Por REDACCION
Nota 1
El agua embotellada se ha convertido en un fabuloso negocio a nivel mundial. Moviliza multimillonarias sumas de dinero en un mercado cuya monopolización es objetivo de trasnacionales del sector de alimentos y bebidas.
En nuestro país, por ejemplo, un informe del INDEC indicaba que con una facturación de casi $ 15.000 millones, el rubro de bebidas no alcohólicas (mineral y saborizadas) representaba el 10% del total del rubro alimentos y bebidas. El dato, recogido por el diario “Clarín” (2012) consignaba, además, lo aportado por la consultora Toctumi, según la cual, y respecto de las aguas, cerca del 90% del mercado estaba entonces en manos de las empresas Danone, Nestlé, Coca Cola y Pepsi. Según la consultora, de más de 200 empresas que producen y envasan agua mineral en todo el país, dos se reparten alrededor del 85% del negocio: Danone (Villavicencio y Villa del Sur) y Nestlé (Eco de los Andes y Glaciar),
En cuanto al consumo interno nacional, a principios de la década rondaba los 20 litros per cápita, cercano a los 21 litros del nivel mundial. El ranking respectivo lo encabezaban Estados Unidos y México con los 100 litros anuales que en promedio consumen sus habitantes. Francia y España alcanzaron los 120 litros per cápita pero la crisis redujo el consumo.
CIFRAS EN JUEGO
Resultan apabullantes y hablan por sí de la magnitud del negocio por cuya captura disputan, casi en soledad, las cuatro mencionadas. En Chile, en el 2013, las ventas de agua mineral en todos sus tipos totalizaron U$S 479 millones, de acuerdo a la consultora Análisis y Cifras.de ese país. El gasto per cápita, añade el informe, es de U$S 28,9 al año, segundo a nivel regional detrás de Argentina, que registra un promedio de U$S 76 por persona.
México es otro caso demostrativo del volumen de las operaciones en gran parte del mundo.. Danone, Coca Cola y Pepsi se reparten el 82% de las ventas. En seis años el auge del agua embotellada se duplicó, de tal modo que en el 2012 las ventas alcanzaban a unos 10.000 millones de dólares. En el total mundial eso representaba el 13%, a la vez que con 174 litros de consumo per cápita por año superaba a Estados Unidos y China, según estudios de Euromonitor. La Comisión Nacional del Agua de México, por su parte, informaba que el precio promedio de 1.000 litros de agua de grifo era de 25 pesos, mientras que el precio de igual cantidad de embotellada era de 6.500 pesos.
El crecimiento de las ventas en todo el mundo es del 9% anual desde la década de los ’70, de acuerdo a los datos aportados por Bevarage Marketing Corp. y la internacional Bottled Water Association. A partir de entonces, los 1.000 millones de litros anuales comercializados siguieron en aumento hasta alcanzar las ventas en el 2000 los U$S 84.000 millones. En el 2001 sólo los norteamericanos gastaron 6.880 millones de dólares cifra que en el 2006 ascendía a 10.980 millones con un consumo de 25.800 millones de litros.
EL AGUA Y
EL MERCADO
El diario digital español Nuevatribuna difundió, a principios de 2011, un documentado informe sobre el tema, la realidad expuesta y de lo que de ella se desprende . Decía, por ejemplo, que en tanto aumentan sus beneficios las multinacionales “con un agua de calidad cuestionable, una regulación libre y más eficiente de los sistemas municipales permitiría una distribución de agua potable segura para toda la población del mundo por una cantidad mucho menor que la del agua embotellada”. En España, el precio medio de esta era, en 2004, de 0,65 euros, en tanto que el agua de canilla costaba 0,00096 euros. “Un negocio redondo”, apuntaba.
El agua potable es una cuestión cuya amplitud y alcances escapa al conocimiento estándar, generalmente ceñido a aspectos elementales, como la calidad del servicio y el precio. Abrir la canilla o destapar una botella es generalmente un trámite rutinario, culminación de un proceso cuya complejidad escapa a la mayoría de las personas. Ocurre que potabilizar agua aprovechable en estado natural es parte de una cadena de hechos que incluyen, básicamente, estudios previos de fuentes, extracción, transporte, procesamiento y distribución, con los costos consiguientes. Entre ellos, los económicos, considerando los de la energía que demandan los procedimientos.
Contexto en el que la sostenibilidad del recurso es fundamental, razón por lo que el aprovechamiento de las reservas debiera ajustarse a estrictos criterios que la tengan en cuenta primariamente en las decisiones políticas respectivas, así como resulta exigible el uso racional del bien disponible por parte de los consumidores. Se trata, es claro, de un punto crucial, como que concierne al derecho humano al disfrute por igual y equitativamente de lo que es irreemplazable para la vida. Cuestión que coloca en la mira el costado comercial privado, desde que, sino enteramente, surge como limitante de ese derecho. En todo caso, la complementación entre lo privado y lo público debe adecuarse a formas que comprendan tanto el aspecto social referido como la preservación del recurso en su estado natural. Esto implica, necesariamente, una presencia activa y rectora del Estado y la observancia de legislaciones expresas.
De todos modos, el desarrollo del comercio de agua embotellada a nivel planetario es visto como conflictivo en relación con el interés general puesto en juego. Lo económico y lo estratégico confluyen en un preocupante escenario. Emily Arnold, del Hearth Policy Institute, acreditada organización ambientalista de EE.UU., afirma que “el agua envasada no es la respuesta en el mundo desarrollado, ni es la solución al problema de 1.100 millones de personas que carecen de un abastecimiento de agua segura. Ampliando y mejorando el tratamiento de agua y el saneamiento de los sistemas existentes es más factible proporcionar fuentes seguras y sustentables de agua en el largo plazo”.
En vereda opuesta se ubica el presidente del grupo Nestlé, líder mundial en la venta de agua embotellada, sector que reporta a la trasnacional el 8% de sus ingresos totales, que en 2011 ascendieron a más de 68.000 millones de dólares. Para Peter Brabeck-Letmathe el agua “debería ser tratada como cualquier otro bien alimenticio y tener un valor de mercado establecido por la ley de la oferta y la demanda. Sólo de esta manera -declaraba en una entrevista- emprenderíamos acciones para limitar el consumo excesivo que se da en estos momentos”. En su parecer, “los gobiernos deben garantizar que cada persona disponga de 5 litros para beber y otros 25 para higiene personal”, gestionándose el resto del consumo conforme “criterios empresariales”. Brabeck ha desestimado explícitamente la resolución de Naciones Unidas que declara al agua un derecho humano inalienable.
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