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Notas de Opinión Domingo 22 de Septiembre de 2013

Cuando la realidad supera a la ficción

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Mauro Gentinetti

Por Mauro Gentinetti

Hace pocos días, el escritor rafaelino Angel Balzarino presentó en la ciudad su último libro, “Timbre a la hora de almorzar”. Una obra que recoge varios de sus cuentos más logrados y que ratifica el lugar ganado dentro la historia de la literatura local.

Durante su disertación en la Biblioteca Sarmiento, Balzarino habló de su manera de componer historias y de cómo la realidad más cercana es la que frecuentemente termina convirtiéndose en fuente de inspiración. De hecho, sus personajes y los ámbitos donde se desarrollan resultan bien cotidianos a los lectores de estas latitudes.

De todas maneras, el autor admitió con buen humor, que muchas veces las historias que observa o los relatos que escucha deben ser “dosificados” para que parezcan reales. Es decir, la realidad suele tornarse tan inverosímil que supera incluso los límites imaginables de la propia literatura y debe ser adaptada a ellos.

La anécdota generó un coro de risas entre los presentes, que rápidamente pasaron a deleitarse con la lectura de la obra por parte de su propio autor. Pero esa confesión pequeña y sincera del escritor esconde ensimismo una particularidad propia de estos tiempos.

Nos acostumbramos a vivir en un permanente estado de ficción y eso provoca que nuestra capacidad de asombro, sea cada vez menor. Tomamos como normales cuestiones que ni siquiera el más destacado artista podría haber imaginado. Historias que nos cuestan trabajo poder aceptar y que a veces preferimos pasar por alto.

En esto, la tragedia parece ocupar siempre un lugar importante de esa realidad. Y no hace falta mirar tan lejos para darnos cuenta de ello. Hace sólo unas semanas, dos niñas de la ciudad que fueron de paseo a Rosario terminaron encontrando la muerte en un parque de diversiones. Sí, esperando subir a la "Vuelta al mundo". ¿De qué cuento de terror se escapó esa pesadilla?.

Lo insólito también sucede a diario. Si tuviéramos que explicarle a cualquier persona que no sea de Rafaela que aún hoy a 1.061 familias que no pueden empezar a construir en el terreno que compraron en la ciudad hace más de un año, porque les vendieron algo que nunca estuvo autorizado, tal vez no lo entendería. En la ciudad muchas veces llamada “la isla”, no hay agua. Y eso no sólo traba la escrituración de estos lotes sino que además está condicionando el crecimiento de la ciudad. Una isla sin agua. Y no es realismo mágico.

Lo cotidiano también se manifiesta en pasos de comedia. Sólo basta observar a los candidatos en campaña. Cómo arman sus discursos, sus estrategias, cómo configuran sus imágenes con el único objetivo de hacernos creer que todo tendrá un final feliz. Al menos hasta que se conocen los resultados finales, nadie hablará de un desenlace triste. Siempre que depositemos nuestro voto en ellos, la cosa va a ir bien. Una coreografía que se repite cada dos años y que muchos tienen aprendida de memoria. La trama de esta comedia se profundiza si observamos cómo los que hoy se abrazan son los mismos que antes se peleaban. O cómo aquellos que hoy se distancian hasta hace poco tiempo se juraban amor eterno.

Lo trágico, lo insólito y lo cómico, están a la vuelta de la esquina. La literatura se nutre de esos momentos y, de caer en buenas manos, terminan convirtiéndose en obras maestras.

En “Timbre a la hora de almorzar”, el cuento de Balzarino que da nombre al libro, sucede algo de eso. “Hay algo autobiográfico”, dijo riéndose el autor. El personaje de la historia es un hombre solitario que vive con el drama de tener que soportar antes de cada almuerzo el indeseable llamado de personas que van a pedirle algo de comer. El cree que se ha corrido el rumor de su bondad inicial y ya todo el mundo sabe que puede ir a tocar su puerta con el éxito asegurado. Hasta que en un momento decide ponerle fin a la situación y entabla con unos visitantes un diálogo frío y calculador, que tiene un solo objetivo: que lo dejen comer en paz junto a su botella de vino.

La obra completa de Balzarino está llena de referencias a la ciudad que lo acogió y lo vio crecer artísticamente. Una ciudad donde, en el caso de este cuento, se puede ver lo difícil que se hace la convivencia entre personas de dos mundos totalmente distintos pero que transitan las mismas calles. Personas que buscan tener las mismas posibilidades que los demás y otras que se encierran en aquello que tienen, como en una suerte de refugio.

Dos mundos en una misma ciudad. Dos ciudades en un mismo mundo. En Rafaela, hoy la realidad también le está ganando a la ficción. Y tal vez haya muchos timbres sonando a la hora de almorzar.

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