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Notas de Opinión Viernes 2 de Mayo de 2014

De confusiones y algunas certezas

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Roberto Actis

Por Roberto Actis

Existen ciertas cosas que no requieren aclaraciones, pues al momento mismo de tomar estado público, inmediatamente se las identifica hacia quienes están dirigidas, quienes las comparten, y por supuesto los que las rechazan. A esta altura de los acontecimientos, esta clase de situaciones han sido reiteradas de tal manera, que no son necesarias demasiadas precisiones. Veamos un caso concreto, ocurrido esta semana, es decir, bien fresquito, como para que nadie deba hacer uso intensivo de la memoria.

El presidente uruguayo Pepe Mujica de visita en los Estados Unidos y hablando frente a un centenar de empresarios para incentivarlos a que inviertan en su país, durante su discurso desbordante de dichos y expresiones sencillas, algunas tan campechanas al punto de convertirse en seria dificultad para los intérpretes, les dijo "nosotros en Uruguay no somos muy trabajadores, somos más o menos. No nos matamos mucho. Pero no somos corruptos, no andamos coimeando al empresario que viene. Somos un país decente".  ¿Usted tiene alguna duda a quién se estaba refiriendo? Por supuesto que a la Argentina. Y aquí no es cuestión de falsos nacionalismos, ni de símbolos patrios. En primer lugar, es tomar conciencia de lo que piensa de nosotros nuestro más cercano vecino -retrocediendo un poco tenemos aquella declaración del entonces presidente Batlle sobre "un país de ladrones"- y posiblemente buena parte del mundo, y en segundo término, tratar de convertirlo en un objetivo de reconversión. Cuanto más rápido mejor.

Otro tanto sucede con el documento de los obispos de la semana pasada. El gobierno salió a refutarlo, dividiendo la Iglesia en dos, por un lado el Papa Francisco, otrora el opositor Jorge Bergoglio, quien después recibió a todos con los brazos abiertos aún con el destrato que había tenido siendo el arzobispo de Buenos Aires. Una demostración de su sabiduría, pues fiel a la consigna que provocó tal revolución en la Iglesia y en el mundo, sostiene sus dichos de humildad, comprensión y diálogo con los hechos. Nada de oro y superficialidades, los pies bien sobre la tierra, con modos y costumbres de cualquiera de los mortales.

En cambio los obispos argentinos, hasta hace poco pares de Bergoglio, quien en la Conferencia Espiscopal dejó bien sembrada su semilla, muchísimo más fecundada luego de su asunción a la jefatura del catolicismo, hoy son los enemigos. Se vuelve a mostrar, como ha sido una variable de todos estos años, la contundente confrontación de amigo-enemigo, sin términos medios. El gobierno ocupa el lugar de los buenos, y todo el resto que se manifiesta en desacuerdo, o bien que puntualiza alguna disidencia, queda situado en el bando de los malos, de los vendepatria, de los antiargentinos, como antes eran los desestabilizadores. Allí están los obispos luego de la tamaña osadía de decir que el país esta "enfermo de violencia". ¿Alguien puede suponer que el Papa Francisco no comparte esta postura? Junto a la pobreza, la corrupción y otros temas igual de sensibles, fueron siempre sus caballitos de batalla estando en la Argentina. Justo eso llevó a que el gobierno le negara más de una docena de pedidos de audiencia y lo calificara como uno de los principales opositores, incluso dejando de asistir a la Catedral metropolitana para no tener que escuchar sus homilías. Claro, hoy es el Papa y desde ese lugar no corresponden esta clase de pronunciamientos, pero que sabe muy bien lo que pasa en la Argentina, ponemos las manos en las brasas.

Más allá de estas reflexiones, ¿quién duda que hoy el país está inmerso en la violencia? Y además, que estos 11 años de gobierno kirchnerista acentuaron esta actitud. La violencia no es sólo producto de la inseguridad, sino de comportamientos sociales. Núcleos de amistad divididos, familias que tomaron diferentes rumbos tras quedar partidas al medio, distanciamientos en el trabajo. Cómo será la violencia que ni siquiera un espectáculo deportivo como el fútbol puede ser compartido por las dos hinchadas pues la más de las veces terminan en agresiones de tal violencia que confluyen en la muerte.

Es una Argentina que está frente a los ojos de todos, los obispos no hicieron más que pincelar un cuadro de la realidad, lo que piensa, siente y sufre la gente por este escenario tan complejo, el que llevará muchísimo tiempo remediar, retornarlo al sitio que corresponde. La enorme y difícil tarea que tienen por delante los gobiernos por venir.

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