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Notas de Opinión Lunes 24 de Marzo de 2014

El hombre económico

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Rodolfo Zehnder

Por Rodolfo Zehnder

Se entiende por economismo (economicismo) el principio de sobrevalorar los aspectos económicos de la realidad social; el excesivo énfasis puesto en los elementos económicos configurativos de la misma. Se constituye en un rasgo típico de la realidad actual, no sólo limitado a los países desarrollados, aunque adquiriendo en estos una particualr dimensión.

El hombre –todos nosotros, aunque en desigual medida y grado de responsabilidad– padecemos de distintas cuotas de economicismo y lo manifestamos en la vida cotidiana de diferentes maneras.

Un de esas manifestaciones es la propensión casi desenfrenada al consumo, en particular de bienes durables; no sólo como resguardo de valor en los ingresos deteriorados pro la inflación, sino como medio parara obtener una mayor calidad de vida y por lo tanto mayor felicidad, la cual estaría asegurada en la obtención de bienes materiales.

Otra manifestación es la tendencia a decidir por quién votar según parámetros económicos, No intervienen mayormente, en la decisión, elementos extra económicos: gobernabilidad, republicanismo, democracia, institucionalidad, capacidad, nivel de corrupción: subvaloración de todos estos valores, que pasan a un segundo o tercer lugar en esa tarea de discernimiento y decisión electoral.

Una tercera manifestación del economismo es la sobrevaloración del presente, y consecuente sub-valoración el pasado y aun del futuro, ambos inexistentes en el horizonte de la toma de decisiones y elección –nada menos- de un modo de vida. Es el adiós a los sueños, a las utopías, a las ilusiones, a la esperanza en su sentido más profundo. Características, por otra parte, típicas del hombre pos moderno.

¿Qué implica analizar todo –ver, juzgar y obrar- en clave económica?: abdicar de valores superiores, que quedan subordinados; fuga pasatista hacia lo material; sobrevaloración del presente; falsa ilusión de felicidad; materialismo; ausencia de análisis filosófico y fenomenologico.

Este principio –pero también postura, criterio discernidor, estilo de vida- conduce a, o transita por, distintos caminos o consecuencias: la relativización de ideales o valores superiores a los materiales; el uso y explotación irracional de la naturaleza; el individualismo; la dificultad en percibir las carencias de los más débiles (indiferentismo); la persistente y creciente inequidad en la distribución de los bienes; el abuso de poder y de la libertad (por parte de los más fuertes); la despersonalización (en función de exagerar lo organizacional).

El economismo es pariente directo del consumismo, en íntima relación, del cual nos ocuparemos en otras reflexiones.

Es un signo de los tiempos, al cual corresponde por tanto analizar y evaluar.

El homo economicus prioriza lo material. Descree del pasado y del futuro. Absolutiza la posesión de bienes materiales. Reduce lo económico simplemente al poder adquisitivo de sus ingresos. Prioriza lo individual o familiar, a nacional o global. Habla de economía normalmente sin mayores fundamentos técnicos. Ve el árbol y no el bosque; lo inmediato y no lo mediato; lo urgente y no lo necesario; las consecuencias de los actos y no su génesis (que evitaría su reiteración).

El homo economicus piensa que cada hombre tiene su precio, y por lo tanto no entiende de altruísmo, de filantropía, de la caridad bien entendida, de la honestidad sin límites. Pone su alma en las cosas, y por tanto tiende a cosificar a las personas, convirtiéndolas en instrumentos y no en fines en sí mismas, en entes fungibles.

El homo economicus no establece relaciones o vínculos amicales, desinteresados, afectivos, sin sólo los guiados por su interés y conveniencia. Tiende a tener una moral utilitarista (Bentham); es bueno lo que me es útil.

En latitudes tan alejadas del progreso material pareciera improcedente reparar en las consecuencias negativas del economismo. Pero la crítica es sólo aparente, si se repara en el hecho de que la búsqueda de dicho progreso no puede ser ajena a la concepción misma que se tenga sobre lo que constituye “progreso” en el devenir humano.

Por ello, no resulta superfluo recordar, con Bergson, que al progreso material le ha faltado el “suplemento de lª”; y que la economía debe también estar sujeta a la ley moral, sin la cual se convierte en mera ilusión o ficción.

¿Estaría en condiciones Argentina de plantearse un desarrollo con prevalencia de valores espirituales?

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