Por Roberto F. Bertossi
La democracia es la sociedad en la cual no sólo es posible sino exigido el ser persona según bellamente define Zambrano.
Gracias a la recuperación formal de la democracia en el año 1983 como a la vigencia relativa de la Constitución Nacional, durante este año se realizarán las elecciones presidenciales.
El candidato que resulte electo ocupará la sextuagésima primera presidencia de la nación (desde la sanción de la Constitución de 1853) y se convertirá en el décimo presidente desde el año 1983 a la fecha.
Sobre esa premisa y conforme sostiene Sábato, frágil y falible, hoy en día ningún otro sistema ha probado otorgar al hombre más justicia social y libertad que la precaria democracia en que vivimos y convivimos.
Hablamos de frágil, falible y precaria democracia o de una democracia en construcción porque la misma no puede prescindir de la presencia y participación activa y responsable de la sociedad civil para existir en cuanto tal ni consentir o ser "complaciente" con tanta pobreza e indigencia.
Es que sin diálogo cívico-político, interinstitucional e intersectorial, con pésimos modos, metodologías y lenguajes, (descalificando al que piensa u opina distinto, violando federalismos provinciales y municipales); con índices estadísticos inaceptables, con escandalosos grados y escándalos oficiales de corrupción y clientelismo, nuestra democracia no progresa sino que retrocede peligrosamente en términos de masificación, indiferencia y resignación.
En efecto, un notable e imparable incremento de la violencia e inseguridad, la degradación de muchos tribunales y el descreimiento en la justicia, el relajamiento y/o cooptación de los organismos de regulación y control, provocan la sensación de que la democracia es un sistema incapaz de investigar y condenar a los culpables, como si resultara un caldo de cultivo favorable para una corrupción institucional estructural la que, con gravísimos hechos institucionales recientes (vg., mafia de los medicamentos, exportación de droga a España, el narcoconcejal formoseño, etcéteras) propicia y explica que se hable de narcodemocracia, cuando, en realidad, en ningún otro sistema es posible denunciarlas y condenarlas.
Así las cosas, mientras tanto clientelismos y populismos tardíos, truncan y envilecen a generaciones de argentinos en tanto, demasiados connacionales e inmigrantes están condenadas a trabajar en negro e indecentemente doce o más horas al día, vivir hacinados en los sectores domésticos, de la construcción, gastronómicos, turísticos, rurales, mineros, etc., aberrante y miserablemente, queda en evidencia que, ciertamente, todo lo conducente para proveer al desarrollo humano, a la equidad educativa, al progreso económico con "derrame civil", a un crecimiento armónico de la Nación con racionales localizaciones poblacionales como todo aquello que tienda a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones son asignaturas pendientes no obstante ostentar alcurnia constitucional.
Con tantos desencuentros y decrepitudes, urge que todos, mancomunadamente, desde confluencias y diversidades, nos contagiemos de una participación concreta, informada y entusiasta que se configure vividamente en inéditas elecciones democráticas, regeneradoras y salutíferas que deriven en sabias alternancias republicanas para construir y reconstruir con nuestro `voto-poder´ (ineludible aporte ciudadano, el mejor y más valioso ladrillo democrático), una democracia formal, real y satisfactoria, con respuestas claras y precisas para los desafíos socioculturales, ambientales y del bien común, para el disfrute y felicidad de todos los todos del todo.
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