Por Ricardo Lorenzetti *
Nadie discute que Argentina es un país con numerosos recursos naturales donde vive muy poca gente. Su capital humano es muy importante, y se revela en la trascendencia internacional que han alcanzado sus ciudadanos en el arte, el deporte o la investigación científica. Hay pocos países que puedan decir que tienen escritores, artistas, o los mejores jugadores de fútbol, sin mencionar, al menos para las naciones católicas, al Papa.
Este hecho esperanzador se contradice con la percepción del ciudadano común: pareciera que tenemos problemas demasiado grandes para tan pocos, de lo cual hay evidencias incontrastables en los últimos cincuenta años. Esta contradicción pasa inadvertida en medio siglo de gobernabilidad, por una abrumadora sucesión de palabras y acciones, concentradas en el conflicto inmediato y superficial, pero incapaces de transformar la matriz que los origina. Los resultados son bastante evidentes. En este contexto, hay numerosos triunfos individuales, pero hay un fracaso colectivo reiterado a lo largo de la historia. Este breve diagnóstico nos obliga a prestar atención a problemas más profundos de diseño institucional, que afectan la gobernabilidad.
En Argentina hay un problema claro de diseño institucional porque, aunque las ideas sean de derecha o de izquierda, todo termina siempre mal. Por eso es relevante reflexionar sobre el fracaso. El diseño de las instituciones es un factor muy importante, en la crisis social, económica y ambiental que vive el planeta y Argentina y, por eso, expondremos los aspectos que consideramos más relevantes: la disolución del poder ordenador; la distancia entre problemas globales e instituciones locales; la mirada concentrada en los beneficios inmediatos trasladando los costos a mediano plazo.
LA VETOCRACIA. El poder decide y ordena, se trate de un gobierno o una empresa. Pero hoy aparece una multiplicidad de factores que pueden frenar esa decisión: una denuncia, una falsa noticia, un planteo judicial, y hay muchos grupos dispersos que tienen acceso a esas herramientas. No es casual que cada vez más se ve a dirigentes exponiendo toda la mediocridad posible: es necesario gritar, insultar, denunciar para llamar la atención y lograr la adhesión de los ciudadanos. Pero todo eso se evapora en minutos y es cuando nos damos cuenta que todo sigue igual. La democracia basada en proyectos está siendo reemplazada por una democracia de veto, de cuestionamiento, donde el poder se diluye porque se lo paraliza. La llamada "vetocracia" ocurre cuando hay numerosos actores que tienen el poder de impedir o demorar una decisión. La imagen de Gulliver atado al suelo por miles de liliputienses capta bien la situación de los gobernados en estos tiempos: gigantes paralizados por una multitud de micropoderes.
El poder es la capacidad de dirigir o impedir las acciones actuales o futuras de otros grupos e individuos. Para que ello suceda, no es suficiente con que alguien posea el ejército más grande, fortuna, la mayor población o el mayor número de votantes o fieles, porque siempre hay alguien del otro lado, un contrapoder. El poder está muy vinculado a la relación entre quien da la orden y quién la recibe. En tiempos estables y de cambios lentos, era posible que un rey o un presidente tuvieran un poder también durable. En la actualidad aparecen nuevos actores, competidores, nacionales, internacionales, nuevos conflictos o varios conflictos al mismo tiempo. Hoy nadie se pasea con una cantidad fija y cuantificable de poder.
Hay periodos históricos en que hay jerarquías, en el sentido de que alguien puede adoptar una decisión y los destinatarios la cumplen, y otras épocas en que eso desaparece y se funciona de modo casi horizontal, en redes de articulación de poderes. Nuestra época está caracterizada por redes que funcionan de modo descentralizado, donde hay una multiplicidad de actores. La decisión es el resultado de esa interacción y, si queremos saber cómo funcionan, debemos entender cómo actúan los sistemas. Y la naturaleza es un gran modelo.
El sistema tiene una base estable y una periferia dinámica y muy cambiante. En la naturaleza hay zonas muy estables, por ejemplo, el verano, el otoño, el invierno, la primavera, y nuevamente el verano. Pero sobre esta circularidad hay una multiplicidad de factores que interactúan y no existe un centro claro al cual remitirse.
En la economía ocurre algo similar. La estructura de los mercados de bebidas de cola, los sistemas operativos y los aviones para el transporte de pasajeros, en los que hay un par de actores determinantes y unos cuantos secundarios, son ejemplos de reparto de poder bastante estable o poco volátil. Pero en cuanto un tercero logra adquirir la capacidad de proyectar con más eficacia su fuerza, invoca la tradición de manera más atractiva, presenta un mensaje más convicente u ofrece una recompensa mayor, el poder cambia, se pierde el equilibrio entre todas las partes y se produce una recomposición de la situación que puede llegar a ser muy radical.
En los sistemas políticos, la base es lo que establece la Constitución, por ejemplo, sobre las elecciones de las autoridades y el sistema de división de poderes. Pero lo que ha cambiado es la dimensión de los problemas para los cuales están diseñadas, y sobre todo la conflictividad ambiental.
La tecnología ha dado un golpe muy fuerte a las instituciones de este tipo porque acorta la intermediación. Una medida de un gobierno del Siglo XX se canalizaba institucionalmente, pero en el Siglo XXI demora minutos en ser publicada en las redes sociales y los medios, algunas horas en ser cuestionadas y pocos días para que se armen grupos que la paralicen con acciones de veto.
Esta dispersión alcanza tanto al poder duro como al blando. El 'Soft Power' está basado en la reputación, la imagen, el convencimiento que generan y es aspiracional. Durante mucho tiempo una gran cantidad de personas aspiraban a ser como era el gran país que mostraba el cine y todo el aparato cultural. Pero en los últimos tiempos la aparición de numerosos relatos distintos y la crítica feroz de las redes sociales puso en crisis esa credibilidad.
EL MODELO CONCENTRADO Y DESCENTRALIZADO. Todo lo dicho tiene una relación directa con el modelo de decisiones. El Siglo XX nos mostró un poder ordenador y un diseño institucional concentrado, mientras que el Siglo XXI nos sugiere un poder disperso y un sistema decisional descentralizado.
El modelo 'concentrado-descendente' parte de que las decisiones fundamentales deben ser adoptadas por una autoridad y de ella descienden hasta los súbditos. Considera que el mundo está poblado por sectores que luchan de modo irreductible y el acuerdo es entendido como una traición a las banderas que guían la batalla. Ello produce una sociedad de opositores permanentes, y la solución del problema surge cuando una de las posiciones se impone a la otra. La tecnología actual ayuda a polarizar, porque todo nos lleva a relacionarnos con quienes piensan como nosotros y a ver lo que es similar a lo que ya vimos.
Pero la oposición no es simultánea sino sucesiva, con lo cual se generan ciclos de cambios que hacen girar pendularmente las decisiones obstaculizando las políticas de Estado. El grupo que llega se legitima tomando distancia del que lo precedió y anunciando un nuevo período fundacional de la república (...).
En el modelo 'descentralizado-ascendente' las decisiones surgen de un acuerdo básico entre los ciudadanos que pactan vivir en sociedad, y asciende hacia los órganos que ejercen la autoridad, son sus delegados. (...).
EL OCASO DEL CONSENSO. La polarización, que impide consensos, logra paralizar decisiones. Cabe aclarar que el conflicto es inevitable y, en general, es bueno para motorizar el cambio, pero requiere unas bases estables: es un partido que se juega entre dos equipos, pero deben existir reglas y árbitro. El problema es que cada vez hay menos reglas consensuadas y se impugna a los árbitros.
En una sociedad plural, el conceso no significa que todos piensen igual, sino que es el resultado final del encuentro de posiciones diferentes. Pero el problema en el mundo actual es que el diseño institucional y tecnológico promueven el desencuentro y la pérdida de control de las narrativas unificadoras de los países.
Ello ocurre porque las opiniones no surgen del tema, sino antes, es decir que hay una formación. Por eso se pregunta primero quién es el que opina y luego se sabe qué va a responder en una serie de cuestiones. Se forman 'grupos tribales' que pugnan entre sí, pero no tienen la sofisticación ideológica ni la preparación intelectual de los partidos políticos que lucraban en el Siglo XX por organizar la sociedad de un modo diferente.
En estos casos no hay un análisis, sino que se ignora por completo la idea de un contraargumento, es decir de alguien que piense diferente, por lo que se supone que esas ideas se aplican solo a quienes las comparten y se excluye a los demás.
En otros ámbitos, se trata de llamar la atención, y por eso se hacen denuncias escandalosas y declaraciones fuertes con la idea de demostrar cierto poder, a pesar de que se sabe que dura un instante.
La argumentación no tiene reglas. Con demasiada frecuencia se escuchan razonamientos como este: "Juan es bueno: Pedro es malo. y se diferencian. Pero si son vecinos, o van a la misma Iglesia, o compartieron un partido de fútbol, Juan también es cuestionable". Este tipo de razonamientos en los que se vincula un tema con cualquier otro, por analogías muy lejanas, fue criticado por Umberto Eco señalando que es una interpretación paranoica, y muy peligrosa. También sucede que la opinión de alguien no motiva un debate sobre los argumentos, sino un análisis de quién es, con quién está vinculado, cuáles son sus características, y de ese modo se lo descalifica y se pretende que quede fuera de juego. Es un procedimiento común respecto de las sentencias judiciales: ¿quién es el juez?, ¿quién lo nombró?, ¿con quién está vinculado? Suele ser más importante que lo que escribió en la sentencia. Este tipo de argumentación as hominem ha sido ampliamente criticada porque puede llevar a la persecución y la discriminación. Se hace una afirmación o una propuesta sin preocuparse por la aplicación real.
Las causas de la polarización del debate son numerosas, pero pondremos el acento en las que consideramos más importantes porque pueden ser modificadas. La organización de algunos operadores de internet promueve fuertemente las opiniones extremas. Los registros de lo que cada persona hace en la web permiten crear un perfil que envía noticias, páginas web, películas, ofertas de temas similares a las que ya se han leído, o la integración en grupos afines a su pensamiento. Esto produce una confirmación de que lo que ya se piensa, y una sensación de comodidad con los que tienen las mismas ideas. Se crea una cámara de eco, en la que un individuo se aísla en una idea cerrada y confortable. Pero cuando alguien piensa distinto se genera una guerra de posiciones.
Se ha perdido el control de una narrativa unificadora. Fergusson señala que la iglesia medieval presentaba una interpretación de la Biblia en latín que todos aceptaban, pero surgió la imprenta, que permitió que cualquiera contara su propia interpretación en un idioma popular. El paso de un sistema jerárquico en el que había un solo emisor hacia una multiplicidad de emisores en varios lenguajes produjo una revolución. Las redes digitales generan un efecto similar, que es la pérdida de control de las narrativas. Hoy hay muchos relatos diferentes, sectoriales, que compiten entre sí y dificultan la unificación en la idea de una nación. La consecuencia de todo esto es la parálisis en las decisiones por la falta de acuerdos básicos.
EL DISEÑO DE LA INCERTIDUMBRE Y LA DESCONFIANZA. EI efecto de estos modelos es que promueven la incertidumbre y la desconfianza.
Una persona que haya vivido en Argentina en los últimos cincuenta años no ha tenido una década tranquila, porque sus esfuerzos han debido concentrarse más en la inestabilidad del contexto que en sus sueños individuales. Es como si hubiera que conducir en una ciudad que cambia la dirección de las calles cada mes: sería muy difícil. Se trata de lo que César Aira llamo "itinerarios hechos de contingencia con el siguiente ejemplo: si alguien le indica a otro un camino diciéndole que siga hasta donde vea una paloma en el cordón, que doble para donde vaya un auto blanco, hasta la altura de un plátano, que ahí tome la dirección para donde pique la pelota de unos chicos que juegan en la calle.
¿Cómo se comporta una persona en estas condiciones? No puede planificar, se detiene en cálculos y se paraliza: vive en una inseguridad cotidiana, las relaciones sociales son ásperas y se deteriora la calidad de vida. La mirada se vuelve cada vez más breve, enfocada en los problemas del día, desentendiéndose de las grandes ideas y de las realizaciones que dan sentido a la vida humana. Se siente amenazado constantemente por la pérdida del trabajo, o el cambio del sistema de salud, o de su sistema jubilatorio. Eleva sus defensas, se siente agredido y arremete y, luego de un tiempo, comienza a sentir los efectos del estrés y la exclusión. ¿Cómo se comporta una empresa en un contexto de cambio constante de las reglas de juego? Los actores económicos incrementan sus costos de transacción, porque no saben cuál es la regla ni cuánto va a durar, lo que significa paralización de inversiones, mayores precios pagados por los consumidores. Las pequeñas y medianas empresas se ven más afectadas, porque los cambios de leyes producen costos, que no pueden trasladar fácilmente. Además, para crecer, necesitan vínculos asociativos de mediano plazo, que no son posibles si el piso es inestable.
¿Cómo se ven las reglas cuando hay cambios continuos? Asistimos al desprestigio de la ley, la que es percibida como algo transitorio y, por lo tanto, como una sugerencia. La profusa cantidad de normas no informa, no ordena, más bien confunde y satura. El quiebre constante de las reglas ha hecho que el ciudadano pierda la confianza y actúe pensando que la ley no se aplicará totalmente, o hace lo contrario y considera que la ley es un consejo que se puede cumplir o no según las circunstancias. La estructura mental de la acción está disociada del entorno legal. Esta duda constante, sobre todo, es propia de una sociedad que siempre está organizándose, pero nunca establece reglas básicas perdurables. Las instituciones tienen una importancia relevante en el desarrollo de las naciones, puesto que distribuyen la información, incrementan o disminuyen los costos de negociación y determinan las oportunidades que hay en una sociedad. La estabilidad de las reglas básicas genera confianza, y esta es el lubricante de las relaciones económicas y sociales. Por ejemplo, si subimos a un avión, no revisamos los controles del aeropuerto ni la capacidad del piloto. Compramos un producto en un supermercado y no pedimos un análisis sobre su calidad y componentes. Suponemos que alguien se ha ocupado de que las cosas funcionen. Los sistemas económico, social, ambiental son cada vez más abrumadoramente complejos. La conducta individual tiende a simplificar. porque pretender entender cada uno de ellos llevaría al agotamiento. Frente a este panorama, es fundamental el diseño institucional con algunas reglas básicas consensuadas que no cambien por un tiempo.
Es lo que dijimos en la Corte Suprema en un fallo de hace unos años: "La Constitución y la ley deben actuar como mecanismos de compromiso elaborados por el cuerpo político con el fin de protegerse a sí mismo contra la previsible tendencia humana a tomar decisiones precipitadas. Quienes redactaron nuestra Constitución sabían lo que eran las emergencias ya que obraron en un momento en que la Nación misma estaba en peligro de disolución, pero decidieron sujetarse rígidamente a una Carta Magna con el propósito de no caer en la tentación de apartarse de ella frente a necesidades del momento. Un sistema estable de reglas y no su apartamiento por necesidades urgentes es lo que permite construir un Estado de Derecho".
Un niño sin futuro, un adulto sin trabajo, un jubilado en indigencia, un empresario o un comerciante al que, de pronto, le cambiaron las bases de su negocio. Cualquier persona que vive en un país imprevisible entiende que es importante tener un camino seguro. Los padres de la patria pensaron en esa protección al establecer una Constitución con reglas básicas. Es el deber de nuestra generación que eso sea realidad.
LA REITERACIÓN DE LAS CRISIS. Estos fenómenos de neutralización de la acción gubernamental de mediano plazo se agudizan cuando las crisis son reiteradas. Un buen ejemplo de ello es Argentina.
Los ciclos históricos muestran que el país hace cambios institucionales profundos cada diez o veinte años. Siempre se modifica en grande: el sistema jubilatorio, el impositivo, el de salud, el laboral, la participación del Estado, las alianzas geopolíticas internacionales, etc. Los efectos son devastadores:
- Aumenta el riesgo de adopción de medidas irracionales e impulsivas al desatarse los lazos legales destinados a impedirlo.
- Los procesos políticos nacen maduros cuando ganan las elecciones y evolucionan hacia la infancia, evidenciándose una progresiva liviandad en los controles institucionales.
- La emergencia permanente crea inseguridad, destruye todo cálculo de riesgos y su previsión individual, restringiendo el funcionamiento económico.
- La exclusión social aumenta, con lo cual sucumben los contratos de riesgos colectivos: la seguridad social se derrumba y hay cada vez más personas fuera del sistema.
- Se horizontalizan los conflictos y desaparece la ética de los vulnerables como principio decisorio.
- La crisis y la legislación de emergencia no tienen mecanismos de autodestrucción, lo que permite la duración y la retroalimentación.
- Cada uno queda librado a su suerte. produciéndose una feudalización de la sociedad.
- La fractura de las reglas básicas del contrato social hace que los individuos se sientan poco comprometidos con la sociedad.
- El efecto global es la inseguridad generalizada en el sentido de predictibilidad.
*JUEZ DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN.
(Fuente: noticias.perfil.com)
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