Por Roberto Actis
Después de las primarias, que en realidad más que una instancia previa para ir acomodando la situación fue una aplanadora, no dejando resquicio de duda sobre cómo se resolverá la definitiva del 23 de octubre -incluso afianzándose la posibilidad de una mayor ventaja de Cristina Fernández en su camino a la reelección-, la cuestión quedó absolutamente despejada. No sucede lo mismo con la marcha de la economía, pues aun cuando el eslogan "profundizar el modelo" es de repiqueteo permanente, las condiciones suelen ser cambiantes y por lo tanto sujetas a modificaciones, más aún si tenemos en cuenta que los ingresos -en definitiva lo que condiciona todas las decisiones, en cualquier economía del planeta- se encuentran fuertemente atados a decisiones del exterior. La demanda de soja por ejemplo, que en los últimos cuatro años le dejó al Gobierno la astronómica suma de 70.000 millones de dólares. Si llega a caer el precio de 500 dólares la tonelada, algo que no depende de la Argentina si no de la demanda mundial, los recursos que ya vienen escaseando, se harán todavía mucho más ralos. Por suerte, para todos por supuesto, aseguran que la demanda de alimentos será lo único que no se verá afectado por la crisis, pero absoluta certeza nunca se tiene, menos en el actual escenario de un mundo convulsionado por los apremios de toda índole.
Por esa razón, y aun cuando se admitan logros varios, no se comprende demasiado el cerrado rechazo que se hace del beneficio del "viento de cola", que tiene justamente mucho que ver con eso, la cambiante demanda del mundo. Antes se privilegiaban otros aspectos, como la avanzada tecnología por ejemplo que enriqueció en pocos años a los países de alto desarrollo, ahora en cambio los alimentos ganaron la delantera, y lo que antes se pagaba poco y nada ahora se paga como oro en polvo. Los campos de soja -y también debería serlo la ganadería de no ser por la política equivocada de estos últimos años que redujo el stock en 10 millones de cabezas y resignamos nuestra posición en el mundo- se asemejan hoy a lo que significan las torres de pozos petrolíferos en Medio Oriente.
Sería interesante que, habida cuenta del enorme respaldo que tuvo la presidenta Cristina tendiéndole una alfombra roja para los próximos cuatro años, se dieran mayores precisiones sobre en qué consiste la profundización del modelo. Y no hablemos de la creación de 5 millones de puestos de trabajo -aunque la forma notable en que baja la desocupación es bastante incierta, pues la pregunta es "¿trabajó usted aunque sea una hora en la última semana?", si responde positivamente, ¡zas! le ponen la cruz en ocupado-; de los fondos de las AFJP; del matrimonio igualitario; de la ley de medios; de la asignación por hijo.
Mucho se insiste en el modelo de inclusión y redistribución de la riqueza, y tal vez sean los dos aspectos a lo que se aluda, pues aquí resta muchísimo por hacer. La pobreza por ejemplo, si se toma la realidad en lugar de las cifras del INDEC, alcanza a una tercera parte de la población, la que subsiste con asistencialismo cuando después de 8 años de crecimiento sería de esperar que se hubiesen alcanzado otras metas más estables. Salvo, que la profundización alcance también al INDEC y mejore aún más las estadísticas que viene manipulando impunemente, aunque de ninguna manera se modificaría la realidad.
En cuanto a la tan mentada redistribución de la riqueza, los avances fueron insignificantes, pues el 20% más rico de la población sigue quedándose con las porciones más grandes de la torta, mientras que la base de la pirámide que es la más ancha y numerosa, sigue recibiendo las migajas. Y si no veamos la manera en que avanza el patrimonio de la familia Kirchner, hoy ya de 77 millones de pesos. Impresionante si partimos de los 2 millones que había declarado Néstor Kirchner antes de asumir la presidencia. Queda claro que la Argentina sigue siendo un país de oportunidades.
Que gana Cristina es una certeza, en cambio las modificaciones que pueden venir son una incertidumbre. Es que el superávit fiscal está achatado y de no ser por los fondos que se toman del Banco Central -donde sobre un total de 50.000 millones de dólares de reservas hay apenas unos 6.000 millones de libre disponibilidad- y de la ANSES, sería en rojo; la balanza comercial hace rato que viene complicada; los gastos no dejan de crecer. Es verdad que si echamos una mirada alrededor, y con países que nos daban lecciones y hoy están poco menos que de rodillas, la nuestra es una situación privilegiada. Pero no estaría demás tomar algunas previsiones, justamente, para evitar duras complicaciones que ya hemos pasado otras veces.
Suponer que Argentina está en una burbuja y no será afectada por este tembladeral que sufre la mayor parte del mundo, se nos ocurre es una visión de escaso vuelo.
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