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Notas de Opinión Miércoles 9 de Febrero de 2011

Constitución ¿estás?

Roberto F. Bertossi

Por Roberto F. Bertossi

Constitución, ¿estás? 

Roberto F. Bertossi

Nuestra Constitución es “`madre´” de toda legislación vigente y, en consecuencia, todo el universo jurídico aplicable en el territorio nacional, provincial y municipal debe subordinarse obligatoriamente a uno o más artículos supremos de la misma.
No obstante su índole y alcurnia para cada momento de las realidades sociales, políticas, económicas y jurídicas argentinas, duele verificar que el elector nacional en general, no sabe, no se ocupa, no se informa ni se interesa mucho sobre nuestra Carta Magna Fundamental.
Dicha necedad es concomitante con la ausencia de ´una docencia elemental´ fincada en los principios esenciales, deberes, derechos y garantías ordenados, decretados y establecidos con categoría preambular.
Siempre están cercanos (con algunos resabios intermitentes) tiempos nefastos en los cuales nuestros principios constitucionales e ideales democráticos fueran subvertidos por intervenciones armadas aliadas con dictaduras, corporaciones, autocracias y muchos civiles.
“Entonces la `fuerza´ constitucional fue sacrificada y vapuleada”.
Consecuente y coherentemente, transcurridos más de veinticinco años de práctica democrática, resulta propicio, necesario y cívicamente correcto que empecemos a vincular y comprometer nuestras vidas -individual y comunitaria- con las reglas y los principios constitucionales, para lograr la consolidación y una aplicación constitucional plena –sin abusos ni omisiones- en categoría, calidad y perspectiva de `continente´ para cada ciudadano y para todo poder legítimo.
Eso se acentúa cuando vemos crecer imparable e inaceptablemente la inmoralidad, la corrupción, el narcotráfico, la ilegalidad, el nepotismo y la improbidad en el comportamiento de funcionarios y agentes públicos de toda instancia y jurisdicción.
No obstante, la eficacia constitucional tiene respuestas para todo eso como para nuestros derechos y deberes que nacen juntos sin capacidad de subsistir los unos sin los otros en un escenario palpablemente republicano.
La Constitución está! sólo que, demasiadas veces se la ignora o `esconde´ en el marasmo de la impunidad, razones más que suficientes para estimular e impulsar todas las acciones y decisiones razonables y adecuadas para desterrar esos tristes, repugnables y reprochables episodios, ya cotidianos y cuasi-estructurales.
Sin desanimarnos, es preciso reconocer que nuestra tradición política tiene marcados desencuentros con la vigencia y aplicación constitucional, conforme registra la historia y hermenéutica nacional oficial.
Por eso mismo debemos unir y reunir mancomunadamente todos los esfuerzos necesarios para dar vida en plenitud a nuestra `ley mayor´ puesto que sólo a partir de la misma, podemos recomponer la esencia constitucional del país y esto lo podremos constatar recién a partir de modos efectivos y prácticos en la traducción, expansión, vigencia y goce de todos los derechos individuales.
Los mecanismos para la realización y preservación de tales derechos como la amplitud y los límites de la actuación del poder público deben implicarse indisolublemente entre democracia y derecho, tanto en el espacio interno y regional de nación cuanto en las relaciones con el exterior.
Finalmente, para que el esfuerzo sea bien realizado, el pueblo debe conocer por lo menos la suma de sus garantías fundamentales (nutrición, salud, educación, solidaridad social, vivienda, seguridad, ambiente sano, servicios públicos esenciales, ética, equidad, justicia, paz) y el modo de asegurarlas, priorizando el bien común.

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