Por Daniel Monay
Sin lugar a dudas, a riesgo de equivocarme, decir que uno de los principales derechos que nos permite desarrollar el sistema democrático -muchas veces mal utilizado por cierto- es el de poder expresarnos, el de poder manifestarnos en total y absoluta libertad.
Aunque existen muchas opiniones periodísticas, políticas y sociales que expresan lo contrario, nos damos cuenta que muchas de esas afirmaciones son contradictorias en sí mismas ya que se proclaman diciéndose cualquier barbaridad o exhibiéndose gruesos exabruptos gestuales y expresándose improperios verbales o escritos. Y todo esto, aseverándose que en este país no existe libertad para expresarse.
Las nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, difundidas como las TICS, nos permiten concreta y casi masivamente acceder a este derecho y este es ejercido en absoluta libertad. A esto quiero referirme puntualmente con esta nota de opinión. Lo hago desde la formulación de algunos interrogantes que como tales demuestran inquietud sobre algunos modos de participación en medios escritos, aportando para la reflexión y haciendo uso de ese derecho que motiva este comentario.
Trato de fundamentar mi observación desde esa misma libertad. Existiendo y estando garantizado constitucional y legalmente este derecho -ya nadie va preso por opinar aún calumniando e injuriando- ¿qué sentido tiene entonces participar escondidos en seudónimos en los medios de comunicación que nos brindan herramientas que nos permiten comentar sus notas? ¿Por qué muchos participantes desde ese anonimato se dedican a insultar, agraviar, adjetivar a la persona de quienes sí se identifican, más que a opinar y debatir el contenido de lo publicado? ¿Es esta conducta, una lamentable confirmación de incultas manifestaciones ciudadanas en muchos integrantes de esa comunidad? ¿Deberían los Medios que permiten esta posibilidad de participación exigir real acreditación de identidad a sus lectores-comentaristas?
Si bien esta observación la podríamos generalizar como práctica común a la gran mayoría de los Medios de Comunicación y en todo el mundo, al menos en sus versiones online, no por ello debemos aceptarlo como algo inmodificable o no pasible de correcciones.
Desde mi humilde y acotado entendimiento, una manera de bajar el alto nivel de violencia verbal ejercida en estas participaciones podría lograrse al exigirse una fehaciente acreditación documentada a esos lectores. ¿Qué necesidad hay de esconderse en el anonimato cuando está garantizada la libertad de expresión? Si no te gusta la opinión del otro, si necesitas injuriarlo, ofenderlo, calificarlo, hazlo si piensas que es lo correcto, nada lo impide, pero hazlo con tu identidad verdadera. Se permitiría así replicar en igualdad de condiciones y conocer quienes son los que necesitan opinar de ese modo. Se le daría entidad al debate ¿se entiende?
Al permitirse estas participaciones anónimas se seguirán fomentando y se incrementarán conductas violentas que nada aportan para una sana convivencia comunitaria. De este modo también se ejerce violencia y corrupción y no se aporta positivamente al crecimiento cultural armónico y de respeto al otro.
También quiero expresarme sobre la interpretación que muchas veces se le da o entendemos por corrupción. Muchos medios al informarnos hablan de ella haciéndolo generalmente desde la acusación directa y refiriéndose casi siempre como algo inherente sólo a la función pública o a la militancia política. Desinformar, tergiversar, manipular la información -entre tantos otros hábitos y costumbres- también es corrupción y debería denunciarse con el mismo empeño y firmeza. También lo es, permitir expresiones desde el anonimato o desde la generalidad del "todo vale".
Quiero transcribir textualmente el significado que el diccionario de nuestra lengua atribuye a las palabras corrupción y corromper. Luego de analizar cada definición conceptual de estas palabras, dejo librado a la inteligencia y capacidad intelectual de cada lector, la interpretación del contenido que quise imprimirle a esta nota al opinar sobre libertad de expresión, anonimato y corrupción.
Corrupción: 1) Acción y efecto de corromper; 2) Alteración o vicio en un libro o escrito; 3) Vicio o abuso introductorio en las cosas no materiales. Corrupción de costumbres, de voces; 4) En las organizaciones especialmente públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.
Corromper: 1) Alterar y trastocar la forma de algo; 2) Echar a perder, depravar, dañar, pudrir; 3) Sobornar a alguien con dádivas o de otra manera; 4) Pervertir o seducir a alguien; 5) Estragar, viciar. Corromper las costumbres, el habla, la literatura; 6) Incomodar, fastidiar, irritar; 7) Oler mal.
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