Por Roberto Actis
Luego de la aprobación relámpago que se hizo de la expropiación de la imprenta ex Ciccone, en medio de una serie de anormalidades de todo orden -partiendo del decreto presidencial impropio, pasando por un ocultamiento de información enorme e ignorando todos los antecedentes y hechos de reciente data- la pregunta del millón, o la incertidumbre mejor dicho, está relacionada con lo que sucederá de aquí en más con la causa judicial que tiene como principal imputado nada menos que al vicepresidente Amado Boudou.
Si consideramos que por esta causa, fueron poco menos que borrados de un plumazo el procurador Righi, el juez Rafecas y el fiscal Rívolo, estos dos últimos por haber profundizado demasiado la investigación y el primero por haberse quedado cruzado de brazos en lugar de accionar en una tarea de obstrucción, aunque pueda decirse que se trata de un prejuzgamiento, debemos convenir que las posibilidades de que el caso siga adelante con la misma dirección y energía de antes son más bien escasas.
Al fin de cuentas, si se determinó expropiar la imprenta en tiempo récord, justificando con algunos argumentos que no resisten el menor análisis, y aun cuando hace apenas dos años expertos de la Casa de la Moneda hicieron un informe lapidario sobre su equipamiento e incluso sobre sus instalaciones deficientes, pero además habiéndose firmado un convenio para imprimir billetes -cuyas desprolijidades fueron notables- sólo cuatro meses atrás, como claro indicativo que no existía la intención de expropiar ni tampoco se pensaba en la altisonante frase de la "soberanía monetaria", queda bajo sospecha por no decir en evidencia cuál es el verdadero objetivo de todo este irregular proceso.
Pero además, con este traspaso al Estado, en medio de una nebulosa total en la cual no se pudo siquiera conocer quién o quiénes son los dueños, cuánto vale la ex Ciccone pues no fue tasada -un verdadero absurdo-, ni tampoco los potenciales beneficiarios, termina cerrándose un círculo que había sido mal calculado. No se debe agudizar la imaginación en exceso: una imprenta que no funciona y que para hacerlo necesita de una inversión millonaria, con una montaña de deudas de toda clase y trabajando a pérdida a razón de un millón de dólares por mes. Si viene alguien, se hace cargo de todo, encima le da dinero y muy probablemente produzca una limpieza en la justicia, negocio redondo.
Ante panorama tal, hasta llega a comprenderse mejor que con todo lo que tuvo que estar pasando estos últimos meses el vice Boudou siempre esté exhibiendo una ancha sonrisa. En el Senado, presidiendo la sesión -un verdadero colmo ético- donde los cuestionamientos a su persona incluyeron calificativos como "corrupto, esbirro o mafioso" dichos a viva voz, siempre respondió con su clásica sonrisa. Sin dudas, fuera de tiempo y espacio. En la instancia siguiente en Diputados, en una jugada que nada tiene que ver con el orden, normas y funcionalidad de la Cámara, pero demostrativa y elocuente, un opositor pidió a viva voz que quienes creyesen que Boudou -que en ese mismo momento exhibía su plástica sonrisa en Jujuy- era inocente levantaran su mano. Hubo una sola alzada, del diputado Kunkel. Un episodio que habla por sí mismo, sin necesidad de añadiduras.
Cuando una persona de bien se encuentra con todas estas acusaciones, incluso algunas de ellas con respaldo de pruebas que terminaron comprobando que varias de sus afirmaciones no habían sido verdad, como la firma del escrito elevado a la AFIP para otorgar la moratoria a Ciccone, en lugar de negar sistemáticamente y de escudarse en la descalificación de los acusadores, lo que debe hacer es presentar las pruebas que respalden su inocencia, ponerse a disposición de la justicia y renunciar a toda clase de privilegios y protecciones. Exactamente al revés de lo que vino haciendo, quedando expuesto ante la sociedad y extendiendo la mancha hacia buena parte del gobierno.
Por ahora es un imputado, cargado de pruebas en su contra, pero no culpable. Eso lo deberá determinar la justicia, al menos suponemos que así ocurrirá. ¿Qué hubiese sido más saludable? Sostenerlo a ultranza caiga quien caiga, o adoptar una actitud al estilo Dilma Rousseff. Aunque claro, cuando se dicen tantos despropósitos, como la inflación del INDEC, que una persona puede comer con 6 pesos por día o que en el Chaco hay desocupación cero, todo lo que se diga queda bajo sospecha. Mientras tanto, él sigue riendo. Seguramente en su intimidad conocerá las razones.
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