Por Roberto Actis
Sobre todas las reformas y adecuaciones que se han venido implementando dentro de los entes que tienen a su cargo la seguridad, lo hemos venido informando en detalle al irse produciendo las novedades. No es sencillo de explicar en pocas líneas, pues de la Policía y Justicia tradicional que teníamos hasta hace poco tiempo y que se ubicaban gráficamente en los edificios de la Jefatura y Tribunales, ahora el sistema cuenta con agregados como la Fiscalía Regional, la Policía de Investigaciones y la coordinación que se hace desde el Nodo Regional con el Ministerio de Seguridad. Sin olvidar la participación de la Brigada de Drogas que viene de antes y que actúa independientemente, la que está siendo reforzada por el auge que ha tenido el flagelo, además del flamante Juzgado Federal que también tiene una presencia y participación importantes, y de la Gendarmería que actúa en jurisdicción nacional y que con la ruta 34 tiene un escenario altamente conflictivo. Pero eso no es todo, aún debe añadirse a este listado la Policía de Seguridad Vial que controla las rutas provinciales. Y finalmente, completando el cuadro, contamos en el ejido urbano con la GUR, el cuadro uniformado municipal de muy activas intervenciones.
El escenario que tenemos por delante en principio podemos calificarlo de complicado, exceso de burocratización para nuestro gusto, ya que cuando los organismos son tantos, con iguales deciden y que deben ajustar su accionar sin rozar siquiera la jurisdicción o tareas de los demás, suelen presentarse inconvenientes, que ya existen y lamentables muchos en materia de seguridad. De todas maneras, aún cuando algunas de estas reparticiones vienen de antes pero deberán amoldarse al nuevo esquema, y otras son recientes, la prudencia aconseja aguardar un tiempo para emitir un juicio más ajustado. ¿Se acuerdan lo del rengo? Para comprobarlo hay que verlo caminar. Aquí pasa lo mismo.
De cualquier manera, más allá de estas presunciones, ¿a la gente le interesan todos estos cambios? Sin arrogarnos la representatividad de nadie, simplemente de haberlo consultado con algunas personas de distintos estratos y condiciones, podemos concluir que no le importan absolutamente nada. Dicho así, con contundencia y sin dejar margen potencial de ninguna naturaleza. Lo que la gente quiere es estar más segura, vivir más tranquila y no tener que encerrarse en su propia casa con rejas, candados, trabas, alarmas y otros adminículos más sofisticados al alcance de pocos. Incluso algunos, aunque cometiendo un error, proveyéndose de armas de fuego. Olvidando seguramente que las carga el diablo, y que en lugar de seguridad lo que consiguen es mayor peligro todavía. Para manejar un arma hay que ser muy pero muy experto, no es para novatos o improvisados.
Existen situaciones que realmente preocupan. En el diario del martes pasado, en la sección policiales y también dando cuenta en tapa, dimos cuenta de un robo en el edificio de Tribunales. ¿Qué puede pensar la gente común, la del llano, que la única protección que tiene es cerrar con llave la puerta de su casa? Si logran ingresar furtivamente a las oficinas de un Juzgado del edificio de Tribunales, es fácil imaginar el nivel de exposición y vulnerabilidad que tenemos el resto. Aunque tal vez todavía más trascendente que el robo en si, que al fin y al cabo no requiere de tanta logística para cometerlo, es la impunidad con la cual se mueven los delincuentes.
Asaltos y robos en cualquier lugar, exhibición de armas sin problemas, arrebatos a pasos de las comisarías o de la misma jefatura, ahora el robo en Tribunales. Acompañando a esta última información, ese mismo día, dimos cuenta que en Rafaela se están cometiendo entre 15 y 20 delitos por día, que van por todo el arco de la criminalidad, desde un asalto a mano armada, al hurto de una garrafa en un patio. Una perspectiva que sin embargo no siempre suele tener la difusión que corresponde, quedando la sensación que habría cierto ánimo de bajar el tono con todo aquello que tenga que ver con la inseguridad. Ignoramos si por decisiones propias o directivas superiores, que aunque jamás dejen rastros ni serán admitidas públicamente en realidad existen, siendo bastante habituales en casi todas las áreas públicas. En educación por ejemplo, donde los docentes de nivel medio son conminados a ser condescendientes con las notas y evitar los repitentes todo lo posible. Ni hablar todo el preámbulo existe cuando se intenta poner alguna sanción, aunque sean simples amonestaciones. Claro, así anda la educación.
Lo realmente importante no es que suceda, sino que se sepa lo menos posible. Un criterio que viene desde hace rato, con resultados y consecuencias que están a la vista.
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