Por Victor Corcoba Herrero
Los seres humanos podemos estar hechos todos del mismo barro, pero
es el molde humano el que nos diferencia a unos y otros. Cada persona,
ciertamente, tiene su carácter, pero ha de sentirse unido a los demás. Ese
sentido de unión y de unidad es una cuestión urgente a desarrollar en un mundo
cada día más complejo y globalizado. Ha llegado el momento de que los moradores
del planeta nos planteemos esta cuestión, la de la emergencia humana como deber naciente y como obligación principal.
Mucho se habla de educar a los jóvenes para la justicia y para la paz, pero
poco se platica de moldear comportamientos, de sensibilizar actitudes que
frenen la galopante deshumanización que padecemos. El molde humano no es una cosa, es
una grafía del alma que imprime vida, que por sí misma exige compartir esa
existencia. No olvidemos que nuestra única meta debe ser vivir, sabiendo vivir
y dejando vivir. Por tanto, gobiernos que cometan crímenes contra la humanidad
no pueden quedar impunes. ¿Por qué sucumbir a su siembra de odio y venganza?
Hay que plantarse. Debe cesar cuanto antes este fanatismo destructor de la
especie humana, que, por otra parte, se ha convertido en una fuente de peligro
permanente. La prisión que vive hoy el mundo entero, a causa de los fanáticos,
no puede seguir por más tiempo, necesita que la humanidad reaccione de lo
contrario la degradación será total, y todos acabaremos reducidos a la nada. El
fanático no entiende de diálogos, piensa que sabe más que nadie, se siente Dios, y sólo desea que los seres
humanos estén a sus pies.
Las personas civilizadas, o sea las
personas de molde humano, saben que no se nace intolerante, sino que se llega a
serlo, y una causa primaria del intransigente es la ignorancia.
Consecuentemente, nuestra tarea es hacer frente a la barbarie con injertos de
libertad, pero también con firmeza en las decisiones, que nacen sin duda del
conocimiento. Téngase en cuenta que aquello que uno conoce, se entiende más
fácilmente y se puede razonar mucho mejor.
En cualquier caso, el crimen y la inseguridad han de terminar, puesto
que amenazan directamente al desarrollo humano, a la prosperidad y a la
estabilidad de los pueblos.
Todos debemos implicarnos y
aplicarnos, pues, en detener las riadas de violencia y violaciones que
aterrorizan el planeta. Si en verdad se interiorizara el molde humano en la
dirección de su propia humanidad, estoy absolutamente convencido que
alcanzaríamos el mayor progreso. El mundo precisa abrazos permanentes y una
voluntad pacifista y pacificadora. Basta
con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la
humanidad entera, dijo Sartre. Siguiendo esta misma estela en contrario, basta
con que un hombre ame a otro para que el amor vaya corriendo hasta la humanidad
entera, dice servidor. Es cuestión de tomar la ruta que nos engrandezca por
dentro. Al fin y al cabo, un corazón grande es el perfecto molde humano porque
de él siempre emanará la ternura.
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