Por Roberto Actis
Cristina, Scioli, Moyano, Mariotto, Aníbal y Alberto Fernández, Abal Medina, Julio Bárbaro, Capitanich, Kunkel, Felipe Solá, Venegas, De Vido, Boudou, Agustín Rossi, Randazzo, Amadeo, Zanini, Guillermo Moreno, una lista que podría continuar incluyendo nombres como un sinfín, expuesta de esta manera, sin cronología alguna, apenas apuntalando el comienzo por la presidenta de la República, por una cuestión de jerarquías. Con diferencias de poder, de decisión y tal vez hasta de muchas otras cosas, pero son los dueños de esta ajetreada actualidad política que tiene la Argentina. ¿Cuál es la coincidencia entre ellos? No hay que buscar demasiado la respuesta: todos son peronistas. Se dicen de Perón, ortodoxos, renovadores, federales, progresistas y cuántas cosas más, pero casi todos fueron fervorosos militantes del menemismo primero, luego del duhaldismo, y ahora del kirchnerismo avenido a cristinismo.
¿De qué se trata? Pues de la gran interna del peronismo, llevada a todos los ámbitos, incluyendo al gobierno, las legislaturas, los sindicatos, y lo que es peor al propio Estado. En el medio, todos nosotros, viendo como se sacan jirones mientras las condiciones socioeconómicas se encuentran en franco descenso, partiendo de un problema madre: la inflación. Es que, si no existiera esta permanente y cada vez más sostenida onda inflacionaria, que a los valores de hoy -no del INDEC por supuesto, para quien sigue vigente el mundo ilusorio del dígito anual- está oscilando en el 30 por ciento.
Si parte del esfuerzo y del tiempo que se dedica a esta lucha que no sabe de treguas, se orientara a buscar soluciones a los problemas que se vienen en tropel, quizás la situación estaría mucho menos complicada. ¿Qué se hace contra la inflación? Poco y nada, insistiéndose con el meta palo y a la bolsa de Moreno, mientras sigue el exceso de emisión monetaria, el crecimiento del gasto público y un sistema de subsidios a los que no hubo el coraje suficiente para eliminar, ni siquiera gradualmente, pues es tanta la distorsión y artificialidad que se ha logrado, que aunque de recurriendo a esa solución no se podría evitar el shock. Hubo un intento, pero rápidamente se retrocedió en la decisión.
Y en medio de este escenario, una descarnada disputa, que estos días alcanzó el clímax más intenso, cuando Moyano osó desafiar el poder absoluto de la presidenta Cristina, con algunas añadiduras que no tienen retorno. "Cree que porque sacó el 54 por ciento de votos puede hacer lo que quiera", cruzándola además de autoritaria y soberbia, duros calificativos sin dudas, que conociendo el paño, tendrán al quiebre como exclusiva alternativa. Tras estos embates, el miércoles será el primer round sobre el ring. Nada menos que un paro que promete gran alcance -los camioneros anticiparon una demostración con el bloqueo a las refinerías-, y lo que es todavía peor, una movilización en la mismísima Plaza de Mayo, ahí frente a la Casa Rosada.
Parece una costumbre instalada esta del gobierno de crearse los problemas, o al menos de no buscar las formas para evitarlos. En un santiamén lo convirtió a Moyano de aliado en principal opositor, dejándole en sus manos una bandera legítima como la del mínimo no imponible y las asignaciones familiares, que no son otra cosa que un fuerte impuesto a los trabajadores -mientras no pagan en cambio los que lucran con negocios financieros, ni tampoco los jueces que ganan varias veces más que los 5.800 pesos de piso-, lo cual le permite sumar aliados y cosechar simpatías. Cuando en realidad, hasta hace poco, era uno de los personajes más rechazados por la sociedad y envuelto por una madeja de complicaciones judiciales.
A este escenario se llega, además, por la casi inexistencia de la oposición, que se debate tanto en su propia impotencia como en la persistente tarea de deterioro a que se los somete desde el gobierno, aunque en realidad, ni falta haría, pues casi todos se van deshilachando de manera persistente. Y eso que son tantos los desatinos que se cometen, que en otras circunstancias, una oposición consolidada y coherente se haría un verdadero festín.
Es cierto que la confrontación avanzó demasiado, pero es probable que no falten esfuerzos para tratar de detener este paro y movilización del miércoles, que ya algunos le están buscando semejanza con aquel conflicto de marzo de 2008 con el campo por la resolución 125, cuyas consecuencias no fueron debidamente dimensionadas por el kirchnerismo de entonces, bajo la conducción de Néstor Kirchner.
La interna del peronismo, con el foco puesto en 2015, ya que por otro lado avanza el intento de reformar la Constitución para el "Cristina eterna" de Diana Conti, está al rojo vivo como nunca. Lástima que las consecuencias las debamos soportar, y sufrir, todos.
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