Por Rodolfo Arancibia
Todos
nosotros como seres vivos mamíferos, y pertenecientes a la especie humana, en
un momento de nuestro desarrollo y crecimiento prenatal, hemos medido entre 7 y
8 cm. de longitud (o de estatura, si se
comprende mejor), promediando los 3 meses (o 12 semanas), de vida
intra-materna.
A
esta edad, nuestra cabeza representa un tercio de esa estatura total, nuestros
ojos “miran” hacia adelante y pueden alcanzar su posición definitiva; ya
comenzamos a tener pelos y uñas; los genitales externos se diferencian de
acuerdo con el sexo del feto; varios sistemas orgánicos desempeñan sus
funciones, por ejemplo los riñones van generando orina ejercitando su excreción
hacia la placenta, etc., etc. y así nos vamos preparando para comenzar nuestra
vida independiente.
Biológicamente,
la unión de un espermatozoide de ser humano masculino y un óvulo de ser humano
femenino, bajo determinadas condiciones, es el único punto de partida, que
inicia la vida y reitero, vida exclusivamente humana (no es posible obtener de
la unión óvulo-espermatozoide humano, otro resultado que no sea "ser -
humano").
Nuestro
continuo crecimiento hace que a los 9 meses de vida intra-materna, tengamos que
"nacer" (a través del parto) para poder seguir creciendo y
desarrollándonos siempre biológicamente como seres humanos.
La
vida de ninguno de los seres humanos que habitamos el planeta Tierra, se ha
generado de otro punto de fusión e interacción (óvulo – espermatozoide) ya
referida, por lo tanto no es posible “vida humana” desde un embrión de pollo,
vaca, o estrella de mar.
Es
al momento irrebatible científicamente hablando (nos guste o nó), que cuando
cursamos por los 3 meses de vida prenatal, y alcanzamos a medir entre 7 y 8 cm. de estatura, sigamos
conservando nuestra condición natural de
la especie: "ser humano".
Por
lo tanto toda interrupción provocada y deliberada del embarazo, implica siempre
biológicamente la muerte de un “ser humano” (sin entrar en otras
consideraciones desde el campo del derecho, religioso, ideológico, feminista o
cualquier otro, que aunque importantes, no constituyen el objeto de esta
nota).
Sea
cual fuere la denominación que adoptemos, escuchemos o leamos, siempre la vida prenatal es completa e inalterablemente
humana, por eso es fácil de comprender que ese "ser" siempre fue y
será un "ser humano".
Por
otra parte, si por desconocimiento (o conveniencia), definimos a ese ser humano
prenatal como biológicamente "cosa", o “cosa con vida”, o
“responsable biológico de la vida o muerte de su madre gestante”, por el solo
hecho de tener un desarrollo menor a los 3 meses de vida, podría pensarse lo
mismo, para todo ser humano que aunque ya nacido y desarrollado, tampoco tenga
definido sus sentidos, o no pueda hablar, moverse libremente, oír, interactuar,
o padecer tal o cual déficit en su desarrollo biológico.
La
ciencia desde la embriología humana, puede demostrar que los menores de 3 meses
de vida prenatal, fueron (fuimos), son y serán siempre irreversiblemente
humanos y que su tamaño y grado de desarrollo no debieran constituir ni influir
sobre argumento alguno, menos aún, para justificar su muerte.
Como
reflexión final, si bien podemos admitir que pueden existir muchas maneras de
abordar y creer interpretar la necesidad o nó de pensar, reflexionar y debatir
para apoyar o nó, y en todos los casos,
la libre decisión de provocar la interrupción del embarazo con muerte fetal,
biológicamente, no se pueden utilizar y/o tergiversar interesadamente las evidencias
científicas que nuestra propia naturaleza nos definió siempre e
inalterablemente, como humana.
Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.