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Notas de Opinión Sábado 19 de Febrero de 2011

El mayor problema ambiental argentino

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Ricardo Luis Mascheroni

Por Ricardo Luis Mascheroni

El mayor problema
ambiental argentino

Por Ricardo L. Mascheroni (*)

Estas reflexiones podrán no agradar a algunos amigos y a otros, que han hecho bienintencionadamente de la defensa del ambiente el leit motiv de su existencia.
Tengo claro, que el que escribe o el que habla, siempre expone una manera de pensar, por lo tanto subjetiva y parcial, que se puede compartir o no, precedida de valores, creencias e intereses determinados y que por ello no puede contentar a todos.
Si algún periodista, comunicador, sociólogo o investigador social hiciera una encuesta entre las miles de ONGs. ambientalistas y ciudadanos de nuestro país, mediante la única pregunta: ¿Cuál es el principal problema ambiental de la Argentina?, el resultado de la misma en líneas generales, mostraría entre los primeros lugares del ranking, lo siguiente: Mineras a cielo abierto,
Monocultivos, Fumigación, Deforestación, Bosques artificiales, Degradación y contaminación del agua, Represas, Usinas Nucleares, Concentración urbana,
Contaminación industrial, Basura, Contaminación electromagnética.
Coincido que todos ellos son de mucha gravedad, los que tomados en conjunto, generan una sinergia peligrosa para las actuales y futuras generaciones.
Sin perjuicio de ello, entiendo humildemente que el principal problema ambiental, hoy por hoy de la Argentina, no se encuentra entre los enumerados. 
ENEMIGO PUBLICO
Estoy convencido que el malo de la película, en materia ambiental es el transporte automotor, escasamente juzgado en todos sus impactos, salvo por unas pocas asociaciones en aspectos vinculados a la preservación de la vida humana.
Este transporte cobra negro protagonismo ante una seguidilla de luctuosos incidentes, pero, pasadas las catilinarias periodísticas y las imágenes en primera plana de autos retorcidos, cae nuevamente en letargo, hasta la ocurrencia de nuevos hechos.
Para que no se considere temeraria esta afirmación, debemos analizar holísticamente todas las aristas del problema, que insisto, no genera la oposición social que percibimos en otros temas.
Nuestros sentidos se alertan, al oír: pasteras, fumigación o minería a cielo abierto, etc.
No ocurre lo mismo cuando se habla del automotor, aunque los medios de comunicación nos inunden la vista y el oído con accidentes de tránsito.
¿A qué se debe ello?
El automotor precede a casi todos los problemas reseñados, salvo excepciones, extendiéndose como metástasis sobre el Planeta. Argentina no es la excepción y estos crecen como hongos después de la lluvia, ligados a una matriz petróleo dependiente.
Esa expansión descontrolada, es causante de la desaparición por año de casi 8.000 personas, los habitantes de una ciudad chica. Como si les arrojaran una bomba neutrónica.
A este asesinato serial, sumemos los heridos, discapacitados temporales y permanentes y los bienes destruidos, lo que traducido a términos económicos sería imposible de calcular en concepto de: indemnizaciones, seguros, pensiones, pérdida de capacidad laboral, internaciones y atención médica hospitalaria, rehabilitaciones, prótesis, daños morales y demás rubros a considerarse, que sin duda superan largamente todos los otros problemas.
Ello, supera con creces a otro conflicto, muy sensible a la opinión publicada y al ciudadano común, cuál es el de las víctimas de la inseguridad delictiva.
El automotor, en todas sus variantes, consume casi el 50% de la energía disponible en el país y emite la mayor cantidad de dióxido de carbono, causante del cambio climático.
Nos quejamos de la minería, sin pensar que si hay algo que encarna como nadie esa actividad es el automotor, que es minería pura, no sólo en su producción, sino en su funcionamiento.
Este adalid de la sociedad de consumo, no sólo mata en los accidentes, además fumiga el aire que respiramos con minerales y gases letales como el monóxido de carbono.
El asbesto que se desprende de las pastillas de frenos y embrague es cancerígeno. Estudios científicos afirman que caminar 30 minutos en micro-centros atestados de vehículos, equivale a fumar entre 15 y 40 cigarrillos por día.
Los aceites y fluidos que desecha, muchas veces van a los cursos de agua, generando la contaminación del recurso hídrico. Ni hablar de la polución acústica, causante de infinidad de daños auditivos. Por lo general, estos daños colaterales, rara vez son ponderados o presupuestados.
PLAN LAURA: OTRA
MENTIRA QUE MATA
Desde hace años, esta iniciativa es la apologista y publicista más destacada de este sistema de transporte irracional, funcional a los intereses del complejo industrial multinacional automotriz-petrolero y del caucho, que desde décadas viene arrasando con las soberanías económicas y políticas de los estados.
La propuesta, nada inocente, no sólo apunta a consolidar el modelo, sino a reproducirlo hasta el infinito.
Lewis Mumford, en su libro "La Carretera y la Ciudad", decía: "el transporte, es un asunto demasiado importante para ser dejado en manos de especialistas". "Cuando Norteamérica, votó un programa de 26 billones de dólares para carreteras, lo más caritativo que puede pensarse es que no tienen la menor idea de lo que están haciendo. Dentro de los próximos años, será demasiado tarde para corregir todo el daño causado a nuestras ciudades y campiñas, por este programa mal concebido y tan absurdo por lo desequilibrado". "Mientras los fondos y los subsidios se vierten sin restricción en mejoras para carreteras, el ferrocarril para largas distancias está languideciendo y hasta se permite que desaparezca".
El Presidente de los Arquitectos de Rosario Sr. Peccia, decía: "mientras los planificadores en los países avanzados ponen énfasis en el logro de una mejor utilización de la red ferroviaria existente, la preservación del entorno, el uso más racional de los recursos energéticos, desalentando el transporte individual como solución básica para el complejo problema urbano, propiciando deliberadamente el transporte público, en la Argentina se extiende el certificado de defunción al ferrocarril."
Un km de autopista ocupa 10 Ha. de buenas tierras, que se transforman en improductivas, contra 2 o 3 Ha. del ferrocarril y con una vida útil de 7 contra 30 años de las vías.
Según datos de la Unión Europea el número de muertos cada 1.000 millones de viajeros-km: es de 0,2 el tren, 0,4 en avión y 8,7 en carretera. En otras palabras, la carretera resulta 43 veces más letal que el ferrocarril.

(*) Docente e investigador.

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