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Notas de Opinión Domingo 30 de Enero de 2011

Inflación, dispersión, sus causas y efectos

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Roberto Actis

Por Roberto Actis

Al ministro Amado Boudou decir inflación le debe producir urticaria. Es por eso que trata de reemplazar esa palabra con artilugios idiomáticos, a veces con cierto grado de acierto, aunque casi siempre con poca fortuna. Esta vez, buscando disimular la situación -INDEC mediante, un organismo que está bajo su jurisdicción en los papeles, aunque en la práctica maneje Guillermo Moreno a su antojo, mejor dicho, con la venia de la presidenta Cristina Fernández- apeló a un recurso no del todo claro ni siquiera aproximado a la realidad, pues según el conductor de nuestra economía no es que haya inflación, sino que "los precios están dispersos".
Vaya recurso. Nada mejor que para dejarlo bien en claro, el siempre vigente diccionario. Dispersión es "la acción de dispersar". ¿Qué es entonces dispersar? pues "diseminar, esparcir en desorden". Conclusión: los precios no es que estén altos, sino desordenados. Una valiosa ayuda para ir comprendiendo mejor la situación, pero que tuvo incluso otro inductorio a modo de consejo como forma de hacer de goma el salario. Hay que recorrer y gastar mucha suela buscando los mejores precios.
El recurso es tan gastado como poco efectivo. ¿El ministro pensará que la gente rifa sus pocos pesos pagando más lo que cuesta menos? Cualquier similitud con Lita de Lázari es pura coincidencia.
Hoy en día, y desde hace un rato largo, en el horizonte aparecen dos problemas que absorben casi toda la preocupación de la gente: inflación e inseguridad. En ninguno de los casos se ha advertido una decisión férrea para darles la batalla que corresponde.
La inflación es área exclusiva de Boudou, y por lo tanto su responsabilidad, por más que los lineamientos y decisiones más importantes les sean alcanzadas sobre su escritorio. Hasta ahora hemos escuchado el señalamiento de los voraces empresarios, de los chacareros que se quieren quedar con todo, de la gente que no busca precios, de los gremios que están pidiendo aumentos de hasta 40% -recordemos que según el INDEC en todo 2010 hubo 10,9%-, en fin, una gran mezcolanza, menos lo que le corresponde al Gobierno, que no es poco. Exceso de emisión y gastos, financiamiento con recursos del Central, del Banco Nación, de la ANSES y hasta del PAMI, pero además el montaje de un enorme entrecruzamiento de subsidios para tratar de mantener aplanados los precios de la energía, el transporte, el gas y algunos alimentos.
En verdad un arma de doble filo, pues si sirvió en determinado momento para enfrentar la coyuntura, ha dejado de ser útil desde hace mucho tiempo. Pero ¿cómo hacer para desactivar los subsidios? En cierta forma resulta un escenario con ciertas similitudes a la convertibilidad. Al comienzo y durante un tiempo tiene utilidad, volviéndose luego un monstruo incontrolable.
¿Saben cuánto se gastó en subsidios el año pasado? Nada menos que 48.032 millones de pesos, sosteniendo las tarifas de electricidad, transporte, peajes, determinados alimentos, importación de combustibles y el funcionamiento de diversas empresas públicas.
La metodología nació con la intención de frenar la inflación, teniendo bajas algunas tarifas de servicios públicos, pero con el correr del tiempo comenzó a tener un efecto exactamente al revés, pues hoy se ha transformado en uno de los elementos inflacionarios. Tanto el Gobierno, como las empresas, e incluso los directos beneficiarios del sistema, están anoticiados que así no se puede continuar indefinidamente. Ya ahora cuesta muchísimo poder juntar este dinero, que el año anterior fue 12.000 millones de dólares y que de mantenerse la tendencia -de 2009 a 2010 creció 47%-, más aún teniendo en cuenta que estamos en un año electoral en el cual seguramente las tarifas serán tocadas poco y nada, ¿cómo se resolverá si viene por ejemplo una mala cosecha? Toquemos madera para que no suceda.
Pero además de caro, este método de los subsidios ha sido injusto. Si hubiese beneficiado a los sectores más desprotegidos, merecería cierta indulgencia, pues al fin y al cabo sería ni más ni menos que una forma de redistribuir la riqueza, de compartir más el sacrificio y el esfuerzo. Pero no, con la energía y el gas fueron las clases media y alta las que más ventaja sacaron, también con el combustible e incluso con alimentos como los lácteos por ejemplo.
Cuando hubo un intento de eliminar subsidios, los aumentos fueron tan desproporcionados, que toda la inflación que se fue ocultando saltó de golpe. Tarifas casi imposibles de pagar. ¿Cómo se hace para salir de la encrucijada? Un enorme tema por resolver.
¿Y la inseguridad? Se nos agotó el espacio, ya en próxima ocasión estaremos con un tema que tal vez parezca reiterativo, pero que está a la cabeza del ranking de las preocupaciones.

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