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Notas de Opinión Domingo 10 de Mayo de 2015

Las contradicciones

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Roberto Actis

Por Roberto Actis

Si algo hay que sobresale de este ciclo del gobierno kirchnerista próximo a concluir, al menos bajo la conducción de sus más genuinos y máximos representantes como Néstor y Cristina Kirchner, son las contradicciones que se han venido dando durante todos estos años, en algunos casos muy notorias, dejando en clarísima evidencia esa perspectiva. Por ejemplo, la férrea postura sobre los derechos humanos que concluye con un militar fuertemente sospechado de genocida al frente del Ejército; la política de desendeudamiento que fue izada como bandera, arriada sobre este final en que se toman todos los créditos posibles, con tasas que triplican las normales; el rígido control que hubo sobre los ingresos y egresos, que desde hace largo tiempo entró en situación de desmadre; la lucha por la inclusión social que desnuda altos índices de pobreza y muertes de niños por desnutrición, aún después de una decena de años con gran crecimiento económico.

Son apenas algunos botones de muestra, estando hoy enfocada la que parece ser la gran batalla -aunque nunca se sabe el momento de focalizar nuevos enemigos- con la justicia. Mejor dicho, la búsqueda del control y sometimiento viene desde hace tiempo, casi en simultáneo cuando comenzaron a difundirse las causas por corrupción y enormes enriquecimientos, apuntándose primero al Consejo de la Magistratura, luego a los jueces y a los fiscales, pero como el objetivo no fue logrado de manera absoluta, centralizándose ahora la lucha contra la Corte Suprema, supuestamente buscando dejar allí gente amiga que pueda influir después del recambio de gobierno.

Todo apunta contra el ministro Fayt y sus 97 años. Es cierto que llama la atención que alguien de esa edad pueda estar desempeñando una función que demanda gran esfuerzo y dedicación, en todo sentido, tanto físico como intelectual. Ya se supo que su intención es permanecer hasta el 10 de diciembre, cuando renunciaría, dejando de tal manera que sea el gobierno que venga el que disponga la cobertura tanto de su cargo como el dejado vacante por la renuncia de Zaffaroni.

Si la intención del gobierno con la ida de Fayt es lograr una justicia más ágil, de mayor calidad, más homogénea, podría ser entendible el objetivo, aunque de ninguna manera los modos y formas utilizados, menos aún los personeros a quienes se encargó la tarea de desprestigio y escrache personal del veterano magistrado. Claro que eso aparece como absolutamente desvirtuado y contradictorio, cuando esta misma semana en el Consejo de la Magistratura y por votos en bloque de los representantes kirchneristas, fue salvado una vez más el juez Oyarbide, quien tiene un verdadero rosario de causas una más grave que la otra. En este caso preciso, se le dio luz verde por el sonado caso del anillo de 250 mil dólares, que nunca pudo justificar. Y de paso, también se resguardó del juicio político al juez Rafecas, el mismo que participó de la desactivación de la denuncia del desaparecido fiscal Nisman, en gran contribución para la causa.

Oyarbide, ni falta hace recordarlo, es un juez que fue todo servicio del gobierno en esta docena de años, a quien el sorteo le dejaba en su juzgado todas las causas comprometidas, comenzando por la del presunto enriquecimiento ilícito de Néstor y Cristina Kirchner, que resolvió con el sobreseimiento con una premura pocas veces vista, y que tampoco apeló el fiscal a pesar de las gruesas irregularidades observadas tanto en las declaraciones juradas como en la evolución del patrimonio.

No sirve la justicia de Fayt pero sí la de Oyarbide, ese parece ser el razonamiento, aunque en realidad, desde que se comenzó con aquello de la democratización de la justicia, el verdadero objetivo fue ponerle el pie encima para poder controlarla a rajatabla, un objetivo conseguido sólo en parte. 

Las contradicciones son no sólo frecuentes, sino muy fuertes y claras, que muchas veces van más allá de las acciones con destino común para recalar en lo personal. Sin necesidad de retroceder demasiado, tenemos los dichos de la presidenta de la nación bien recientes, formulando un llamado para que muchos se den un "baño de humildad", destinado a su tropilla de precandidatos, casi con tono de advertencia de que entrará a funcionar su dedo para la selección de premios y castigos. Causa sorpresa que justo ella Cristina Fernández, que no hizo de la humildad una de sus virtudes sino más bien todo lo contrario, haga una exhortación de esta naturaleza, y además, utilizando la cadena nacional para una cuestión de absoluta política partidaria, demostrando una vez más el uso y abuso hecho sobre todo lo que sea institucionalidad y Estado.

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