Por Bryan J. Mayer
El pasado 24 de marzo, aniversario número 35 del golpe de Estado que puso en marcha la dictadura, fue la última oportunidad hasta la fecha que
la oposición utilizó para marcarle el ritmo al gobierno, pero una
semana después, y por primera vez, los vecinos que avalan la actual
gestión se tomaron revancha bajo una bandera que englobó todos los
pedidos individuales: “democracia”.
Crónica de la brecha que
ahora se disputa en las calles.
Los análisis
políticos indicaban, hasta el último día de marzo, que la gestión
del presidente Macri caía en picada junto con su imagen: que el
nuevo aumento de tarifas, más causas judiciales en contra de su
gente, las idas y vueltas en la toma de decisiones eran los puntos
críticos del gobierno de Cambiemos; sumados a la continua presión
de la oposición encabezada por los sectores más duros del
kirchnerismo. Un sector residual de la gestión anterior, comandados
por Cristina Fernández y supervisados por Parrilli, Bonafini y
Recalde, cuyo único objetivo es retomar el poder. Eso hasta marzo
porque el primer día de abril le dio a Cambiemos esa “luz al final
del túnel” de la que habló la vicepresidenta Michetti un
tiempo atrás: contra todo pronóstico miles de personas tomaron las
calles de Capital Federal y las principales ciudades del interior
para manifestar su apoyo al Presidente y el respeto a la Democracia.
Esto le da un suspiro a Cambiemos y genera miedo en el resto de los
partidos no oficialistas.
La famosa
“brecha” electoral de nuestro país quedó remarcada con Macri presidente, pese a que había prometido trabajar en sentido
contrario. En ella quedó el kirchnerismo y su táctica de plena
ofensiva al gobierno en cada decisión. Una oposición alineada con
los gremios, en su mayoría liderados por caciques que responden a
Cristina, que se encargó -tomando el arma histórica del justicialismo- de hacer notar su descontento causando caos en las
calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires cualquier día y en
cualquier horario, generalmente en los picos de tránsito cuando los
transeúntes se disponen a salir o regresar de sus trabajos.
Molestia, enojo, odio e histeria es lo que se busca generar desde el
kirchnerismo con el único fin de lograr el “esto no va más” con
Macri en el Ejecutivo. Así quedó claro en las últimas
manifestaciones, con “el helicóptero” como símbolo de lucha.
“Que se vaya” piden, mientras atribuyen a los actuales
funcionarios la responsabilidad de la pobreza, la defensa de los
sectores ricos, la protección a las empresas donde varios alfiles
del Presidente fueron CEO, la poca valorización al sector público y
la obsecuencia a los principales focos económicos. “Macri, basura,
vos sos la dictadura” recitan a coro en cada oportunidad que pueden
y la respuesta llegó, un día, del otro lado con un pedido
antagónico de este enunciado: “democracia”.
No solamente se
ve una oposición de ideas respecto a las políticas del gobierno
entre las partes, sino también una abismal diferencia en las formas
que el sector afín al macrismo se encargó de poner en relieve este
1 de abril. Los “autoconvocados” a defender la democracia y pedir
la continuidad de la actual gestión hasta las próximas elecciones
eligieron un sábado para marchar, sin cortar ninguna vía de
circulación -pese al bajo caudal de tráfico-, no se escucharon
insultos, no pintaron ninguna calle o pared ni mucho menos un
monumento histórico, no se enfrentaron a la policía y tampoco
terminaron a las trompadas. Todo este clima se vivía en medio de
miles de manifestantes que caminaban, en Capital, desde el Obelisco y
las avenidas circundantes hacia Plaza de Mayo frente a la Casa Rosada
para cerrar el encuentro entonando el Himno Nacional Argentino.
“Vinimos con la SUBE” cantaban, haciendo referencia a los
colectivos que casi a diario son rentados para movilizar militantes k
a las distintas movilizaciones. Y fueron para pedir “democracia”,
a una semana de una manifestación dividida como la del 24 de marzo
donde muchos dejaron manifiesto apoyo a un sistema como el comunista
(véase en nuestra región a Venezuela o Cuba como ejemplos) y
también sus deseos de que Macri renuncie. Lo contrario hicieron los
del 1ª al son de “Presidente, el pueblo está presente”: eligen
la democracia y quieren que la actual gestión termine en tiempo y
forma su mandato.
Como se manifestó
algunas líneas atrás, sorprendió la diferencia abismal en las
formas: los miles de vecinos llegaron a Plaza de Mayo sin cortar por
completo las vías de tránsito, dejando pasar los vehículos en las
esquinas mientras avanzaban hacia el punto de encuentro, los cánticos
no eran insultantes y las únicas banderas que se levantaron fueron
las de Argentina. Pero si algo era para emocionarse sin dudas fue
todas esas familias frente a la Casa Rosada, con sus carteles de
Democracia cantando el Himno. Cosa que nunca logré ver en los tantos
cortes o manifestaciones que cubro en la Capital Federal. Tampoco se
dejaron las calles inundadas de mugre ni mucho menos se rompió la
Catedral o el Cabildo. Características que se repitieron en cada uno
de los actos que se realizaron en los centros neurálgicos del
interior como Rosario o Córdoba. Esos miles de manifestantes tampoco
faltaron a sus trabajos sino que eligieron perder parte de su tiempo
libre para salir a las calles.
La brecha está candente frente a un año electoral. Año que hasta
ahora vaticinaba una derrota abismal de Cambiemos en las elecciones
de medio término que se darán en pocos meses, pero que a raíz de
esta masiva marcha de apoyo -subestimada por muchos en sus horas
previas- logró torcer para dejar que Macri vuelva a esperanzarse
con tener una buena performance con sus candidatos en la mayoría de
los distritos. El correr del tiempo, las medidas económicas del
gobierno y la estrategia que adopte el kirchnerismo en respuesta a
este duro e inesperado golpe popular determinarán lo que sucederá
en el Congreso de la Nación y algunos municipios a partir de finales
de este año.
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