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Notas de Opinión Domingo 8 de Junio de 2014

De velocidad y otros excesos

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Roberto Actis

Por Roberto Actis

Tránsito, inseguridad y droga, tres flagelos que se han extendido como polvareda en todo el país, y que nos tienen a maltraer con las consecuencias, dimensión y gravedad que a cada uno le corresponde. Rafaela no es una excepción -antes se decía isla, aunque hace rato que la comparación fue desechada- y por lo tanto está también seriamente alcanzada, a pesar de todos los intentos en la búsqueda de soluciones, que a veces terminan no siendo tales, pero que marcan una saludable inquietud de ocupación. 

Un punto de reflexión y para tener muy en cuenta es que sin el aporte de la gente, las chances de buenos resultados de cualquier intento se ven reducidas al mínimo, especialmente cuando se alude al tránsito, del cual todos somos protagonistas, desde los que conducen un rodado pesado hasta un peatón pasando por toda la escala, con una muy alta participación de transgresores.

Las infracciones son numerosas y todas causan molestias, inconvenientes y riesgos en diferentes grados. Pero de todas ellas, el exceso de velocidad y el cruce de semáforos en rojo son las peores, pues ponen en peligro la integridad física de los transgresores y de terceros, muchas veces la vida misma, como lamentablemente ha sucedido en nuestras calles.

Sobre la altísima velocidad hemos dicho bastante, pero no cejaremos en seguir haciéndolo. Es verdad que Rafaela debe ser una de las ciudades argentinas con mayor cantidad de vehículos según la proporción de habitantes, 32.000 automotores y 43.000 motocicletas, lo que muchas veces y en determinados horarios suele convertirse en un caos. Algunos viven apurados por sus horarios, otros simplemente por su espíritu transgresor, la cuestión es que la velocidad se ha convertido en un fenómeno, más que eso en un verdadero peligro del que nadie puede considerarse exceptuado. El riesgo que se corre andando por nuestras calles es mayúsculo, en cualquier lugar puede encontrarse con una desagradable sorpresa.

El relevamiento sobre el tránsito que hizo la UTN y se difundió esta semana, ofrece pruebas y datos espeluznantes sobre la velocidad. Algunas calles son verdaderas pistas de carreras, donde los vehículos llegan a circular a más de 90 kilómetros por hora. Aristóbulo del Valle -un lugar del que alguna vez llegamos a decir que había que colocarle guard-rails para proteger a los vecinos en sus veredas-, los bulevares Lehmann e Yrigoyen, la avenida Estanislao del Campo, las calles Belgrano y Necochea en el microcentro, Iturraspe del otro lado de la ruta 34, la prolongación del bulevar Santa Fe, por mencionar sólo algunos, son los lugares del vértigo, aunque por los reclamos que se escuchan y receptan, el panorama se extiende por casi toda la zona urbana, y con mayor razón en los accesos. Unos pocos casos puntuales citados en el aludido informe, otros aportados de nuestra propia cosecha, ya que ahora no quedan dudas sobre los disparatados índices de velocidad, antes sólo producto de la estimación. Salvo, aquella vez que en una madrugada por bulevar Santa Fe, hace ya varios años, a la salida de un boliche bailable de las inmediaciones, se constató a un Gol blanco andando a 130 kilómetros por hora.

Lomos de burro, retardadores de velocidad, los serruchos, y hasta los semáforos que son poco respetados, son insuficientes para la contención de estos excesos. 

Ahora se viene el tiempo de la implementación de controles por el sistema de fotografías, es decir, la constatación plena del vehículo infractor con el registro escrito de la velocidad de circulación, para que no queden dudas. Una añadidura importante para las ya existentes, que puede alcanzar una alta participación para ver si se logra contener este mal de nuestro tiempo: la velocidad. Claro, que habrá que acompañarlo debidamente con los montos de las multas, que hoy para la circulación, giros o cruces de calles a velocidades no permitidas la multa pecuniaria es de 1.800 pesos, que deberá ser elevada conveniente ya que es por allí donde entra la corrección. Y que quienes luego dicen que es una campaña recaudatoria, y bueno, eso será siempre inevitable, tengamos en cuenta que  nunca faltan bueyes corneta. Circular a 90 kilómetros por la calle, o cruzar un semáforo en rojo, son actos de una irresponsabilidad absoluta, rozando lo criminal.

Importante fue la ratificación, una vez más, de la política de tránsito por parte del intendente Luis Castellano. En estos casos, siempre se necesita de una fuerte decisión que respalde las acciones. "No vamos a retroceder", fue lo que puede interpretarse como síntesis. Suficiente.

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