Por Vicente R. Ceballos
Nota 1
1930 - “En estos momentos marcho sobre la Capital al mando de las tropas de la primera, segunda y tercera divisiones del Ejército. Debo encontrar a mi llegada su renuncia, así como la del presidente titular. Los hago responsables de la sangre que llegue a verterse para defender a un gobierno unánimemente repudiado por la opinión”.
Texto del telegrama enviado por el comandante en jefe del Ejército, Gral. José Félix Uriburu, al vicepresidente de la Nación en ejercicio, Dr. Enrique Martínez. Fue el 6 de setiembre de 1930, cuando las armas de la Nación reinstalaron en el poder al conservadorismo desplazado en 1916.
Con el derrocamiento del gobierno de Hipólito Yrigoyen, la ruptura del orden institucional producida tendría penosas consecuencias para la Nación: marcaría el inicio de un proceso de declinación en lo político, social y económico harto evidenciado en nuestros días.
Convertido en jefe de Estado, Uriburu declaraba que “al apelar a la fuerza para libertar a la Nación de este régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto y generoso ideal” (…), “no nos guía otro propósito que el bien de la Nación”. Explicaba en una proclama que las Fuerzas Armadas, “con el apoyo moral de la masa de opinión, después de haber libertado a la Nación de la ignominia, ocupan de nuevo su lugar, sin ambiciones de predominio”. “La acción de una mayoría sumisa y servil ha esterilizado la labor del Congreso y ha rebajado la dignidad de esa elevada representación pública”, manifestaba acerca de la disolución del Parlamento dispuesta por los golpistas.
En ocasiones por venir no habría cambios mayores en la forma de atropello y desprecio a la República. Para explicar el agravio se reiteraría la recurrencia al argumento de la defensa de los intereses superiores de la Nación. Vejada invariablemente, fuere por la intrusión armada y su correlato dictatorial o el descaro en el aprovechamiento del poder en el marco de la democracia representativa, el resultado se muestra en el tremendo déficit moral y material acumulado. Decadente proceso caracterizado por la impunidad instalada, seguro amparo de tantos defraudadores de la confianza pública, de diverso pelaje ideológico.
EL PACTO
IGNOMINIOSO
Sobran ejemplos de imposturas varias en ambos casos. Una, por demás elocuente, lo representó el Pacto Roca – Runciman suscripto en 1933 por el gobierno surgido del fraude que siguió al golpe militar. Por unas libras de carne que adquiriría el Reino Unido a cambio de beneficios impositivos, el acuerdo quedó expreso en términos humillantes para nuestro país: el gobierno argentino, decía, “valorando los beneficios de la colaboración del capital británico en las empresas de los servicios públicos y otras (…) que funcionan en la República Argentina, consecuente con ello, con su tradicional política de amistad, se propone dispensar a tales empresas” (…) “un tratamiento benévolo que tienda a asegurar el mayor desarrollo económico del país y la debida y legítima protección de los intereses ligados a tales empresas”.
El artículo 6º manifestaba la “intención” del gobierno de: “mantener libres de derechos el carbón y todas las otras mercaderías que se importan en la Argentina libres de derechos”. En este orden, expresaba que en el caso de que “una proporción considerable de las importaciones en la Argentina provenga del Reino Unido y respecto de las cuales se le han sometido las propuestas correspondientes en reducción de derechos aduaneros, volver en general a las tasas y aforos de tales mercaderías en vigencia en 1930”.
Cuestionando el pacto respondía el senador Lisandro de la Torre: “…hay que exigir que la carne argentina entre a Inglaterra importada por los argentinos, como el carbón de Cardiff entra a la Argentina importado por los ingleses. Y si no puede entrar lo uno, que no entre lo otro”. “La investigación (negociados de frigoríficos ingleses), sí algo pone en evidencia es que en el comercio de carne somos no ya una factoría, sino la última factoría del mundo, puesto que Inglaterra no se ha permitido imponer ni a sus colonias de Africa y de Oceanía la humillación que le ha impuesto a la Argentina”. “Cuando un gobierno como el actual permite que los argentinos sean descalificados y reemplazados por los extranjeros, cuando escamotea la ínfima cuota del 11%, persiguiendo el propósito deliberado de no dársela a entidades argentinas, cuando pone sus esfuerzos, sus prebendas, sus dádivas y sus infracciones a las leyes al servicio del monopolio extranjero, podrá decir lo que quiera, pero no ha demostrado sentimientos nacionalistas”, denunciaba en julio de 1933.
Dos años después, julio de 1935, en plena sesión del Senado era asesinado el senador por Santa Fe, Enzo Bordabehere. El disparo que terminó con su vida estaba destinado a su correligionario de la Torre. El fraude contabilizaba impudicia y muerte.
El sentimiento nacional genuino remite al concepto de Patria y a todo lo que esta representa con sentido superior a defender y engrandecer en libertad y respeto a la ley. Constituye un patrimonio que pertenece a todos y a nadie en particular, una pertenencia común que debe ser honrada como tal. Nada que no sea la desvergüenza asiste al que se alza como único depositario e intérprete del espíritu de la Nación y de los fundamentos de su existencia.
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