Por Roberto Actis
Por más vueltas que se le den al asunto, hablando de fondos buitre, de especuladores, de la confabulación mundial contra la Argentina, de fuerzas del mal con intenciones destituyentes y todo ese palabrerío que frente a la realidad queda vacío de contenido, lo único que explica todo lo que viene ocurriendo tiene nombre, y perfectamente conocido por todos: inflación.
Es, justamente, el más perverso de los impuestos ya que castiga a todos por igual, aunque sus efectos más dañinos los provoca a las clases más desprotegidas. Esas mismas que desde el gobierno no se cansan de pregonar, como parte de un relato cada vez más desvanecido, son las que se han visto más favorecidas durante la década ganada, y por las cuales se han hecho todos estos cambios en los últimos años.
Aunque, en realidad, y reiteramos lo que hemos expresado muchas otras veces, el verdadero balance se hará al momento de ser trazada la raya final que permita hacer las sumas y restas correspondientes. ¿Cuánta pobreza había antes y cuánta ahora? Otro tanto para la desocupación. ¿Cómo estábamos de energía antes y cómo ahora? En educación, ¿qué dicen las evaluaciones internacionales? Y muchos otros temas por el estilo, entre los que por supuesto también aparecerán cuestiones para engordar la casilla de lo positivo.
Pero no desviemos el tema del inicio. La inflación, madre de todos los problemas, ¿es generada espontáneamente o por los desalmados formadores de precios? En realidad, existen dos razones fundamentales, la emisión casi descontrolada de moneda y los altísimos gastos del Estado, ambos factores de manejo exclusivo del gobierno, que al parecer y por lo que se escucha de sus principales responsables -el ministro Kicillof por ejemplo, que entre otras cuestiones afirma que la emisión monetaria no es causal inflacionaria-, piensan continuar de esta misma manera, si las circunstancias lo permiten, hasta diciembre de 2015 cuando deban entregar la administración al sucesor, que tanto puede ser de la oposición o del mismo palo.
Existen varias cuestiones a tener en cuenta. Desde el comienzo de la era kirchnerista hasta ahora el gasto público prácticamente se triplicó, y de paso cabe también decirlo, ingresaron al área pública 1,6 millón de nuevos empleados en los tres niveles. Sin embargo, a pesar de tal explosión del gasto, aprovechando todos esos buenos años del milagro "del yuyo" -mejor dicho la soja-, las áreas rojas deficitarias aparecen por todos lados: de la seguridad mejor ni hablar, en vivienda sigue un alarmante déficit, la crisis energética se deglute casi todos los ingresos de las exportaciones, las rutas siguen como medio siglo atrás cuando había una quinta parte de los automotores de ahora, las grandes obras esperan como siempre -con citar las periódicas inundaciones de la provincia de Buenos Aires basta y sobra, aunque también aquí en Santa Fe las padezcamos-, y de la educación mejor ni hablemos.
Aún habiéndose destinado 6,2 puntos del PBI, recursos como nunca antes había ocurrido, hemos retrocedido de manera impresionante. Con decir que estudiantes de nivel secundario no comprenden lo que leen, alcanza y sobre. Un contundente ejemplo de mala gestión, o bien que toda esa masa de dinero no termina en el destino que tiene previsto. Es una alternativa probable, al menos comprobada en muchas otras áreas.
Lo que no sucedió antes, seguramente no va a ser en este año y pico que le queda al gobierno. Es probable que después de toda la épica de "patria o buitres", en enero se hagan todos los esfuerzos para arreglar con los holdouts y poder así abrir la puerta del acceso al crédito internacional que permita seguir tirando el año que resta. Es lo que aparece en el horizonte, ya que la emisión y el gasto se mantendrán tal cual, motorizando la inflación a pesar de todo el enorme daño que provoca. Problemas de los que deberá hacerse cargo el próximo gobierno.
¿Y si no viene dinero del exterior? Pues entonces deberá recurrirse al Plan B. ¿Lo tendrán?
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