Por Roberto Actis
La renuncia del presidente peruano Kuczynski, antes que lo echen abrumado por las pruebas del cobro de coimas, reavivó el caso de la empresa brasileña Odebrecht, que en todos lados fue un vendaval, más que eso un tsunami que arrasó con todo, mientras que aquí en la Argentina apenas una brisa, que todos -los involucrados y salpicados por supuesto- tratan que el asunto sea olvidado. Con la colaboración inestimable de la justicia por supuesto, como suele ocurrir casi siempre. Tanto como para ponernos más en situación recordemos que Odebrecht se convirtió en una de las empresas constructores de obras públicas más grandes del mundo, algo muy propio de los vecinos brasileños, sustentada en un sistema que no le falló por un tiempo: conseguir los contratos con el pago de coimas.
Una metodología muy proclive a prosperar en todo el planeta, pues aquí los que estiran la mano no tienen diferencias ideológicas de ninguna naturaleza, los hay de derecha, izquierda, del centro, católicos, musulmanes o agnósticos. Blancos, negros o amarillos. De manera especial el sistema se extendió por toda Latinoamérica, una región que en corrupción lleva la delantera.
Las consecuencias en Brasil fueron catastróficas, pues en 2015 fue condenado a 19 años de prisión Marcelo Odebrecht, el dueño de la empresa en cuestión, saltando junto ministros, legisladores, funcionarios de segunda línea, empresarios, y posiblemente ex presidentes pues todo indica que ese será el destino de Lula, quien lucha a tambor batiente sosteniendo su candidatura presidencial pues es la única vía para quedar libre, es decir, recurrir a la política, pues con la judicial ya puede ir probándose el traje a rayas. ¿Cómo pudo avanzar tanto Brasil? Pues allí lo tenían al juez Sergio Moro, uno que se salió del molde. Por favor, nadie se tome el trabajo de compararlo con nuestros jueces -la mayoría, pues esperamos que algunas excepciones haya-, porque si los vecinos nos ganan por goleada. Aunque no sea fútbol.
Ahora tenemos la renuncia de Kuczynski en Perú, donde ya antes había ido preso el ex presidente Toledo. En casi todos los demás países en que anduvo Odebrecht haciendo obras pasó lo mismo, con menos trascendencia en Argentina, pero no se salvó nadie. Renuncias, detenciones, en fin todo el caos que significa tener pruebas concretas sobre actos de corrupción. Por supuesto, nada que ver con la Argentina.
Justamente, ¿qué pasó en nuestro país? Odebrecht estuvo haciendo obras entre 2007/2014, como ser gasoductos, potabilización de agua, planta de obtención de potasio, otra de reformado catalítico, tendidos eléctricos en la provincia de Buenos Aires y la frutilla del postre: el soterramiento del Sarmiento. Todo por varios cientos de millones de dólares, para lo cual la misma Odebrecht admitió que estuvo pagando 35 millones de dólares. Es legítimo pensar que con el gobierno que tuvimos esos años, cuando se agarraba a cuatro manos, y además con empresarios tan proclives a las prebendas como hemos visto en todo este proceso reciente de la obra pública kirchnerista, que si llega a destaparse la olla por completo, otra que Cristóbal y Lázaro, el desfile para pintarse los dedos será larguísimo. Ya uno conoció ese destino, un tal Lascurain, que cobró un camino 50 millones y no lo hizo. Y fue presidente de la UIA, muestra que vale más que un botón. En cuanto a nombres también hubo los del primo presidencial Calcaterra, o del actual jefe de los espías Arribas, e incluso el del propio presidente, cuyo grupo empresario familiar habría tenido algo que ver con Odebrecht allá por 1998.
En julio del año pasado una delegación de jueces -joyitas como Rafecas, Casanello y otros- y fiscales fue a Estados Unidos para interiorizarse sobre quienes cobraron los 35 millones de dólares de coimas que pagó Odebrecht en la Argentina, pues todo está documentado, pero aunque se sabe que vieron y tomaron nota, hubo un manto de silencio. Nada, absolutamente nada. También Brasil ofreció dar toda esta documentación a la justicia argentina, para lo cual había que formalizar la ley de extinción de dominio, que duerme en el Senado. ¡Ni locos, guárdense todo! fue más o menos la respuesta que le dimos. Es que tal vez, si se destapa la olla Odebrecht, mejor cerramos las puertas del país y nos vamos todos. Algo de eso se huele.
No es que no tengamos antecedentes en ese sentido. Cuando la empresa sueca Skanska mandó a la justicia la lista de los pagos de coimas y quienes las recibieron, ni siquiera la tuvieron en cuenta. O cuando el caso de las coimas con la Banelco en el Senado por la reforma laboral, quedando De la Rúa, Flamarique y todos los senadores libres de culpa y cargo, siendo Mario Pontaquarto, el que dio precisiones y datos, el único que terminó preso. Entonces, a no extrañarse con la libertad de Cristóbal López y De Souza, ni con el cambio de tribunal que juzgará a Cristina, donde el fiscal acusador será Abel Córdoba -no el tanguero de San Francisco- sino un cristinista de fierro que viene de Justicia Legítima.
Sobre el filo de la semana, Zannini y D'Elía se agregaron a Cristóbal López y De Sousa. Parece que comenzó el desfile, con jueces y fiscales "legítimos" que comenzaron a animarse...
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