Por Victor Corcoba Herrero
Siempre es bueno
hacer memoria de nuestra personal historia de vida, y así, desde esa vivencia
poder reflexionar más allá del momento. Al fin y al cabo, todos tenemos tras de
sí un concierto de sensaciones que nos interrogan, que nos hacen ver más allá
de lo inmediato, y que nos instan a seguir cultivando el pensamiento. Pensar es
moverse en las ideas, ahondar en lo que uno vive, sin duda el ejercicio más
hondo del sentimiento humano. Para empezar, creo que andamos necesitados de saber,
que no sabemos nada, o no queremos saberlo. Algo imprescindible para retornar a
la humildad. Ciertamente, produce una inmensa tristeza ver cómo el ser humano
se degrada a pasos agigantados. En ocasiones, nos distraen tantos afanes
mezquinos, que perdemos hasta nuestra propia identidad. Realmente resulta
desolador ver cómo somos víctimas de una gran dictadura, la del pensamiento
dirigido hacia unos determinados horizontes de interés para algunos pocos, los
endiosados que se creen dueños hasta de nuestras propias existencias. El ser
humano cada día está más cerrado, no tiene tiempo para sí, anda como aborregado
y perdido, con el corazón en un puño y el drama de la mente que no despierta.
Mal que nos pese, esta es la tremenda realidad que imposibilita a abrirse al
diálogo, a la autenticidad, mientras otros aprovechando nuestra pensante
debilidad, toman las riendas altaneras para lapidar nuestra propia autonomía,
la libertad de los pueblos y de las gentes. Los hay que
pretenden expulsarnos del paraíso de la memoria, no les interesa que seamos
personas con experiencia, tal vez por miedo a que hagamos valer nuestras
naturales vivencias. A propósito, me viene a la memoria una célebre frase del
escritor portugués, José Saramago; que, a mi juicio, con acertado criterio, dijo: "somos la memoria que
tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin
responsabilidad quizá no merezcamos existir". En efecto, precisamos saber
de dónde venimos y hacia dónde caminamos, con la concreción de haber vivido
para reencontrarnos con sus abecedarios nacientes de nuestro característico
obrar. Esto es necesario evocarlo siempre y no olvidarlo jamás para comprender
nuestras actitudes más allá de los recuerdos, no en vano, somos el futuro que
vamos construyendo uno a uno y entre todos. Lo acontecido en el pasado no es
sólo pasado, ha de ser luz para señalarnos qué caminos no debemos tomar y qué
caminos hemos de coger. Por lo tanto, siempre es saludable hacer memoria, sin
dejarse arrastrar por las ideologías, con la responsabilidad de que perdure en
la retentiva de los vivos la continuidad histórica, con sus avances y
retrocesos. Que el recuerdo de las tragedias vividas, de la lucha del ser
humano contra el poder, que también es la lucha de la memoria contra el olvido,
se conviertan para todos en compromiso de adhesión armónico para no arruinar el
presente.
Esta es la
reinserción, el camino que todos debemos hacer desde nuestra innata memoria,
quien dice que no tiene necesidad de llevarlo a término es un desmemoriado o un
mezquino. Todos nos equivocamos en la vida. Sálvese el que pueda. Lo
fundamental es no estar dormido, inactivo, para poder desandar sendas engañosas.
Uno tiene que tener el coraje suficiente para no permanecer estancados, y dar
un paso hacia delante cada día. Nos lo merecemos. Si no hacemos memoria
difícilmente nos vamos a poder levantar de nuevo y tomar otro rumbo. Ahí está
la crisis de ébola, es más de lo mismo de siempre, otra epidemia más, cuyo
objetivo no debe ser aislar a los países, sino erradicar la enfermedad. En este
sentido, hay que felicitarse que Naciones Unidas, junto a otras organizaciones
internacionales, se mueva a toda marcha, incentivando a la movilización de las
comunidades y a inversiones locales para combatir la enfermedad que agudiza la
pobreza y amenaza conducir al mundo a la desesperación. La misma Organización
Mundial de la Salud estima que los casos de este virus podrían llegar a diez
mil por semana en diciembre. Naturalmente en tiempos de tribulación y
desconcierto se levanta siempre una nube de dudas y sufrimientos, y no es fácil
ir adelante, proseguir el camino, porque
uno puede dejarse llevar por la desolación. Por eso, estamos llamados
siempre a recuperar nuestra memoria, a hacer memoria, teniendo presente el
camino recorrido con su lenguaje de enseñanzas.
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