Por Dr. Enrique J. Marchiaro
El 2012 nos trae una “nueva sintonía fina”: la federalización de grandes conflictos que, en no pocos casos, tienen parte de su origen en la propia impericia del gobierno nacional.
Ocho años son más que suficientes para hacer un balance, dejar de arrojar culpas a anteriores gestiones nacionales y sobre todo para permitir que los hechos superen a los relatos.
El actual gobierno nacional para muchos será el mejor desde 1983, lo cual es un tema abierto al debate. Sin embargo para muchos menos será recordado como el gobierno más centralista de nuestra historia reciente. Los índices de la coparticipación son objetivamente deficitarios para el interior,
Y lo que resulta increíble es que la dirigencia política de nuestro interior no clame por este hecho perverso: solo hubo un tenue amago en el 2008, cuando el poder concentrado del modelo parecía agrietarse, cuando este último se galvanizó se dejaron de lado los reclamos federalistas.
Si el S. XX tuvo en Argentina la debilidad federal como una de sus notas –y ello era una de las causas de nuestro subdesarrollo- profundizarla en el S.XXI es no sólo injusto sino que torna inviable cualquier proyecto de país.
Sociedades complejas, veloces, desterritorializadas como las del S. XXI son imposibles de manejar desde “un centro”, mucho menos cuando el mismo no interactua con su entorno, lo que lleva a un estrés general ya no del centro sino del conjunto.
No es casual entonces que los conflictos se acumulen de golpe....y que los mismos nos estallen en la cara en el interior más profundo. Así cualquier pequeña crisis crece hasta ser un nudo gordiano que nadie puede cortar. ¿O acaso no sería en teoría posible compatibilizar una minería a cielo abierto controlada en algunos sitios con el derecho al desarrollo del resto? ¿Y salarios docentes dignos con un presupuesto equilibrado?
A ocho años de un modelo absolutamente centralista en lo fiscal y en lo político todo indica que no habrá sintonía fina en estas variables. Los conflictos son y serán el único pan genuinamente federal que nos darán y que -nos guste o no- nos supimos conseguir.
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