Por Roberto Actis
Hace un tiempo que no tratamos el caso de la droga. No porque no interese, si no porque a veces suele verse superado por la política, esa que no deja de generar hechos salientes, y más que esa manera de calificarlos, hasta podría decirse de características un tanto extrañas, que por lo tanto los convierten en llamativos. A veces desopilantes, eso casi nunca falta, con protagonistas que se han convertido en verdaderos íconos de este tiempo en el cual las señales de decadencia son cada vez más claras y contundentes. En política podría hablarse, por ejemplo, de la embestida final que se viene desde el cristinismo por la reforma de la Constitución que permita a Cristina Fernández intentar un tercer mandato consecutivo.
Dejemos por esta vez todas esas cuestiones, que aunque se remuevan y cada vez aparezcan con nuevos toques pintorescos, son siempre las mismas. Pasemos a la droga, donde la que está en juego es la vida, conduciendo además a una decadencia que es mucho mayor, absoluta podría decirse, ya que lleva a la aniquilación del ser humano en su esencia, privado de objetivos, de afectos, de su propia familia. El traslado a un mundo de la irrealidad, que dura muy poco, mata todas las ilusiones e incluso la esperanza.
Vayamos al punto. Si no lo fue dio al menos de la impresión, que el Sedronar -el organismo nacional encargado de combatir la droga- a cargo de Rafael Bielsa, reflotó la difusión de estadísticas en la Provincia, como consecuencia del encontronazo previo de la hermana diputada María Eugenia, que fustigó al gobierno socialista por tomarse vacaciones el gobernador Bonfatti y la intendenta rosarina Mónica Fein cuando se producían conmocionantes hechos en Rosario vinculados con la droga, y el ministro Rubén Galassi que salió a responderle duro, y recordarle que era justamente su hermano el responsable de enfrentar la droga en el país y que le pidiera si tenía un plan.
De todas maneras, más allá de las razones que indujeron a su divulgación, reflotó un tema que visto a través de las estadísticas, pone al descubierto el incremento notable que viene teniendo el consumo de drogas, tomando como objetivo de análisis la franja de los adolescentes, que es justamente la más débil y por lo tanto vulnerable. Es así que el Sedronar asegura que en los últimos 10 años los estudiantes secundarios de la Provincia triplicaron el consumo de cocaína y subieron 10 veces el de marihuana. ¿O acaso el tan particular olor del humo de los porros no se sentía en los pasillos de un establecimiento educativo de Rafaela? Así lo dejaron saber algunos preceptores, pero nada de denunciar pues el escándalo podría convertirse en descomunal, arrastrando a muchos. Imaginen, si hasta existen limitaciones para poner amonestaciones, lo cual descarrió el sentido de la disciplina, ¿qué podría ocurrir si alguien denuncia consumo de droga en la propia escuela?
Estos datos del Sedronar sobre jóvenes santafesinos entre 13 y 17 años, suponemos que también deben comprender a rafaelinos, aunque datan de 2011. Con un escenario así, en efervescencia constante, dos años aún sin tabular, pueden significar variantes importantes. Tal las cosas, y teniendo en cuenta que venimos en un tobogán permanente, es de suponer que todo debe estar un poco, o probablemente bastante peor.
Aquella encuesta, además del enorme aumento de consumo de marihuana y cocaína, estableció además que el alcohol y el tabaco siguen siendo los de mayor consumo entre los adolescentes, las que por su alto poder adictivo son conducentes hacia otras más sofisticadas, entre las que deben incluirse las anfetaminas.Poco más del 10% de los estudiantes admitió haber consumido alguna droga ilícita, con mayor prevalencia de la marihuana (8%), tranquilizantes (2,9%), cocaína (2,7%), solventes o sustancias inhalantes (2,4%), estimulantes (1,5%) y paco (1,1%). Esta última, la pasta base que hace estragos en Buenos Aires y el Conurbano, también ha comenzado a consumirse en nuestra Provincia, de acuerdo con el Sedronar.
En realidad, nada nuevo. La droga avanzó inconteniblemente sobre toda la Argentina en las últimas décadas y la aceleración es cada vez mayor. Pasamos de ser un país de tránsito a consumidor.
Otras veces lo dijimos, y seguiremos insistiendo. En la lucha contra la droga hace falta un fuerte compromiso de parte de todos, tanto individual como colectivamente. Nadie, pero absolutamente nadie puede sentirse al margen. Las autoridades de todos los niveles, para que el derrame venga desde arriba, la escuela, la familia, los amigos, el barrio. No es tiempo para distraídos. Cuando se ve a un chico inhalando de una bolsa de polietileno, la solución no es mirar para otro lado. Así de simple.
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