Por Roberto Actis
La intervención quirúrgica de la presidenta Cristina Fernández fue el centro de todo durante la semana. Está reponiéndose satisfactoriamente, y eso es bueno, positivo por varias razones. La primera de ellas, porque tiene por delante recorrer un largo camino todavía, hasta cuando culmine su mandato a fines de 2015, y tal como vienen las cosas en la economía y las finanzas -aún sin caer en ciertas predicciones apocalípticas- no serán sencillo, pues muchos de los problemas que en lugar de solucionarlos se fueron empujando hacia adelante, ya no tienen casi espacio para seguir manteniéndolos en ese estado, y mucho menos si hablamos de dos años. La permanencia de los subsidios, dejando al margen la asignación universal por hijo y los que se dan para sostener a casi la tercera parte de la población que ha quedado marginada del sistema, sino los que siguen recibiendo el transporte, la energía, los peajes, los medios de comunicación del monopolio estatal, y el fútbol, seguramente el más vergonzoso de todos, además de algunas industrias del sector alimenticio que siguen siendo beneficiadas por una metodología que está agotada por donde se la mire.
Hace dos años se intentó dar marcha atrás con los subsidios y fue un fracaso, no se animaron a seguir por el caos social que significaba, pero es cierto que alguien deberá buscarle la manera adecuada para eliminar todo este entrecruzamiento que generó artificialidad en la economía, y eso debería ocurrir ahora, no dejar esta brasa ardiente en las manos del siguiente gobierno. Por otra parte, es muy probable que no haya los recursos para sostenerlo todavía dos años, cuando ya ahora hay claras señales de agotamiento.
La energía es el más claro ejemplo de la década transcurrida, un problema que venía de antes, es cierto, pero sobre el cual no se hizo absolutamente nada por buscarle salida, y más aún, se lo agravó al extremo de haberse perdido el autoabastecimiento. La importación de combustible y gas crece tan vertiginosamente, que se va engullendo gran parte de los recursos que deja la soja y el resto del complejo agroalimentario. Este año, se estaría en el orden de los 15.000 millones de dólares y el próximo se estima que serán necesarios 20.000. Un verdadero barril sin fondo, en tanto aquí se debe sostener el cepo al dólar para poder afrontar ese altísimo gasto, con todo el efecto negativo que tuvo sobre otros sectores.
Aunque serios e irresueltos, tanto como la inflación, la conmoción provocada por la situación de la presidenta Fernández hizo que quedaran en un plano posterior, poniendo en cambio en la superficie algunas otras cuestiones que entre otras cosas plantean ciertas debilidades que, por lo visto y escuchado, han quedado absolutamente al desnudo. Que la presidencia de la Nación sea ejercida por Amado Boudou es una de ellas, un sapo que aunque casi toda la tropa salió a respaldarlo, no logran tragarlo ni los mismos kirchneristas. Hasta hace unos días al vice lo tenían alejado de cualquier clase de aparición -estaba en Brasil exhibiéndose sobre su Harley Davidson, luciendo su pinta y fama de play boy- pues resultaba un verdadero piantavotos. No por nada es el político argentino con peor imagen negativa de la Argentina. Hoy en cambio, y aunque se asegura que será lo rígidamente controlado como para que no tome ninguna medida, está ocupando la presidencia y no se sabe por cuanto tiempo. Ojalá sea lo más breve posible.
Esta es una consecuencia del sistema personalista a ultranza impuesto por el kirchnerismo desde siempre. Es que absolutamente todo siempre fue resuelto por Cristina Fernández desde la muerte de Néstor Kirchner. Es la presidenta, quien decide sobre la economía, las relaciones exteriores y cada una de las cuestiones, hasta las más simples. Fue ella quien eligió con el dedo a Boudou, y debe cargar con el peso de su decisión, ya que desde el mismo comienzo se convirtió en un sobrepeso muy duro de cargar. Hoy, como jefe de Estado interino y en las instancias previas de una elección, es algo así como la frutilla del postre.
La historia de los vicepresidentes en nuestro país es nutrida en cuanto a situaciones curiosas, algunas realmente patéticas. Muchos fueron un verdadero incordio para sus presidentes, casos de Alejandro Gómez con Frondizi y más cercano en tiempo Chacho Alvarez con De la Rúa -por el caso de los sobornos-, ambos renunciantes. Tampoco se quedaron atrás Duhalde con Menem -siendo luego su más encarnizado rival buscando quien le gane la elección, hasta recalar con Kirchner después del frustrado intento con Reutemann-, y Carlos Ruckauf, también con el riojano. Y todavía más reciente, el mendocino Cobos con su voto no positivo, pasando a ser el enemigo número uno de su propio gobierno.
Pero el caso más notable fue el de Elpidio González, quien fue vicepresidente de Marcelo T. de Alvear. Antes había sido dos veces diputado nacional y ministro de Yrigoyen en sus dos presidencias. Cuando se retiró de la política, se lo vio vendiendo betún y ballenitas en algunos lugares de Buenos Aires. No tenía siquiera una casa propia. Al tomar estado público su situación, el gobierno de entonces le ofreció una jubilación -dicen que ese fue el origen de las privilegiadas- pero ¿saben qué respondió González cuando se la ofrecieron?: "mientras tenga dos manos para trabajar no necesito ninguna ayuda". Compare con muchos de nuestros políticos de hoy y de siempre y tal vez encuentre explicación porque la Argentina siendo uno de los países más favorecidos por la naturaleza en el mundo, nunca haya conseguido despegar como corresponde.
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