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Notas de Opinión Domingo 2 de Enero de 2011

Hora de asumir responsabilidades

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Paulo Miassi

Por Paulo Miassi

“El tránsito, el tránsito, lo hacemos entre todos. El tránsito, seguro, también lo haces vos”. El jingle de la campaña publicitaria audiovisual de la asociación Luchemos por la Vida, cerraba años atrás con un “Hacé tu parte”. Como toda actividad de concientización que se realiza en nuestro país, y especialmente aquellas cuyo tema central es el tránsito, el mensaje terminó cayendo en saco roto.
En Argentina, nadie “hace su parte”. Y todos recargan las responsabilidades en terceros.
El peatón se vuelve loco con los conductores. Que van a mil. Que no respetan las señales ni las leyes. Que no anticipan ni señalizan sus movimientos. Pero a la primera de cambio cruzan una calle por la mitad de la cuadra, apareciendo fantasmalmente por entre dos autos estacionados. O transitan una senda peatonal ajenos a todo, como si el hecho de que tengan prioridad los librara de todo tipo de peligro.
Los ciclistas, por su parte, están en modo suicida. Para muchos de ellos, los semáforos no son más que unos aparatos que un loco puso, ociosamente, en algunas esquinas de la ciudad. Rojo, amarillo, verde. Da lo mismo. Parecen daltónicos. Pero no lo son. También tienen una debilidad por las veredas. Es como si fuera más fuerte que ellos, y tuvieran que dejar las calzadas y subirse intempestivamente a las sendas, generando no pocos altercados con los peatones.
Los motociclistas son la versión motorizada de los ciclistas. No les importan lo que marcan los nomencladores. Pueden venir a 40 ó 50 kilómetros por hora y doblar, o cambiar el sentido de circulación, o zambullirse en una calle a contramano, sin demasiados preámbulos. Como dando por hecho que el resto del planeta puede anticipar lo que ellos pensaron y están a punto de hacer al mando de su rodado. Ah, ¿el casco?, bien gracias.
Los automovilistas se mueven como el león en la selva. Hacen y deshacen a su antojo. Para ellos los peatones son muñecos empeñados en atravesarse en su trayectoria. Y muchos actúan como si fueran los protagonistas de esos juegos para PC en los cuales se suman puntos chocando y matando a los transeúntes. Además, tiene una memoria cortoplacista y selectiva. En una esquina insultan a un conductor que se les atraviesa en el camino, o les gana de mano en un estacionamiento. A la cuadra siguiente son ellos los “vivos” que madrugan a otros.
Las descripciones son generales, y por supuesto no retratan ni por asomo a todas las personas que integran una o más de las “especies” del tránsito. Pero sirven para poner en escena a los máximos responsables de una problemática que no para de crecer, y ante la cual la tecnología se constituye en un mero actor secundario.
La reciente instalación y puesta en funcionamiento de una serie de semáforos –los más destacados son los del bulevar Lehmann, la arteria más peligrosa de la ciudad; los ubicados en cercanías del Híper Libertad; y el de calle Falucho-, significará seguramente una ayuda importante al ordenamiento de la circulación de personas y vehículos. Lo que no serán, nunca, es una solución definitiva.
Podrá decirse, y con razón, que la tarea de los agentes municipales no es todo lo buena que debería ser. El plantel de Control Público creció en los últimos tiempos, aunque sigue siendo insuficiente para cubrir una gran cantidad de tareas en una ciudad que extiende sus límites continuamente. De todos modos, no todo es cuestión de número. Como ocurre en el resto del país, más de un agente hace la vista gorda ante alguna infracción o situación irregular.
En Rafaela hay más de 35.000 vehículos de mediano y gran porte, una cifra similar de moto-vehículos, y decenas de miles de bicicletas. A eso hay que sumarle los cerca de 100.000 habitantes propios, y los miles de habitantes de pueblos vecinos que se acercan, por uno u otro motivo, a la ciudad. Las obras, las medidas como la aplicación del carné por puntos, y la utilización de la tecnología, son importantes. Pero en el tránsito, el único factor cuya incidencia es fundamental, es el humano. Recordando el comercial de Luchemos por la Vida, ya es tiempo de hacerse cargo.

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