Por Roberto Actis
Para comprender un poco más lo que está sucediendo por este tiempo, existen algunos datos que son clave, confluyendo en una mezcla de razones entre las que sobresalen: inflación, dólar, consumo, gasto público. Por supuesto que se trata de una perspectiva en la cual existen muchísimos otros factores participantes, pero que llevarían a un análisis mucho más extenso, plagado de tecnicismos, justificaciones y argumentaciones, que finalmente confluyen hacia el fino pico del embudo y en lugar de esclarecer terminan confundiendo.
Hay elementos más lineales, mucho más directos, sostenidos desde el sentido común y por lo tanto de sencilla comprensión. El gobierno tiene como meta sostener el consumo, es un principio irrenunciable, ya que además de llegar directamente al bolsillo de la gente, alimenta el crecimiento de la economía, ya que por esa vía se justifica el 60% de la expansión. Pero claro, eso tiene un costo bastante alto, pues el gasto público sigue creciendo desmesuradamente en relación con los ingresos. Veamos lo sucedido en septiembre en las cuentas públicas: el gasto creció 39,7% y los ingresos 26%. La brecha se va achicando pues esto viene ocurriendo desde hace tiempo, habiendo sido el superávit primario del noveno mes del año de apenas 449 millones. Y se asegura que se llegará a fin de diciembre con un déficit de 11.000 millones, que no es nada comparado con otras épocas, pero que pondrá fin a un principio que desde 2003 viene siendo sostenido a ultranza y fue declarado uno de los pilares para gobernar: superávit en las balanzas fiscal y comercial. La primera entrará en déficit y es una tendencia de gran riesgo si no se aplican las correcciones necesarias.
Esta situación derivada de la expansión inflacionaria genera desconfianza. La gente no tiene demasiadas opciones, invierte en bienes durables y consumo, gasta más rápido que la erosión de sus ahorros. ¿Y los sobrantes? Van al dólar, el recurso más sencillo para quienes no disponen grandes sumas. Títulos, bonos, letras, suenan como hablar en chino. Está comprobado que casi la mitad de la compra de dólares es de pequeños ahorristas: sumas que van de los 500 y 3.000 dólares. Hasta fin de año desaparecerán de circulación unos 20.000 millones de dólares y desde que asumió Cristina Fernández en 2007 son 65.000 millones.
Para tener el control del tipo de cambio, se venden dólares desde el Banco Central, pero las reservas bajan y la sangría no para. Se vienen agregando medidas, controles, límites, inspectores en las mismas colas de las financieras interrogando a la gente, gendarmes cuyos uniformes infunden temor, aunque con resultados muy pobres hasta ahora. Tampoco lo tuvo la suba de la tasa bancaria para que la gente siga con sus depósitos en pesos. Por grandes cifras -un millón en adelante- se llegó a ofrecer 2 por ciento mensual, y en casi todos los bancos -también aquí en Rafaela- se está ofreciendo a quienes tengan ahorradas sumas de cierto monto en las tarjetas de débito que las conviertan en plazo fijo en pesos.
Se confiaba que el triunfo de Cristina, y además tan abrumador, modificaría la situación. Nada de eso ha ocurrido, al menos hasta ahora. Tal vez sea necesario atacar las razones que inducen a la gente a comprar dólares, en lugar de correrlos de las colas frente a las casas de cambio. Bajar la inflación es fundamental, ya que de ahí parten todos los efectos negativos, algo que para lograrlo requiere del esfuerzo y del compromiso de todos, del sector privado con los precios, pero también del público, con la reducción de gastos, en contener la emisión por ejemplo. Lo cual no significa tocar lo que se destina a asistencialismo, educación y salud, pero sí algunos otros rubros que están en el presupuesto y que se han convertido en algo parecido a barriles sin fondo.
Hay algunos indicios, bastante claros, que además de estas iniciales medidas que bien podrían denominarse "la batalla del dólar", de las cuales se aguardaban mucho mejores resultados que los que dieron en estas primeras escaramuzas, podrían producirse algunos cambios, esos que la presidenta Cristina denominó "correcciones" frente a la gente de la UIA, y que precisamente son aguardados con una gran ansiedad.
De todas maneras, conociendo los tiempos en que siempre se ha manejado el gobierno, dificilmente los anuncios se produzcan cuando son reclamados como ahora, quizás cuando menos se lo espera.
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