Por Roberto Actis
Es probable que las consecuencias del aplastante triunfo de Cristina Fernández en las primarias del domingo pasado, hayan tenido un impacto mucho mayor en la oposición que en el propio oficialismo ganador, en ese habitual balanceo entre euforia y decepción que suele darse una vez realizado el conteo de los votos. Es que, aún cuando existía generalizada coincidencia en que el kirchnerismo -que a esta altura y por como vienen dándose las circunstancias es indiscutidamente "cristinismo"- no corría riesgo alguno en cuanto a la victoria, ni siquiera las encuestas de Artemio López o Julio Aurelio, siempre desbordantes de optimismo para los K, tenían aproximación con lo que luego establecería la realidad, superando la línea del 50 por ciento y dejando un tendal en la oposición.
Los análisis que se han hecho sobre tan contundente pronunciamiento de la gente son de una diversidad total, no dejándose casi ninguna posibilidad sin mención. Una de ellas, de fuerte contenido, es que la conducción de Cristina se fue afianzando muy sólidamente desde la muerte de Néstor Kirchner, aunque resulte un contrasentido, pues si bien desde lo humano es una pérdida que impacta de diversas maneras y en lo más profundo, en cambio en lo político fue como una liberación que le abrió la posibilidad de ejercer un liderazgo que antes era opacado por esa presencia, incluso apareciendo un estilo menos confrontativo que fue acentuándose en todo este tiempo preelectoral, y que alcanzó su clímax el mismo domingo por la noche, cuando Cristina con voz calma y sin la grandilocuencia gesticular de otras veces, formuló una convocatoria al diálogo y la unidad, a una oposición que, por ese momento todavía estaba a cuerpo tendido en la lona. Claro, todo resulta mucho más fácil y sencillo desde la victoria, y más con estos números, pero así y todo debe rescatarse como positivo.
Toda la especulación sobre el 40 por ciento y un opositor a menos de 10 puntos para ir a una segunda vuelta el 23 de octubre, con estas primarias que fueron en realidad una gran encuesta, quedó sepultada y a buen resguardo. En realidad, y tal como se llegó a calificar de innecesaria la participación de Daniel Filmus en el balotaje con Macri estando 20 puntos atrás, ¿con qué aspiración y ánimo pueden ir los que ahora quedaron a 38 puntos de Cristina? Está bien que se elegirán también otros cargos, pero lo de la fórmula presidencial será apenas una formalidad, y de paso, un martirio para los opositores. No todos, debe decirse, pues no es la misma situación de Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde o Elisa Carrió que fueron los grandes perdedores, que por ejemplo Hermes Binner que por diversas circunstancias como fueron su corta campaña y la coherencia demostrada al momento de hacer alianzas, aparece como el posible receptor de los sufragios opositores. O Jorge Altamira, quien sin ninguna pretensión, alcanzó la meta que le permitió superar el mínimo de votos para participar en octubre, lo cual no fue en cambio logrado por Alcira Argumedo, la candidata de Pino Solanas, cuyo Proyecto Sur tuvo el mazazo de gracia. O incluso Alberto Rodríguez Saá, que con su módico 7 por ciento le alcanzó para mantener el invicto en San Luis siendo el único distrito del país que no ganó Cristina. Algo es algo, y además los Saá dan siempre la impresión de participar más por deporte que otra cosa.
Pero no sólo de candidatos y sus perspectivas puede hablarse entre opositores, ya que por ejemplo, al presidente ruralista Hugo Biolcatti también se le salió la cadena, emulando a Fito Páez dijo "la gente mira a Tinelli y si puede pagar el plasma, no le importa más nada". Como vemos, las habas se cuecen en todas partes.
Demás está decir que el triunfo, y más con la contundencia que tuvo, no borra de un plumazo lo que hemos venido sosteniendo respecto a algunos aspectos funcionales. La inflación como flagelo enquistado, las mentiras del INDEC -según el organismo una familia de matrimonio y dos hijos puede vivir con 1.331 pesos por mes y no considerarse pobre-, el entrecruzamiento de subsidios que este año terminarán insumiendo 70.000 millones de pesos, la torrencial fuga de divisas. Y aún cuando la lista puede continuar, con muchos otros temas, dejamos aquí lugar para la corrupción, que si bien no parece hacer mella al momento de votar, en cambio es necesario enfrentarla con decisión por una simple cuestión de justicia y equidad, y por sobre todo, porque es una inmoralidad. Que por ejemplo Schoklender haya manejado 750 millones de pesos para hacer viviendas que no hizo y que en cambio destinó a lujos y placeres, mientras los desesperanzados de siempre fueron reprimidos por levantar una carpita en algún descampado, es un despropósito que excede todo calificativo.
A quienes sostienen que hay que profundizar y no corregir nada porque así lo dijo el 50% de los votos, habria que recordarles que De la Rúa tuvo el 48 por ciento.
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