponde al Municipio, sino que es injerencia de la Provincia. A esta altura, el discurso es poco convincente, teniendo, incluso, un coordinador de Seguridad dentro de la estructura municipal. En todo caso, ¿cómo –y particularmente, cuándo- se le explica al ciudadano de a pie hasta dónde interviene la Municipalidad y cuándo comienzan a correr los intereses de la Provincia? ¿Lo entiende? O lo que es mejor: ¿le importa entenderlo?
Mientras todo esto sucede, desde el mismo grupo político –a través de los diputados provinciales Rosario Cristiani y Roberto Mirabella-, se le reclama a la Provincia que reglamente la ley 13164 –sancionada en 2010- que regula la instalación y el uso de sistemas de captación de imágenes y sonidos en lugares públicos, así como el tratamiento de la información recogida. Algo absolutamente justo.
Según la propia Cristiani, aún “no se define cuál es el órgano de control de los mecanismos tecnológicos de videovigilancia ni tampoco cómo concretar los registros provinciales de los sistemas de captación de imágenes y sonidos, ni las sanciones que corresponderían a quien haga mal uso de las grabaciones obtenidas". Pero, mientras tanto, anunciamos más cámaras en Rafaela. Y la Provincia, seguirá entregando dinero para este fin a Reconquista y Venado Tuerto.
Como si esto fuera poco, la Nación decidió trasladar Gendarmes desde el Interior a Buenos Aires, por un lapso de 60 días. Es decir: hasta las elecciones. En Santa Fe se fueron desde San Justo, Rafaela, Venado Tuerto y Rosario.
El Frente Progresista no dejó de reclamar como oposición: lo hizo desde las concejalías hasta en el Congreso Nacional, siempre repudiando la actitud presidencial. Lo hizo sin tener cifras oficiales, porque nunca fueron entregadas. Algo verdaderamente insólito. El resultado de las gestiones hasta el momento fue igual al que tiene habitualmente la oposición en este país: nulo.
A nivel local, la cantidad de gendarmes que se fueron sigue siendo un misterio. LA OPINION publicó unas cifras que fueron desmentidas a medias, aunque nunca aclaradas cuáles eran los números oficiales. Se dice que no dan la cantidad de personal para evitar darle información a los delincuentes. Podrían ahorrarse ese trabajo: la Nación les dijo a todos que se fueron 4.500 del interior. Decir que quedan 3, 20 o 100 en un destacamento no les cambiará la idea de que se han desprotegido.
La lógica de todo esto es claramente electoral: reforzar el lugar que más importa electoralmente (la Provincia de Buenos Aires) y entregar piezas (como en una jugada de ajedrez) en el interior del país, en donde es difícil dar vuelta los resultados de las PASO.
Vemos como estos temas tienen un punto en común: un anuncio con respecto a uno de los temas de mayor preocupación para el electorado como lo es la seguridad. Pero, ¿cómo se sigue después? Quizás piensen como dice el tango: “después, que importa del después”.
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