Por Roberto Actis
Estamos viviendo días de muchas turbulencias, y no precisamente por las cenizas del volcán chileno que han sumergido a la Patagonia en una situación de desastre como nunca antes se había visto, y además sin fecha de vencimiento. Este tembladeral al que aludimos es otro, el que deviene de la realidad cotidiana, sin que ello signifique tampoco caer en una exagerada magnificación, ya que la capacidad de asombro aunque colmada, tiene siempre alguna nueva sorpresa reservada.
El "hormiguero" del caso Schoklender, como decíamos el domingo pasado, salpica sin piedad, convertido en una verdadera maquinaria de amontonar escándalos, al cual desde el Gobierno se pretende ponerle punto final circunscribiéndolo a la exclusiva responsabilidad de los hermanos Sergio y Pablo Schoklender y el grupo de personas que se enriquecieron a la par de ellos de la noche a la mañana, con excesos que golpean tal como una cachetada en el rostro de la gente, con una indignación y repulsa justificada por tratarse de dinero que era destinado a los más carenciados.
Hay indicios que inducen a pensar que finalmente se resuelva de esa manera, como los "espectaculares" allanamientos del miércoles, varios días después de destaparse esta olla de corrupción. En ese lapso, todos tuvieron el tiempo más que suficiente para hacer desaparecer todo lo comprometido, dejando sólo lo conveniente. La misma velocidad que Oyarbide tuvo para sobreseer otros casos, como el enriquecimiento de los Kirchner por ejemplo, ahora lo transformó en lentitud, dejando un amplio margen para que siempre anide la sospecha.
Lo ocurrido en el INADI es otro hormiguero, con algunas situaciones que exceden el estricto marco de la fiera pelea entre Claudio Morgado y María Rachid, como por ejemplo el refugio de punteros y acomodaticios en que se convirtieron estos organismos, pasando de 35 empleados en 2006 a 550 en 2011. Justo los dos responsables de un ente que debe ser defensa de la condición humana, se discriminan entre ellos. ¿Qué podemos esperar para el resto? Trascendiendo además detalles de una corruptela que impresiona por los niveles hasta los que alcanza. Desde una Ferrari al gasto del celular de la esposa.
Con el INDEC sigue la puja de siempre, inflación por mitades entre la oficial y la privada, con la salvedad que ahora los índices de las consultoras se difunden a través del Congreso de la Nación, como para quedar a salvo de las sanciones de Guillermo Moreno, quien por la fuerza trata de evitar la inflación, la pobreza y también las importaciones, aunque va dejando detrás suyo un desorden que llegado el momento de la recomposición, será una tarea titánica. Un verdadero dislate, que cuesta entender en un Gobierno que tiene gran respaldo, y bien podría ir por derecha sin que nadie le pase factura.
Dentro de toda esta perspectiva, en lo político lo único que resta develar es la candidatura de Cristina, que la fue demorando tanto que ahora deberá hacerlo en el peor momento, justo en medio de los escándalos del INADI y de las Madres. De todos modos, cualquier encuesta la sigue teniendo en el 40% -recordemos que en 2007 llegó a la presidencia con el 47%-, con todos sus adversarios de la oposición allá lejos, tanto que al menos por ahora da la impresión que ninguno estará en condiciones de llegar a acortar distancias como para evitar la segunda vuelta, si es que la Presidenta consigue un despegue de esa cifra que es la mínima para asegurar en primera vuelta. Desde siempre, el objetivo del kirchnerismo fue evitar el balotaje, por el riesgo que significa, y aún en medio de toda esta maraña que envuelve al Gobierno en asuntos poco claros, y además con Hugo Moyano convertido en factor de riesgo al hablar de inflación, inseguridad y prometiendo copar la Plaza de Mayo si pierde Cristina, está a punto de conseguirlo. Claro, que estos cuatro meses que faltan pueden traer modificaciones del escenario, lo cual no sería de extrañar en una política tan cambiante e inestable como tenemos.
Por su parte la oposición, que ya definió alianzas y candidaturas, da la impresión de ser un barrilete en medio de la tormenta. Nadie consigue despegar del resto, incluso con porcentajes que no les alientan muchas esperanzas que digamos. Ricardo Alfonsín no logró con De Narváez lo que suponía, al menos hasta ahora. La alianza de centro izquierda encabezada por Hermes Binner, que mostraba una cohesión interesante, parece haber perdido un aliado como Pino Solanas antes de largar, lo que fue un comienzo bastante negativo. Ni Eduardo Duhalde ni Elisa Carrió, menos aún Alberto Rodríguez Sáa terminan por mover el encuestómetro, aunque sí sumando los porcentajes suficientes como para dividir definitivamente el espectro opositor.
Pero la frutilla del postre fue el premio "Rodolfo Walsh" a Hebe de Bonafini por su defensa de la libertad de expresión. Justo a ella que la semana pasada prohibió el ingreso de periodistas de medios a los que consideró hostiles, a un acto en el Museo de la Memoria. Un triste mérito de la Facultad de Periodismo de La Plata, que hace poco lo hizo esta misma entrega a Hugo Chávez, que apalea periodistas. Con un presentador de lujo como Víctor Hugo Morales, que tal vez esté sufriendo algún principio de amnesia.
Que todos tengamos el mejor de los domingos y ¡felicidad para todos los padres!
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