Por Gabriel Profiti
El caso PC Arts-Banghó, la empresa que anunció su cierre por la
inminente baja de 35 a 0% del arancel para la importación de
computadoras y notebooks, es un buen ejemplo para hablar del
modelo económico que busca aplicar el Gobierno. A través del Ministerio de Trabajo, la administración macrista
dispuso la conciliación obligatoria en el conflicto y destinó una
suma reforzada del seguro de desempleo para los 205 nuevos
desempleados.
Paralelamente anunció la adquisición de 450 mil
computadoras destinadas al plan Conectar Igualdad del Ministerio
de Educación, exclusivamente para ensambladores locales.
Pero más allá de estos paliativos, mantendrá su política de
fondo, consistente en que los sectores económicos que no son
competitivos -en este caso profundizado por la reducción del
arancel de importación- deben reconvertirse.
El nuevo rumbo empieza a reflejarse en el mercado laboral. De
acuerdo con los datos oficiales del Sistema Integrado Previsional
Argentino (SIPA), el total de trabajadores registrados a noviembre
de 2016 fue de 12.079.103, esto implicó un crecimiento interanual
de 0,3% (37.085 nuevos puestos) y mensual de 0,3% (38.190), aunque
si se tienen en cuenta los factores estacionales, los nuevos
puestos fueron apenas 4.957.
Al desmenuzar esos indicadores se desprende que el número de
asalariados del sector privado cayó 1,1% en un año (se perdieron
69.629 empleos), contra un crecimiento de los monotributistas de
4,1% (59.786 nuevos puestos), de 2,9% de trabajos en casas
particulares (11.794) y 0,7% en el sector público (22.689).
De los
casi 70.000 desplazados del sector privado, 48.480 pertenecen a
las industrias manufactureras.
Como ya se escribió varias veces en esta columna semanal, el
modelo macrista está lejos del desarrollismo en el que se enroló
discursivamente Mauricio Macri en el camino a la Presidencia, sino
que fijó como espejo el milagro australiano.
Australia registró en 2015 un PBI per cápita de 50.962 dólares,
mientras que el de la Argentina fue de 13.589 dólares, según el
Fondo Monetario Internacional.
En 1983 Australia estaba en estanflación. La inflación era del
17%; el desempleo del 10%; el PBI había caído 2%; y los déficits
de la cuenta corriente y fiscal habían subido a niveles récord.
Una
realidad bastante parecida a la Argentina de hoy. A grandes rasgos, la reforma australiana estuvo basada en la
apertura de su economía, reformas impositivas y laborales y
políticas de defensa de la competencia. Menos industrias
manufactureras, más servicios y valor agregado a las commodities.
A modo de ejemplo, Toyota cerrará este año la última planta
automotriz de Australia, siguiendo los pasos de General Motors,
Ford y Mitsubishi.
Este horizonte, con las particularidades argentinas, es la
médula del Plan Productivo Nacional que ideó el cerebro económico
del Gobierno, el vicejefe Mario Quintana, y que ya comienza a
mostrar sus dientes.
El corpus incluye los cambios recientemente definidos por
decreto de la Ley de riesgos del trabajo, una reforma profunda de
las reglas laborales -también saldría por decreto- y los cambios
en los convenios colectivos, como es el caso de los petroleros de
Vaca Muerta, o los trabajadores de automotrices o frigoríficos.
CGT EN GUARDIA
Es difícil establecer si las reformas finalmente serán exitosas
como en la tierra de los canguros, pero sí se vislumbra un
problema en el corto y mediano plazo. El argumento oficial es que
el trabajo que se pierde en una empresa improductiva se ganará en
otra competitiva.
Como paliativo, el Gobierno creó el Programa Nacional para la
Transformación Productiva (PNTP), por el cual la empresa debe
buscar un nuevo rumbo con asistencia oficial y los cesanteados
percibirán el seguro de desempleo más un plus de hasta dos
salarios mínimos y medio, según la antigüedad, por seis meses.
De todos modos, la CGT que se puso en guardia frente al
desmonte de algunos sectores productivos y no ve con buenos ojos
la pérdida de derechos fijados en los convenios.
La central peronista se reunió esta semana en Mar del Plata y
amenazó con implementar un plan de lucha por la falta de
cumplimiento del compromiso empresarial de abstenerse de cesantear
trabajadores hasta marzo.
Quintana y el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, ya agendaron
una nueva reunión con la CGT para la semana próxima en la que
escucharán sus planteos pero insistirán con la línea de acción.
El exCEO de Pegasus, quien tiene diálogo fluido con los
dirigentes gremiales, iría más a fondo con los cambios si no fuera
por la resistencia creciente del movimiento obrero.
Paralelamente, algunos economistas pusieron en duda la
transferencia del modelo australiano a la realidad argentina (aun
sin contemplar la particular realidad política nacional).
Citando a su colega e historiador Pablo Gerchunoff, Eduardo
Levy Yeyati advirtió que Australia tiene recursos naturales por
habitante más generosos, un nivel de educación históricamente más
elevado, cercanía a los grandes mercados asiáticos en crecimiento
y un financiamiento externo "garantizado" por el Commonwealth.
Sin embargo, Levy también propone el encadenamiento de materias
primas a industrias de alto valor agregado como hizo Finlandia con
la industria forestal que derivó en el diseño de cortadoras,
maquinarias de precisión y finalmente en Nokia.
La Argentina podría seguir esa secuencia con la soja y la
maquinaria agrícola, el vino, alimentos orgánicos y otros
productos "para contribuir al supermercado premium del mundo
desarrollado", pero advierte que "si logramos salir, no será con un
modelo genérico sino con una receta propia".
El proyecto macrista también empieza a mostrar su correlato
político e ideológico con el endurecimiento de los controles a los
inmigrantes, la creación de un Régimen Penal Juvenil, y la
innecesaria decisión de mover el feriado por el 24 de marzo,
aunque estas cuestiones quedarán para otro análisis.
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