Por Roberto Actis
Si algo hay que reconocerle a este gobierno es la persistencia. "En la Argentina hay estabilidad de precios", dijo al comienzo de semana el inefable Capitanich, en un claro acto de prestidigitación, tal como decíamos el domingo pasado. Tales dichos, dan por seguro que el Jefe de Gabinete jamás pisa un supermercado para llenar el changuito. De otro modo no podría decir tales disparates. Mientras su mismo gobierno admite una inflación acumulada del 7,2% sólo en los dos primeros meses del año, él sale con la cantilena de la estabilidad. Queríamos simplemente hacer la referencia, tanto por seguir el hilo de notas y menciones que se van ratificando casi todos los días, pero ese nuevo acto fallido quedó como un poroto al lado de lo ocurrido con el juez Oyarbide -quien agotó los calificativos que nos proporciona tanto el diccionario como la imaginación- en la mayor demostración de impunidad que debe haber formulado un juez en toda la historia. "Suspendí un allanamiento en el que la policía estaba pidiendo coimas porque me lo pidieron desde la Casa Rosada", y por si a alguien le quedaran dudas, lo dejó sentado por escrito.
Si grave es la fallida acción judicial, más preocupante todavía es la forma en que se muestra el protegido del kirchnerismo. En el Consejo de la Magistratura Oyarbide acumula más de 50 denuncias, casi todas de comprometido contenido, aunque ninguna de la gravedad de esta que conmovió a todos. No sólo tuvo el efecto de un tsunami en la sociedad y en la oposición, sino que en el propio oficialismo, donde hay sectores que resisten continuar resguardando a este juez que se maneja con sus propias leyes, aunque mejor sería decirlo de otra manera más directa: sin leyes. Como era esperable, en los primeros escarceos en el organismo aludido, Oyarbide va camino de un nuevo salvoconducto para eludir sanciones. "Ordenes de la señora", se escucha casi como una justificación para tantos excesos.
El juez del anillo, quien tratando de eludir el uso de una sortija cuyo valor es de 250.000 dólares, recurrió a la argucia de que es alquilado a razón de 7.000 dólares mensuales. Claro, pagar 70.000 pesos por mes para usar un anillo es una bicoca. Deliran tanto, mienten con tanta facilidad, se mueven de tal manera, que casi todo lo que hacen termina siendo una burla para la gente. Pero claro, no hay que olvidar que Oyarbide, a quien por esos extraños sorteos le caen casi todas las causas que le interesan al gobierno, fue quien en tiempo récord -muchos se atrevieron a decir que sin leer el voluminoso expediente, pues no le habría alcanzado el tiempo material para hacerlo- absolvió al matrimonio Kirchner por enriquecimiento ilícito, a pesar de las imprecisiones y actos fallidos contenidos en las declaraciones de su patrimonio, nunca alcanzando a justificar la forma en que fue multiplicándose la fortuna del matrimonio en estos años donde sus ingresos reales estaban remitidos a sus sueldos por cargos públicos. Los plazos fijos en dólares por los que se dijo percibir intereses del 36%, los cuantiosos alquileres de sus hoteles patagónicos que pagaba Lázaro Báez y otras menudencias, fueron apareciendo después. Ah, no olvidemos que nuestra presidenta fue una "abogada exitosa", la única argumentación que se le conoció hasta ahora para justificarse, dicha ante los estudiantes en aquella universidad de Estados Unidos, donde no pudo esquivar la respuesta, y además, desprotegida de su habitual séquito de aplaudidores, lo cual la llevó a ser protagonista de ese acto fallido memorable. Toda una situación que según lo define Jorge Asís, "la presidenta Cristina tiene el problemón de no poder explicar ni justificar la herencia recibida de su esposo".
Oyarbide fue quien de un plumazo, les dio la absolución. Cualquier conexión entre ese fallo y la protección a libro cerrado recibida por los dislates cometidos, queda librada a la imaginación del lector, aunque en realidad no hay que agudizarla demasiado para arribar a conclusiones.
Un personaje que logró notoriedad cuando el caso del prostíbulo Spartacus, allá por 1998, época de menemismo puro, tiempo de fiestas, parecidas a esas que se realizaban en el prostíbulo de referencia y que el magistrado cliente dijo ignorar lo que allí sucedía en el lugar, pese a las filmaciones. En ese tiempo fue protegido de Menem, luego lo siguió siendo de los Kirchner. Lo que se dice, para todo servicio.
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