Por Dr. Enrique J. Marchiaro
Quienes bregamos por la fuerza de los municipios no podemos estar menos que conformes con un dato político-institucional de gran relevancia: los principales distritos tienen como cabeza de lista a intendentes o a quienes lo fueron. Tal el caso de Martín Insaurralde o Sergio Massa en Provincia de Buenos Aires o Hermes Binner y Jorge Obeid en nuestra Santa Fe.
No es un dato que se les haya pasado por alto a los grandes medios de comunicación, así Nación y Clarín del 6 de agosto destacan esta cuestión como noticia de análisis. Escenarios donde se analiza el pulso político del país se hacen eco de lo que para muchos de nosotros debería ser algo normal.
Es que a treinta años de vida democrática ininterrumpida no debería llamarnos la atención esta situación, pues una de las tendencias que caracteriza a nuestro mundo está dada por la fuerte presencia de lo local.
Claro que en el caso argentino es un tanto difícil explicar cómo se desarrolla esta tendencia, porque el sistema imperante en los últimos diez años ha consolidado uno de los déficit históricos del país: la centralización. Sin federalismo no puede haber municipios fuertes por la sencilla razón de que la autonomía económico-tributaria es la base más elemental para el desarrollo. Como bien lo ha dicho Alberdi, “no hay gobierno sin recursos”.
La presencia de líderes locales encabezando listas de diputados en el país es un buen dato en sí mismo. Tal vez la flaqueza del sistema de partidos explique en parte esta cuestión, pero no la opaca.
Asimismo, la fuente de la legitimación política está sin dudas en lo local: la búsqueda de arraigo territorial de los candidatos nacionales y provinciales abreva siempre de la presencia municipal, nunca al revés.
Es en nuestras ciudades y pueblos donde se da una relación que supera ampliamente la de “vecindad”, pues en nuestros ámbitos se da ya un verdadero ejercicio de ciudadanía.
Los temas que llevan adelante los gobiernos locales son tan amplios como los de las demás jurisdicciones y con muchos menores recursos. A su vez, estas “democracias de proximidad” permiten no sólo participación ciudadana de un modo impensable en la escala provincial y nacional sino sobre todo “control”, que es una de los déficit de nuestra joven democracia.
No sorprende entonces esta emergencia de los liderazgos locales. Sólo resta que cuando asuman sus funciones puedan proyectar esta fuente de legitimidad en el seno de las estructuras nacionales. Si lo hacen, entonces la tendencia será irreversible y algunas de las mejoras que todos anhelamos para nuestra joven democracia serán también noticia.
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