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Notas de Opinión Sábado 14 de Junio de 2014

Federalismo y pobreza

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Vicente R. Ceballos

Por Vicente R. Ceballos

La concepción federalista consagrada por la Constitución Nacional, principio fundamental de la organización política de la Argentina, ha sido objeto de una desvalorización sistemática que llega a nuestros días. Génesis de no pocos y graves males que aquejan al país, de la ignorancia demostrada hacia el mandato constitucional ha resultado el expuesto sometimiento de los estados provinciales a la voluntad del gobierno de la Nación, representado hoy por un unicato virtualmente institucionalizado. La federalización de Buenos Aires como capital de la República afirmó las bases de un proceso concentrador político y económico, de hecho ya establecido entonces, que convirtió a la ciudad-puerto en la metrópolis tácitamente unitaria que terminaría dando por tierra con los enunciados del Preámbulo. Expresión, este, de la voluntad de las provincias que suscribieran la Constitución de la Nación federal naciente.

Leandro Alem profetizó lo que ocurriría. Advirtió que federalizar Buenos Aires no era “el modo de constituir sólidamente el país”.  “Cuando el Poder Central por sí solo tenga más fuerzas que todos los estados federales juntos, el régimen quedará escrito en la carta, pero fácilmente podrá ser, y lo será, paulatinamente subvertido en la práctica”, sostuvo; preanunciando que “provincias que guardan en su seno grandes riquezas naturales, que pueden desarrollar bien su actividad y vivir de su propio aliento, vienen sin embargo a pedir diariamente subsidios al Poder Central”.

Transcurría entonces el último tramo de 1880. Más de 130 años después, qué diferencia de fondo puede encontrarse entre lo anticipado y lo que muestran los hechos de este tiempo, que contradiga lo experimentado en ese lapso? ¿Qué cosa de lo sucedido desmiente la forma de vasallaje instrumentada y sostenida con descaro en desmedro del federalismo declarado?. El principio bastardeado es, en los hechos, letra muerta. El punto en discusión hoy es la sustentabilidad de las provincias, divididas, a su vez, entre ricas y pobres, y para más, endeudadas todas, al igual que la Nación puesta en tutora autoritaria y apropiadora insaciable de recursos coparticipables. Es la claudicación de los estados federales frente a la prepotencia centralista (en grado no menor debido a que el poder establecido (integralmente considerado) impone sus políticas por la sumisión paga de representantes “aporteñados” al uso que las votan a libro cerrado, sin chistar); es, también, la decadencia de la Nación, de las consecuencias políticas y económicas, y sobre todo sociales. Al frente de estas, la pobreza, la exclusión, el pauperismo instalado, lacerante muestra de una realidad construida durante décadas y para nada ajena a la devenida concentración política y económica en un solo punto. Lejos del cual quedaron las provincias. Al igual de distancia en que se colocan provincianos que con mandato de sus pueblos desembarcan en la metrópolis para defraudarlos impunemente.

Migrantes y conurbanos.¿Padecemos los argentinos los efectos de una extenuante frustración, explicable por la anomia que supone la inobservancia de la ley, ya no sólo en lo concerniente al federalismo como parte constitutiva de la forma de gobierno republicana? De esa desvalorización de la legalidad de lo constitucional y/o de su ignorancia, que implica tácito desprecio, como ha quedado demostrado largamente, ¿pueden sorprender los efectos negativos producidos, por ejemplo, en el cuerpo social? ¿No se asimila a ello el fenómeno de las migraciones internas hacia regiones y centros urbanos en busca de mejores perspectivas de vida? ¿Qué origen tienen los asentamientos irregulares, anarquizados, cuyos ocupantes viven, o sobreviven, en condiciones regladas por la miseria y la violencia? ¿No son ellos hijos del mismo país continente de las regiones de que provienen?

El ideal del país integrado, basado en el desarrollo armónico de las provincias, respetada la Constitución en cuanto a las atribuciones y derechos que les reconoce en lo político, económico y jurídico, quedó, efectivamente, en la letra fría de lo estatuido. Despojadas de los recursos necesarios para su desarrollo por métodos conocidos, la pérdida de la autonomía y el envilecimiento consiguiente, representado por la dependencia del favor de la caja central, se tradujo en el atraso y lo que acarrea este, agravando el contexto producido por la discrecionalidad de los factores de poder enquistados en los gobiernos locales. Por ejemplo, el surgimiento de feudos políticos, virtuales dictaduras viciadas señoreando en la miseria de los pueblos excluidos, burlados sus derechos y garantías. ¿Está echada la suerte de la República Federal y con ella la de la Nación soberana y dueña de su destino? Puede verse como un interrogante más entre tantos otros que no encuentran respuestas válidas. La reversión del complejo panorama dado exige, claro es, la asunción de compromisos cuyo valor estará dado por la honradez de miras y la entrega de esfuerzos compartidos, sin otra contrapartida que el goce de la plena vigencia de la norma rectora a recuperar. Cosa a tener en cuenta es que no será una elección la que cambie las cosas por sí sola.

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