Por Edith Michelotti (*)
Supongo que el viejo político con esa frase que ignoró las barreras del tiempo, no se refería a una estación del año. Creo que usaba una metáfora. ¿Se referiría quizás al cruel invierno que azota a la Argentina desde su recordada frase? ¿O antes de su frase ya soplaban los vientos fríos que arrastraron a nuestro país a la pobreza de valores que lo agobia implacablemente? No creo que haya hilado tan fino. Resulta difícil pensar que pudo haber imaginado que una televisión morbosa atraería multitudes, que mujeres y hombres de la propia televisión se pelearían como conventilleros de otras épocas para atraer un rating populoso, que las mujeres se someterían a espantosas cirugías para lucir los cuerpos exigidos o que tendrían todos los hijos posibles para cobrar un subsidio miserable, que los maestros perderían sus espacios históricos, y que la violencia, con la droga de la mano, fuera la dueña de la Argentina. ¡Vaya a
saber qué imaginó!
Lo cierto es que si hoy se levantara de su letargo eterno, se sorprendería mucho al comprobar que el respeto, la paz y la concordia han desaparecido entre los argentinos. Y han desaparecido de tal forma, que unos de estos días, en que a la Real Academia Española se le ha dado tanto por mover las palabras, a “respeto, paz y concordia” las van a pasar al chino.
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