Por Dr. Hugo Alberto Degiovani
Las palabras de la gran docente nos sirve de excusa para introducirnos en forma modesta, a algunas problemáticas que se suscitan desde la gestión educativa, en particular aquellas factibles de calificarlas como de carácter doméstico, pero que por su implicancia son tan importantes como otras y que
inciden en el trabajo en el aula.
Como pie también a este análisis se considera oportuno recordar que la educación debe ser un instrumento eficaz e insustituible para lograr el perfeccionamiento del hombre. Se ha dicho que "...debe llegar a todos los hombres, ser integral, respetar las ideas y creencias fundamentales de todo ser humano y contemplar la apertura de cauces a una mayor participación educativa" (Episcopado argentino. Documento Iglesia y Comunidad Nacional. Año: 1981. N°151)
Partiendo de estos conceptos corresponde el análisis señalando que la problemática de la gestión a veces no se relacionan directamente con los sistemas o métodos pedagógicos, sino con la manera de llevar adelante una escuela y que consecuentemente influye en lo demás, dado que se afianzan en la cultura de la institución y en muchas oportunidades es muy difícil desarraigarlas.
En primer lugar, para hablar de una educación democrática, debemos contar -aunque parezca una obviedad remarcarlo- con establecimientos democráticos. Sería inimaginable pretender una educación pluralista, cuando la autoridad se ejerce de manera vertical, sin consenso ni consultas a quienes son los verdaderos dueños y destinatarios de ese poder, a saber: los docentes, alumnos, comunidad de padres e instituciones de la escuela, personal no docente y sociedad en general.
Contrariamente, cuando se cumple con esa premisa, se da respuesta al Estado (todos), que ha confiado la trascendente función pública al directivo.
El manejo de la gestión a "puertas cerradas" es quizás el ejemplo más emblemático de estos graves defectos de "entre casa". No sólo tiene la expresión un sentido metafórico que indica que no se consulta a nadie en las decisiones, sino uno real: Es más común de lo que uno piensa ver directivos con las puertas de sus despachos cerradas y que para llegar a él se deben sortear varias instancias: porteros, maestros, secretarios, etc. ¿Acaso piensan algunos directores/as que el Estado les dio el despacho para que dispongan a su gusto y placer, o resuelvan en él cuestiones personales, no del interés del colectivo que dirige?
Se hace caso omiso así a la regla que surge del carácter público de los actos de los funcionarios de administración en un sistema republicano. Por lo tanto, no se puede franquear el ingreso a los despachos públicos a persona alguna, salvo excepcionalmente y por razones justificadas. Lisa y llanamente porque son públicos. La expresión el "público despacho" de los funcionarios, no es casual, condice con el sistema democrático que elegimos.
Por ejemplo: A veces, según se comenta, se atiende quizás con menos dificultad a vendedores de libros, de servicios bancarios, a quienes ofrecen obras de teatro, ex alumnos, cooperadores o ex docentes, etc, que a los padres de los alumnos.
De esa manera suele ocurrir que se destine más tiempo a esas relaciones públicas, a veces superfluas que a supervisar clases. Se llega al extremo, que para acelerar los tiempos de corrección, se exige a veces a los docentes "paralelos" (cuando existen varias divisiones de un mismo curso), que preparen las clases iguales para facilitar el trabajo de control, como si todos los cursos y alumnos fueran clonados y avanzarían en el aprendizaje al mismo ritmo, sacrificándose de esa forma la calidad educativa por tiempo y comodidad.
Tampoco existe una gestión democrática cuando se trata en forma desigual al personal, ya sea en premios, estímulos, permisos de licencias, o abonando por desidia o mala intención la formación de grupos internos.
No es democrática una gestión tampoco cuando, según comentarios y quejas de muchos padres, se toman -en algunos establecimientos- criterios disimiles para admitir el ingreso de nuevos alumnos. Algunas veces se responde que deben prioritariamente pertenecer al radio de la escuela, otras se los admite sin más. No establecer reglas claras en este tópico lleva al lógico interrogante de los padres: ¿cómo se manejan esas excepciones?, ¿por recomendaciones?, ¿por clase social, nivel económico o profesional?, ¿por capacidad del alumno?, ¿valorando la futura cooperación del padre con el establecimiento?, ¿por amistad?, etc.
No es democrático el directivo que no considera a la gestión como una tarea única que se prolonga en el tiempo amén de las personas. A título meramente ejemplificativo: En una gestión educativa plural no puede el director/a entenderse a veces, casi exclusivamente con las autoridades de las cooperadoras (que sabemos cumplen una extraordinaria labor de apoyo a las instituciones proporcionando importantes recursos económicos), sin consultar al personal docente sobre cuales son las prioridades para afectar los ingresos. Lo mismo cabe sobre la disponibilidad y aplicación del "Fondo de Asistencia Educativa" (FAE), que en loable esfuerzo la ciudadanía por medio de las municipalidades entregan a los establecimientos.
No podemos desconocer que los justos reclamos de reivindicaciones salariales y las postergaciones de la educación en las políticas de gobierno, no es un obstáculo para realizar una autocrítica. Lejos de desposicionar al trabajador de la educación en sus derechos, les permitirá legitimarlos aún más, porque es sabido que de nada sirve tomar actitudes corporativas y esconder el problema.
Reconocemos que estas imperfecciones del sistema, no se dan en todas las gestiones educativas, pero seguramente coincidirá el lector (docente, no docente, padre, alumno o ex alumno) que lamentablemente es más común de lo que uno piensa y quisiera. No menos cierto resulta que esta problemática se produce también en muchos otros grupos de trabajo públicos (no solamente en el educativo), pero el hecho que se de en la educación, y quizá de una manera más frecuente que la tolerable, es mucho más grave.
Aún admitiendo que los comentarios acerca de esta problemática sean quizás a veces injustos/exagerados, lo es también negar que existen. En este mismo medio se han recibido opiniones de padres e inclusive docentes haciendo conocer su preocupación por estos temas.
No es una utopía pensar que la gestión lejos de estar en un compartimento estanco respecto a la labor del aula, limitándose sólo a "supervisarla" puede y debe formar parte de la enseñanza. Precisamente la experiencia fue lograda ya en 1930, siendo un ejemplo mundial, admirado y repetido en muchos países del mundo, no sólo en el nuestro. Esto sucedió en 1930, acá, en nuestra ciudad, cuando siendo Olga Cossettini regente, Amanda Arias directora de la Escuela Normal Domingo de Oro, su hermana Leticia Cossettini y todo el cuerpo docente, inician la aplicación de los centros de interés y de la Escuela Serena.
Impulsaron una educación basada en que los niños y niñas, sean protagonistas del aprendizaje y no sólo los destinatarios, pero además estableciendo como parámetros una gestión unida a la comunidad y no separada de lo que se hace en el aula, a saber: Respeto por la personalidad infantil; eliminación de las fronteras entre la escuela y la comunidad; rechazo de toda forma de discriminación.; ratificación de la aceptación de la pluralidad social, económica y política como substrato republicano y convivencia del personal directivo y docentes con la comunidad lugareña.
Para concluir, decimos que en la gestión educativa, como en cualquier otra actividad admitir errores que pueden cambiarse. Lejos de desposicionar al docente en sus derechos, les permitirá legitimarlos aún más, porque es sabido que de nada sirve tomar actitudes corporativas y esconder las dificultades cuando son subsanables. Un simple motivo obliga a tomar cartas en el asunto; "...no se puede mejorar algo sino se acepta que es malo" (Friedrích Nietzsche).
(1) Abogado. Docente. Licenciado en Gestión de Instituciones Educativas. Especialista en la Enseñanza de la Educación Superior.
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