Por Dr. Osvaldo Dalmasso
El “Ethos”, o sea la Etica, consiste en la reflexión sobre el conjunto de normas determinadas por las buenas costumbres en la comunidad (normas que constituyen la Moral). Muchas veces resulta erosionada por conductas censurables que con el correr del tiempo la cambian. Ese desgaste incesante de la moral constituye una de las realidades que caracterizan nuestro momento histórico a nivel nacional y planetario y se presenta como sin solución aparente. Uno de los agentes erosivos fundamentales está dado por el crecimiento desproporcionado de la “cultura de la economía”, generadora del economicismo. Esta ideología en la práctica conduce al consumismo el que se toma erróneamente como base de la felicidad. Cuando dicha cultura se generaliza, resulta invasiva, dominante e ilimitada y termina siendo nefasta: ambiciones demenciales de poder, corrupciones en sus múltiples formas, surgimiento de corporaciones ilícitas, empresas multinacionales para delitos financieros, fabricación de armas, creación de conflictos bélicos, narcotráfico y trata de personas, entre otros.
¿Por qué el desgaste de la moral se nos presenta sin solución? Porque mientras no cambie el hombre como individuo, no cambiará la sociedad. Y todos sabemos que la herramienta esencial y única para lograrlo es la educación.
Hoy se educa casi exclusivamente para la cultura del tener (poder, prestigio y dinero), del progresar, de la competitividad despiadada para ganar, del desarrollo desproporcionado de la autoimagen (el ego), del logro de todas las metas sin considerar los métodos. La crisis actual es el resultado de esta forma que el hombre tiene de relacionarse interesadamente con las ideas, con los valores y con otros hombres.
El niño no aprende a percibir su entorno natural y social, atento al significado total de la existencia que le permita formar una inteligencia moral, ética y crítica. Tampoco se le enseña a cultivar la introspección para seguir el movimiento de sus ideas, pensamientos y conductas en aquel sentido.
El maestro tendrá que aprender a educar también en función del ser (del estar siendo), del sentir, de la armonía con el entorno, de la plenitud serena.
Tendrá que aprender el arte de dirigir las buenas conductas, es decir, sembrar la ética.
Tendrá que disponer de múltiples ejemplos y metáforas para ir desgranando en sus clases, desde el jardín de infantes hasta los ámbitos universitarios cada vez que surja el tema de la Justicia (hoy representada por una balanza inclinada), o de la Libertad (cercenada por diferentes formas de dependencias extremas y esclavizantes), del Orden y el Control (frecuentemente confundidos con autolimitaciones, autoritarismos y represión), de la Solidaridad (neutralizada por el egocentrismo), de la Paz (derrotada por las ambiciones voraces) y del Amor con sentido universal y humanístico (por medio de la percepción y consideración del otro, para el establecimiento de lazos de comunicación).
Entonces el docente estará hablando de recuperar las normas para rescatar la Etica y la estará inculcando en las mentes infantiles y juveniles.
Entonces el maestro se hará acreedor nuevamente al honor de estar ejerciendo una de las actividades más dignas del ser humano.
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