Por Roberto Actis
“Los medios de protección que la Constitución nos proporciona, son la libertad, los derechos y recompensas conciliables con dicha libertad. Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Algunas veces; demasiadas; se nos alentó a consumir sin producir. Muchas de nuestras ciudades son escuelas de vagancia de quienes después se desparraman por el territorio luego de haberse educado entre la liviandad, las fiestas, los desórdenes, la jarana y la disipación. Nuestro pueblo no carece de posibilidad de alimentación, sino de educación y por eso tenemos pauperismo mental y facilismo en el hacer. En realidad, nuestro pueblo se muere por hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos y de ignorancia en el arte de hacer bien las cosas y exigirse en la búsqueda de la excelencia. Muchos de los nuestros quieren pan sin trabajo, desean vivir del “maná” del Estado y eso les mantiene desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición".
¿Qué juicio le merece lo encomillado? Tremendo gorilón debe ser quien elucubre pensamientos tales, aunque como para darle un mayor agiornamiento, podríamos decir que se trata de alguien de mentalidad destituyente, o bien lo ahora más de moda deslegitimante. En realidad lo escribió un tal "Figarillo", allá por el mes de marzo de 1855. ¿Quién habrá sido tan insignificante personaje que debió escudarse en un seudónimo para difundir su pensamiento? Pues nada menos que Juan Bautista Alberdi, uno de los hombres más preclaros de nuestra historia. Ahora si quiere, denóstelo, repúdielo, o de otra manera acéptelo.
En realidad, no es que estemos tratando de ajustar sus dichos al presente, sino que son muy aproximados al transcurrir de los 156 años desde entonces. No hemos aprendido demasiado, queda en evidencia.
Pero claro, aunque siempre vuelva, eso es el pasado. La actualidad es siempre demandante, el dólar ya quedó atrás -quien sabe hasta cuando-, en cambio la inflación siempre es tema y no deja de preocupar -aunque ahora comenzó a ser admitida por la presidenta, lo cual es un avance-, pero en materia de escándalos pasó decididamente al frente Aerolíneas Argentinas, que mientras había dinero suficiente vaya y pase, pero ahora que los recursos escasean y se está rascando el fondo de todos los tarros, el seguir perdiendo más de dos millones de dólares por día no es cosa para tomarla a la ligera.
Un dato sobre el nivel de improvisación que rige en ciertas áreas, viviendo el día a día en lugar de la planificación y proyectos, lo tuvimos con la empresa aérea. En mayo de este año el titular Recalde ratificó ante el pedido de informes del Congreso que se mantenían y ampliaban los vuelos, que se compraban aviones, que se iba hacia la normalización financiera. En fin, pintó un porvenir venturoso. Ahora, acaba de decir todo lo contrario, se eliminaron vuelos, también aviones, y se dispusieron medidas de austeridad con el personal. Un ajuste. Además, desde hace algo más de tres años que la actual conducción está al frente de la línea de bandera, las pérdidas suman 2.200 millones de dólares, y este año en lugar de reducirse se mantendrán iguales pérdidas que en 2010.
Mientras tanto, las cuentas públicas siguen en el tobogán, cerrando en octubre con un rojo de casi 3.000 millones de pesos, con lo cual en los primeros diez meses de 2011 el déficit ascendió a 8.258 millones. Lográndose mantener esa cantidad manejable, gracias a los 8.700 millones que el Nación traspasó al tesoro, con lo cual sin ese aporte las pérdidas serían de 16.958 millones, lo cual ya estaría pasando de castaño a oscuro. El rubro ingresos ya está exprimido por donde se lo mire, hay que abocarse con todo al de los gastos. El comienzo con el ajuste de tarifas por la eliminación de los subsidios es un buen paso, aunque habrá que aguardar para ver el efecto de su aplicación, ya que existen diferentes formas, el shock o el gradualismo. Ojalá haya margen para esto último. De paso, aquí no hay forma de despegarse de la "herencia" de un sistema que en su momento pudo ser aceptable, pero que su prolongación en el tiempo fue nefasta. Y más cuando los subsidios se dieron alegremente para necesitados y pudientes. Una rara mezcla.
Y algo que mencionamos arriba, muy reciente, ajustado a aquello de más vale tarde que nunca, fue la admisión de la existencia de la inflación que hizo la presidenta Cristina ante los empresarios de la UIA. Es probable que se inicie al fin una lucha contra el flagelo, que hubiese sido mucho más benévola en tiempos de abundancia, no ahora en que llegan las estrecheces. Y sino miren a Chávez en Venezuela lanzando un desesperado control de precios.
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