

Por Edgardo Peretti
Si a un argentino le preguntan hoy en Méjico quiénes son los paisanos más famosos en estas tierras pampas, no hay duda que dirá el Chavo (Roberto Gómez Bolaños), Quico (Carlos Villagrán), la Chilindrina (María Antonieta de las Nieves), doña Florinda (Florinda Meza), El profesor Jirafales (Rubén Aguirre) o don Ramón (Ramón Valdez).
Si la misma pregunta se hubiese formulado antes de los años setenta, la respuesta era única e inequívoca: Cantinflas.
Desde hace varias generaciones en nuestro país, tan afecto a sobrenombres y otras formas de mencionar a la gente, pululan los "Chavos", los "Quicos" y hasta las "Chilindrinas"; y no hay maestro de estatura poco habitual que no sea identificado como "Jirafales".
Claro que si el requerimiento es sobre el más querido y amado, el primer lugar es para don Ramón, vago, atorrante y pícaro personaje que fue más allá de la fama. Hoy es leyenda viva, al menos para los que tienen más de cincuenta pirulos almacenados en el DNI.
UN POCO DE HISTORIA
Rubén Aguirre Fuentes nació en su Méjico querido el 15 de junio de 1934 y falleció en su misma patria el 17 de junio de 2016. Tenía 82 años recién cumplidos.
Era ingeniero agrónomo de profesión y amaba la actuación, aunque jamás pensó que terminaría siendo un personaje de culto, con ese papel de sombrero, bigotes y sempiterno habano entre sus dedos; enamorado sin suerte de concretar con doña Florinda y con un latiguillo que es, aún hoy, un clásico: "tá… tá… tá...".
Se sumó a las huestes de Gómez Bolaños en 1971 cuando "El chavo del 8" (número del canal que lo emitía) era un sketch dentro del programa "Chespirito".
Pero el 26 de febrero de 1973 el emblemático espacio tendría vuelo propio, permaneciendo en el aire hasta el 7 de enero de 1980 con grabaciones propias, extendiendo su exhibición en la poderosa cadena Televisa hasta 1992.
Desde entonces, sus personajes deambulan por toda América, sin caer en el olvido y -dicen- sin que nadie (¿también Argentina?) haya pagado jamás un peso por los derechos.
LA BANDA SE DESARMA
Las malas lenguas, que nunca se equivocan, adjudican a la notoria influencia de Florinda Meza el final de la unidad del grupo. Por esa razón, tanto Quico, como la Chilindrina y Jirafales decidieron armar compañías por su cuenta y partir de gira hacia el ámbito donde más los amaban: Latinoamérica en general y Argentina y Perú, en particular, donde eran ídolos totales.
El tiempo no pasaba. Las sucesivas repeticiones (¿gratuitas?) se encargaban de mantenerlos vivos a todos.
En ese marco Jirafales llegó a Rafaela. No alcanza la memoria del escriba para ubicar sitio o fechas precisas de actuación, pero -seguro- fue en 1995.
En ese entonces LA OPINIÓN contaba con una redacción flamante en lo edilicio y de alto nivel en lo profesional. La disposición del espacio de trabajo lo tenía a Roberto Actis (secretario General de Redacción) en un escritorio de frente al resto donde, en tres hileras se ubicaban Marilú Colautti, EDP, Emilio Grande (h) y Víctor Hugo Fux en la primera. Después, en la siguiente, se asentaban Rubén Armando, Darío Gutiérrez, Germán Sánchez y Pedro Ulman; cerrando el equipo Alberto Garmendia, Claudio Giannetti y Omar Tosello. Un lujo de plantel periodístico. Abrazo al cielo a los que ya se fueron.
El caso es que un día llegó Aguirre/Jirafales para hacer una nota de promoción de su actuación. Marilú lo recibió, junto a otros artistas, en un privado que estaba casi en el hall de ingreso del hoy histórico edificio de la calle Lavalle.
En un momento, el mejicano preguntó por el baño y no quiso ser acompañado, así que salió hacia el lugar y pasó por la Redacción para ir a la zona de sanitarios, la cual fue indicada -dice la historia- por el "Flaco" Dezzani, un ícono del ámbito gráfico.
El caso es que el visitante pasó de largo por baños nuevos y terminó apareciendo en los viejos espacios, cuasi fundacionales del Diario, escenario de diarias luchas de detergentes, lavandinas y desodorantes de todo tipo, que solían perder por paliza con un aroma que, como primera definición, aceptaría el adjetivo de pestilente sin hesitar.
Pero el tipo se la aguantó como un cuate de su pago y cuando salió a la vista de la civilización, sólo atinó a decir "¡¡¡Caramba!!!", mientras se tomaba la nariz. Un duque el Profesor.
Qué lindo haber vivido eso. Que maravillosa, aunque quizás algo escatológica anécdota.
Hoy es solo eso. Cuando los miembros de la troupe van partiendo, con el Chavo incluido, Carlos "Quico" Villagrán no deja de expresar que "poco a poco, se nos va yendo la vecindad al cielo".
Me permito corregirlo, admirado personaje. No se van; en realidad, están volviendo a su ámbito, su espacio, su mundo. La vecindad siempre fue más del cielo que de la tierra.