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Notas de Opinión Domingo 6 de Octubre de 2013

Hace historia

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Roberto Actis

Por Roberto Actis

Los temas políticos abundan, podría decirse que hasta en exceso. Elecciones en poco más de 20 días, cruces, fogonazos que van y vienen, una Presidenta a quien la derrota la decidió a tratar de maquillar su imagen con entrevistas que nunca antes había dado y que no parecen convencer demasiado, la inflación que sigue al galope, también la inseguridad. En fin, de todo como en botica. Sin embargo, este domingo optaremos por un tema mucho más saludable, al menos para el espíritu. 

El Papa Francisco, ese religioso argentino que aquí estaba apabullado y calificado como "jefe de la oposición",  y que en poco tiempo, provocó una verdadera conmoción en el mundo ejerciendo la jefatura de los 1.200 millones de católicos que hay en todo el mundo, y que parecen haber rejuvenecido con este afianzamiento cada vez mayor, recuperando la Iglesia un prestigio que tenía deteriorado. De la sencillez suelen surgir las cuestiones más importantes y eso hizo Bergoglio, respaldando con su ejemplo, con una conducta que ha sido norma de su vida, donde la humildad prevalece por sobre todo. No les decimos nada nuevo, perfiles muy conocidos de este fenómeno mundial, pero imprescindibles de refrescarlos.

El miércoles de la anterior semana tuvimos con parte de mi familia la apreciada oportunidad de vivir una experiencia de esas que no se olvidan. La audiencia pública del Papa en la plaza San Pedro, junto a una multitud que como cada vez, llega desde todo el mundo para ver, escuchar y admirar a este argentino que, más allá de todo lo mucho que pueda haberse dicho hasta ahora y seguramente se continuará haciéndolo, es un hombre de condiciones humanas excepcionales. 

La gente hace de la espera toda una ceremonia, se entremezcla superando la barrera del idioma, se conecta, comenta, más aún si uno busca algunas de esas reflexiones. Todo el mundo encantado, disfrutando en silencio, con respeto, más de uno orando, otros simplemente buscando el reparo de alguna sombra, a la expectativa por los mejores sitios. Hasta el instante de la explosión y del júbilo cuando Francisco -minutos después de las 10- aparece sobre su pequeño móvil abierto, custodiado por unos diez fortachones, muy pulcros y perfectamente trajeados de negro que se movilizan con atención máxima a su alrededor, en prevención de sorpresas. Van juntando las decenas de cartas que la gente arroja desde atrás de las barandas y también le alcanzan a los brazos del Papa a todos los bebés y pequeños niños, teniendo un gesto fraternal de abrazo y besos para cada uno de ellos, en tanto sostiene saludos y bendiciones para todos y en especial para aquellos que consiguen acercarse a los límites que marcan el recorrido viboreante del móvil. Parece que no ve, que sólo saluda, pero el Papa lo observa casi todo en la gente que lo mira conmovida. Desde una pequeña bandera celeste y blanca, que las hay por miles, hasta quien eleva un mate en su mano, soliendo devolver con gestos o simples miradas, casi agradeciendo tales muestras de adhesión. 

Pero claro, esos son apenas algunos detalles, que valen para enmarcar este verdadero fenómeno que es el Papa argentino. Lo trascendente, el verdadero contenido de la cuestión es su pensamiento, conocido a través de sus dichos. Una vez terminada la recorrida, demandante de una media hora, puede entonces escucharse su palabra y verlo a la distancia o bien desde las dos enormes pantallas ubicadas en los costados de la plaza San Pedro.

Expresiones simples, acordes a su persona, pero de una profundidad y alcances extraordinarios. Nos ocuparemos sólo de dos enfoques que ese día prevalecieron por sobre el resto: la humildad y el chusmerío. Sobre lo primero, un verdadero signo en su vida, reclamó practicarla, dejando de lado la soberbia, la ironía, altisonancia, engreimiento y todas esas cuestiones que tanto enmohecen la conducta humana. Y reclamó además que antes de chusmear, uno debería morderse la lengua para evitarlo, ya que allí suele fecundarse el germen de la maldad.

Casi, como si hubiésemos estado escuchando a un padre, o un abuelo, según el caso. Exposiciones tan simples y directas como profundas y valiosas. Pero que por sobre todas las cosas, viniendo de Francisco se hacen absolutamente creíbles, sinceras, afectuosas. Y ahí está el enorme valor de sus expresiones, que volvemos a decirlo, movilizan al mundo.

Bergoglio está haciendo historia, pero mucho más allá que por el hecho de haber sido designado Papa, que le abrió las puertas de par en par. Lo suyo es por méritos personales, con un carisma que traspone la imaginación más generosa. Y que la Iglesia estaba necesitando con urgencia para reponerse, para ocupar un lugar que el mundo de este tiempo le reclama. Y que lo está ganando.

Con seguridad, lo mejor de Francisco todavía está por venir. Y siempre será de esa manera. Cerramos con una definición de Rabindranath Tagore: "Cuando más grandes somos en humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza".

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