Por Edith Michelotti (*)
Bueno compatriotas, la realidad se impone. Una parte de Rosario está en guerra con la otra. Y el resto estamos en el medio de la metralla. Con un poquito de mala suerte, nos liquidan. Se nos está incendiando la casa, no podemos desviarnos a pensar cómo acomodamos el placard. Pienso dedicarme como rosarina y argentina a contribuir con ideas o con lo que se necesite, para colaborar a apagar el incendio. Las llamas son evidentes. El que no las ve, es porque no quiere mirar. Pero igual lo puede llegar a alcanzar el fuego. Por lo que creo que cada uno de nosotros, debe exigir a las autoridades responsables, que hagan frente a lo más grave que nos acosa. La muerte callejera. La muerte dentro de casa. La muerte a la salida de los boliches y los bancos. La muerte conduciendo un taxi. El silencio otorga.
Y en este caso el silencio otorga libertad a los delincuentes. ¿Por qué? ¿No saben cómo hacer frente al desastroso panorama? ¿Es demasiado novedoso? ¿No están preparados? En ese caso sería bueno que lo reconozcan y convoquen a las personas que seguramente sí saben. Es bueno reconocer que uno no puede o desconoce los intrincados mecanismos para apagar la barbarie, si así fuera. Seguramente que todos los que estamos amenazados, nos sumaríamos con fuerza si vemos que se toman las medidas inteligentes, decisivas, que evidentemente están haciendo falta.
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